25 años de neoliberalismo en el Perú
Análisis de la Constitución Política de 1993
Manuel Benza Pflücker
Biblioteca del Congreso del
Perú 343 B38 Benza Pflücker, Manuel Germán 25 años de
neoliberalismo en el Perú. Análisis de la
Constitución Política de 1993 / Manuel Benza
Pflücker. – Lima: [s.n.], 2018. 148 p.; 20
cm.
ISBN:
978-612-00-3928-1 CONSTITUCIÓN, 1993 / DEMOCRACIA / NEOLIBERALISMO / ECONOMÍA DE MERCADO / MODELOS ECONÓMICOS / IDEOLOGÍAS POLÍTICAS / DERECHO CONSTITUCIONAL / PERÚ
/ SIGLO XX |
Manuel Benza Pflücker
25 AÑOS DE
NEOLIBERALISMO EN EL PERÚ. ANÁLISIS DE LA
CONSTITUCIÓN
POLÍTICA DE 1993
Diseño de
carátula: Omar Garay
Corrección
ortotipográfica y de estilo: Ricardo
Ramírez
Diagramación:
Tarea Asociación Gráfica Educativa
Coordinación general: Jessica Andrade
Autor-editor
© Manuel Benza
Pflücker
Grau
170, Int. D, Miraflores
Primera edición, noviembre de 2018
Se prohíbe
la reproducción total o parcial de esta obra, incluido el diseño tipográfico y
de portada, sea cual fuere el medio, sin la autorización expresa del titular de
los derechos.
Impreso en Tarea Asociación Gráfica Educativa
Pasaje María
Auxiliadora 156, Breña
Publicado en noviembre de 2018
Hecho el
depósito legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2018-18778 Tiraje: 1000 ejemplares
Mi especial agradecimiento a mi esposa Soledad Llatas Arteaga, y a mi
hijo, Manuel Benza Llatas, por su apoyo incondicional a la publicación de este
libro.
A mis padres,
María Luisa Pflücker de
Benza y
Capitán de Navío Manuel
Benza Chacón, quienes me inculcaron dignidad
y espíritu social
Índice
Presentación
Alberto
Quintanilla Chacón 11
Capítulo I
Gestación y orientación de la Constitución Política
del Perú de 1993 13
Capítulo II
Antecedentes 31
Capítulo III
Reflexiones en torno a las ideas de base del liberalismo
político y del liberalismo económico 45
Capítulo IV
El Consenso de Washington 51
Capítulo V
La Constitución peruana de 1993 y su acervo
neoliberal 63
Capítulo VI
Neoliberalismo y democracia 95
Capítulo VII
Resumen corregido y aumentado 123
Bibliografía
141
Capítulo I
Gestación y orientación de la constitución
Política del Perú de 1993
L |
a Constitución Política del Perú fue
promulgada el 29 de diciembre de 1993. Producido el golpe de Estado del 5 de
abril de 1992, la Organización de Estados Americanos (OEA), poco después “de-
plora” débilmente el golpe, lo cual le
otorga legitimidad internacional al gobierno fujimorista. No toma ninguna
medida de castigo económico. Luego de un mes del golpe de Estado, el
expresidente Alberto Fujimori se compromete en sesión de la OEA en Bahamas, a
convocar el Congreso Constituyente Democrático (CCD) para cambiar la
Constitución, asunto que cumplió. El 22 de noviembre del año del golpe se
efectuaron las elecciones al Congreso Constituyente Democrático (CCD), luego de
una campaña electoral asimétrica que no otorgó a los adversarios de la propuesta
de Constitución neoliberal oportunidad de defender sus posiciones.
El Movimiento Nuevo Perú, principalmente impulsado por el
economista Guillermo Aznarán (luego decano del Colegio de Economistas y decano
de la Facultad de Economía de San Marcos, recientemente fallecido) y por mí,
nunca fue invitado, ni como movimiento político ni por intermedio de los dos
dirigentes fundadores del mismo, a alguna entrevista televisiva que permitiese
explicar nuestros puntos de vista contrarios al contenido neoliberal que ya se
vislumbraba: era una programación de TV controlada por el Gobierno. Hoy sigue
siendo el gran capital, a través de sus lobbies
y operadores, el que decide los límites de un debate político, incluido en
muchos casos, a quiénes se invita, o no, a cada debate.
La proximidad entre el golpe de Estado y la convocatoria a
una
Asamblea Constituyente nos muestra que la razón principal de dicho golpe de Estado
era la redacción de una nueva Constitución a la medida del “Consenso de
Washington” (CW), documento que le fue entregado en Nueva York a Fujimori,
presidente electo, por autoridades del Fondo Monetario Internacional (FMI), el
Departamento del Tesoro de Estados Unidos de Norteamérica y el Banco Mundial,
instituciones controladas por dicho país, días antes de prestar juramento a la
Presidencia del Perú. El CW había sido confeccionado pocos meses antes por los
organismos mencionados, a cargo de John Williamson y representantes del establishment que mencionaremos.
En noviembre de 1989, el Instituto Internacional de Economía
llevó a cabo una conferencia bajo el título “Latin American Adjustment: How Much Has Happened?”. En ella, John
Williamson (profesor de dicho instituto) presentó un resumen sobre las que él
consideraba las principales reformas que era necesario formular en Washington
para restablecer el crecimiento
económico de América Latina. Cuando se convocaron las elecciones generales
en el Perú, fue el candidato Mario Vargas Llosa el abanderado de dichas ideas,
mientras que el candidato Alberto Fujimori se opuso a ellas en ambas vueltas
electorales. Gran parte del electorado aprista y de izquierda, sin mediar un
pacto con Fujimori, votó contra Vargas Llosa precisamente para evitar las
privatizaciones y el shock.
La visita del presidente electo Fujimori a Nueva York y su
sujeción al CW es clave para entender su gobierno y el de todos los que lo
siguieron (Alejandro Toledo, Alan García, Ollanta Humala, Pedro Pablo Kuczynski
y, ahora, Martín Vizcarra), todos regidos por la misma Constitución neoliberal.
A mi juicio, la de mayor liberalidad económica del mundo y en la que el Estado
tiene el rol menos protagónico en la tuición de la sociedad: la de mayor
liberalización económica de la economía, lo cual ha estimulado un cambio en la
cultura política de un significativo sector de la población, convirtiendo en
“normal” o “natural” la percepción de la privatización de servicios públicos
básicos, la oferta y la demanda como único mecanismo de fijación de precios,
las tendencias a la especulación, y a la inserción subyugada del Perú al poder
económico y político transnacional.
Alberto Fujimori puso
en operación las ideas del CW en forma ortodoxa, con ello implementó el
programa de su contendor en la segunda vuelta, Mario Vargas Llosa,
traicionando el sentido del voto popular que le dio el triunfo. El candidato
Fujimori había prometido varias veces en su campaña electoral no privatizar empresas
públicas y no producir un shock en la
economía (abrupta y significativa alza de precios de todos los bienes y
servicios) para combatir la hiperinflación que dejaba el Gobierno de Alan
García. Inmediatamente después que asumió el poder aplicó las mismas políticas
que habían sufrido un fracaso estrepitoso en Argentina y Brasil. El presidente
de Brasil, Fernando Collor de Mello, propuso medidas radicales para controlar
la inflación, como el fin de la fijación
de precios, las que a largo plazo se mostraron ineficaces, adoptando el
“Consenso de Washington”. Collor de Mello fue vacado de la Presidencia de
Brasil poco después mediante el procedimiento de impeachment.
Las mismas políticas neoliberales aplicó
Carlos Menem, principalmente desde 1990, en Argentina. Las bases de dichas políticas eran la implementación de una economía
de mercado, la reducción al mínimo del rol del Estado, la privatización de las
empresas estatales y el despido de miles de trabajadores que fueron perdiendo
derechos laborales. El fracaso de la política económica de Menem fue total y
devino en un repudio popular que acabó con su gobierno.
Anterior a estas dos experiencias fue la del neoliberalismo en
Chile, impuesto por Augusto Pinochet dictatorialmente desde que asumió el poder
mediante el sangriento golpe de Estado de setiembre de 1973, acompañando el
autoritarismo político con medidas neoliberales hasta el cambio de rumbo en la
política económica que su Gobierno tuvo que adoptar a fines de 1982, cuando
fracasaron las políticas sugeridas por Friedrich von Hayek y Milton Friedman,
visitantes de Chile en 1977 y 1981 el primero, y en 1975 el segundo (fundadores
del movimiento neoliberal en 1947). Pinochet
gobernó desde 1973 hasta 1990. En
resumen, tres experiencias de aplicación de políticas neoliberales habían
fracasado en América Latina antes de que Fujimori las aplicara en el Perú.
Las declaraciones de Friedrich von Hayek al diario El Mercurio de Chile, el 12 de abril de
1981, son muy elocuentes:
Mi
preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno
democrático donde todo liberalismo está ausente (...). Desafortunadamente las
democracias están concediendo demasiado poder al Estado. Esta es la razón por
la cual soy muy cuidadoso en distinguir entre «democracias limitadas» y
«democracias ilimitadas». Y obviamente mi elección es por las «democracias
limitadas» (...). Una dictadura puede ser un sistema necesario para un período
de transición.
En un simple análisis del texto, cuando dice “liberalismo” se
refiere a “neoliberalismo”.
El
dilema sobre neoliberalismo y/o democracia es, a mi juicio, el más importante
de las democracias modernas. A mi entender, el neoliberalismo contradice la
democracia o la limita, la distorsiona y, en última instancia, la impide, trabando
las instituciones estatales, contribuyendo a que la lógica de la oferta y la
demanda se introduzca como criterio de asignación de recursos por parte del
Estado, sustituyendo el concepto y la práctica de servicio por los del lucro, y,
a la vez, introduciendo la mayor corrupción en las instituciones estatales en
nombre de una supuesta democracia.
Democracia y
neoliberalismo son en sí mismos términos contradictorios en la medida en que la
lógica excluyente del mercado es de por sí incompatible con la lógica
integradora de la democracia[1].
Analizar
la Constitución peruana sin tener en cuenta su direccionalidad neoliberal
impide comprender la propia Constitución.
Los resultados de las elecciones al CCD en 1992, otorgaron 44
escaños (49.3%) a la alianza fujimorista Cambio 90-Nueva Mayoría. Dicha cómoda
mayoría se fortaleció con el apoyo de otras fuerzas neoliberales: el PPC con 8
escaños, el FIM con 7, el Movimiento Renovación, (liderado por Rafael Rey,
aliado del fujimorismo) con 6, la Coordinadora Democrática con 4, y Solidaridad
y Democracia (SODE) con 1. En resumen: 70 votos neoliberales contra 10 no
expresamente neoliberales. El 20% de la población votó viciado y el 4% en
blanco Para casi una cuarta parte del electorado no se contabilizó el voto
efectivo. El Movimiento Nuevo Perú en el que participé quedó fuera, siendo el
que más votos obtuvo entre los excluidos. El Jurado Nacional de Elecciones
(JNE), controlado por Fujimori y Montesinos, manipuló los resultados.
El CCD se diseñó para 80 constituyentes que debían redactar la
nueva Constitución en pocos meses. El CCD se inauguró el 1º de enero de 1993 y
concluyó su trabajo el 27 de agosto del mismo año. En realidad, menos de siete
meses de labor efectiva, lo cual indica que el texto no fue debatido seriamente,
ni antes de las elecciones ni durante el período de sesiones. Lo que quiere
decir además que se trató, en lo sustantivo, de una aprobación de mero trámite[2].
La Constituyente de 1979, en cambio, fue integrada por 100
miembros que debían redactarla en un año. Sus integrantes fueron: 37 de la
Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA), 25 del Partido Popular
Cristiano-PPC, 12 del Frente Obrero Campesino Estudiantil y Popular (FOCEP), 6
del partido Socialista Revolucionario (PSR), 6 del Partido Comunista peruano
(PCP), 4 de la Unidad Democrática y Popular (UDP), 4 del Frente Nacional de
Trabajadores y Campesinos (Frenatraca), 2 del Movimiento Democrático Peruano
(MDP), y 2 del Partido Demócrata Cristiano (PDC). La alianza APRA-PPC conformó
una mayoría, contando adicionalmente con los 2 votos del MDP. Pero la bancada
de las izquierdas sumó 26 votos, contando para la mayoría de las votaciones con
los 2 votos de la Democracia Cristiana (DC).
El PPC y un porcentaje de los votos apristas eran claramente
neoliberales, por lo que la alianza mayoritaria fue conservadora más no
neoliberal. En todo caso, se trató de una Asamblea con equilibrio suficiente
como para dar (como dio, efectivamente) una Constitución (la de 1979) que
concilió puntos de vista divergentes y resultó ideológicamente equilibrada,
resultado de un debate serio y plural. A propósito de lo dicho, Pedro Planas
opina:
Toda
Constitución, por antonomasia, debería ser una norma de consenso, en tanto se
trata de un pacto institucional de carácter supragubernamental, ubicado más
allá de la tendencias eventuales de un partido mayoritario o del gobierno de
turno”[3].
Claramente, la Carta de 1993 no fue una Constitución de consenso. La
organización de toda la Constitución de 1993 obedece a una lógica neoliberal,
tanto en lo que respecta a derechos, como al régimen económico y la estructura
y atribuciones del Estado. Todo debe facilitar la agilización de la interlocución
entre el gran capital y el Estado. ”El neoliberalismo, que es la nueva
orientación del capitalismo norteamericano-europeo desde 1975 (y de todas sus
zonas de influencia directa e indirecta) con la era Reagan y Thatcher, desde
1980 en América Latina y 1990 en Europa del Este ha implicado un retiro del
Estado en tanto cogestor de la economía (….) por las exigencias del gran
capital para agilizar la interlocución entre la representación del Estado con
los tenedores de dicho gran capital, crecientemente concentrado. El gran
capital requiere de ágiles negociaciones[4].
La Constitución de 1993 contiene 206 artículos y 16
disposiciones transitorias, desplegados en 6 Títulos y 20 Capítulos.
Cualitativamente, implican la creación de una serie de figuras
constitucionales no incluidas en la Constitución de 1979, organizadas detrás de
la lógica dominante neoliberal. La mayoría de esos contenidos, además de no ser
debatidos en forma concienzuda en el CCD, no eran conocidos por la población
pues no hubo debate público.
Se buscaba una aprobación apresurada. El golpe neoliberal se había producido y sus consecuencias
transformaron el país hasta los resultados que hoy se muestran, que serán
expuestos más adelante. Este golpe no se puede entender sino en el contexto
coyuntural del 5 de abril de 1992 y la subsiguiente redacción e imposición de
la Constitución Política del Perú, vigente a la fecha 26 años, desde fines de
1993 hasta la fecha en que escribo este capítulo: 2018.
El Gobierno de Fujimori arguyó que la principal razón que lo
impulsó a perpetrar el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 era la de
facilitar la lucha antisubversiva así como tomar medidas para reactivar la economía.
Esa argumentación la sigue repitiendo el fujimorismo hasta hoy. No solo se
cerró el Congreso sino que se intervino el Poder Judicial, el Ministerio
Público, el Consejo Nacional de la Magistratura y el Tribunal de Garantías
Constitucionales. Se llegó al extremo de intervenir el Colegio de Abogados de
Lima (a pesar de no ser un organismo estatal).
Se “negoció” la línea editorial de canales de televisión y de
diarios de circulación nacional. Algún tiempo después se intervino la
Contraloría y el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), el que, a la postre,
quedó dividido entre JNE, Oficina Nacional de Procesos Electorales (ONPE) y
Registro Nacional de identificación y Estado Civil (RENIEC). El CCD no fue un
órgano democrático que posibilitara un acuerdo equilibrado entre las distintas
tendencias ideológicas y políticas.
Pedro Planas añade que, con prescindencia de encontrarse (en
1978) en el ejercicio del poder político un Gobierno militar de facto, se
presentaron dos condiciones favorables para “el ejercicio genuino del poder
constituyente: a) ninguna agrupación política obtuvo mayoría absoluta en la
Asamblea y b) no hubo intervención alguna del poder político que obstaculizara
la reflexión institucional”[5].
Como es evidente, ninguna de las dos condiciones señaladas por
Pedro Planas se dieron cuando se convocó y desarrolló el CCD del 1993. El
fujimorismo tuvo mayoría y el CCD se convocó y se desarrolló durante el
Gobierno de Fujimori.
El abogado constitucionalista Enrique Bernales Ballesteros
señala:
El argumento
del Presidente Fujimori en el sentido de que el Parlamento (electo el 90 y
disuelto el 5 de abril del 92) le negó atributos normativos para enfrentar la
crisis política y económica del país carece de fundamento (…). Se registran los
siguientes datos: quince leyes autoritativas al Ejecutivo, al amparo de las
cuales se dictaron 158 Decretos leyes sobre diferentes y trascendentales
materias. La más importante de las leyes autoritativas fue la Nº 25327 que debe
ser considerada como una Ley marco mediante la cual el Parlamento otorgó
facultades al Ejecutivo para que ajustara y pusiera en práctica los
lineamientos básicos de la política del período: estabilización económica,
pacificación, fomento del empleo y crecimiento de la inversión privada. La Ley
25327 permitió al Ejecutivo expedir 126 decretos leyes, muchos de ellos fuera
del Marco legal autorizado[6].
Nunca Parlamento alguno había autorizado tantos decretos leyes
al Poder Ejecutivo de turno. Decretos leyes que fueron gravitantes no solo por
su número sino por su contenido, pues
muchos de ellos enfilaron a políticas neoliberales que contradecían la
Constitución de 1979.
Desde mi punto de vista, la exagerada laxitud del parlamento
en el periodo 1990-1992 fue uno de sus mayores errores estratégico-tácticos:
demostró una debilidad política que fue claramente aprovechada por el creciente
autoritarismo que ya mostraba el Ejecutivo. Quien escribe estas líneas fue
diputado nacional de Izquierda Unida (1985-1990) y sostuvo en el Auditorio José
Faustino Sánchez Carrión de la Cámara de Diputados, en marzo de 1992, que la
debilidad mostrada por ambas Cámaras en lo arriba señalado y en otros asuntos
(como la ilegal aprobación del Presupuesto para 1992), podía arrastrar al
Gobierno de Fujimori a cerrar el Parlamento. Fujimori, ya que se apoyaba en las
Fuerzas Armadas más que en su propio partido.
Cuando se produjo el golpe de Estado del 5 de abril de 1992 se
emitió el Decreto Ley Nº 25418, denominado “Ley de bases del Gobierno de
Emergencia y Reconstrucción Nacional”. Según el mismo, los objetivos del
Gobierno eran: “pacificación, moralización de la administración de justicia,
modernización de la administración pública, lucha contra el narcotráfico, la
inmoralidad y la corrupción, desarrollo
de la economía de mercado, reorganización de servicios sociales de
educación, salud, vivienda y empleo, etc”. (el resaltado es mío). Cuando se
leen los objetivos formulados por Fujimori en 1992, estos podrían formar parte
de los objetivos del actual Gobierno de Martín Vizcarra y del actual
Parlamento, controlado por los fujimoristas 26 años después. La ironía es también,
en este caso, una tragedia. Pocos autores que abordan el análisis de la
Constitución peruana de 1993 han destacado, en primer lugar, el carácter
neoliberal de la misma. Menos aún, en segundo lugar, que dicho carácter sea el
que organiza y explica la direccionalidad principal de dicha Constitución.
En otras palabras, no se ha hecho un análisis económico-político de la Constitución de
1993, que, a mi juicio, es fundamental y que, por ello, justifica la necesidad
de emprender el presente trabajo. Hay, sin embargo, algunos aportes
significativos en ese sentido.
Entre los que señalo en primer lugar, mencionaré al
constitucionalista José Palomino Manchego, quien revela algunos de los rasgos
fundamentales de la Constitución del 1993.
A nivel de
derechos fundamentales, aunque mantiene casi la mayoría de los derechos civiles
y políticos se ha suprimido un contingente
de dispositivos de carácter social o derechos sociales, económicos y culturales
(aproximadamente hay cincuenta artículos suprimidos de raíz). El fundamento
de estas supresiones ha sido a través de un razonamiento simple pero
comprensible dentro del pensamiento liberal: solo se deben precisar las normas que no tienen “costo económico al
Estado”[7].
Los derechos eliminados son denominados “de segunda
generación” por muchos autores y fueron incluidos en la Constitución de 1979
como una consecuencia del consenso alcanzado por constituyentes de izquierda,
centro y derecha, composición que no tuvo el CCD, inmensamente constituido por
constituyentes neoliberales y, por tanto, de derecha y ultraderecha. Palomino
Manchego denomina “pensamiento liberal” al que muchos autores, incluidos yo
mismo, denominamos “ideología neoliberal”.
También fue en cierto momento explícito sobre lo señalado, el
constitucionalista Enrique Bernales Ballesteros:
Imbuidos como estaban por
incluir la actividad económica en el país en el funcionamiento de un
neoliberalismo ortodoxo, el gobierno desmontó muchas de las organizaciones
laborales de los trabajadores y redujo el costo financiero para el Estado de
obligaciones provenientes de derechos adquiridos por los trabajadores en
materias económicas (….) En concreto y para lo que se refiere a esta
Constitución durante su vigencia en la década autoritaria de los noventa, su
aplicación fue fiel a la letra de su texto: neoliberalismo puro en lo económico y abierto sesgo autoritario en el
modelo político que consagra[8].
Coincido íntegramente con lo manifestado por Bernales en la
cita. Sin embargo, en el desarrollo del mismo artículo el autor opina, veinte
años después de la aplicación de la Constitución del 1993, que la misma ya se
ha convertido “en un instrumento útil para la democracia constitucional que se
vive en el país”9, planteamiento con el cual discrepo.
Constitucionalistas y políticos conservadores opinaron que la
principal causa que impulsó a Fujimori a convocar al CCD para elaborar una
nueva Constitución fue su pretensión de incluir una nueva Carta que permitiera
su reelección. No dudo que Fujimori tuviese esa intención, ratificada por el
empeño que tuvo luego en lograr –mediante una “interpretación auténtica”- la
re-reelección. Domingo García Belaúnde opinó que ”tenemos a la presente
Constitución, la de 1993, escrita fundamentalmente para satisfacer a una
persona: el Sr.Fujimori”10. En el mismo sentido, Lourdes Flores
Nano, también neoliberal, dijo que ”la verdadera razón y casi la única (…) para
la creación de la nueva Constitución es hacer viable la reelección”11.
Frente
a esa lógica exclusivamente jurídico-política, sostengo que una lectura
económico-política explica que la necesidad del gran capital de imponer la
lógica neoliberal fue la principal motivación para elaborar dicha Constitución.
Más que solo
saturar el significado y el contenido de la democracia con valores del mercado,
el neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas, los
sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el gobierno del
pueblo12.
Una lectura económico-política de la Carta de 1993 nos permite
constatar que su principal objetivo fue y sigue siendo el de consagrar
mulgación a la fecha”; Pensamiento Constitucional, 18, 2013, p. 6. (El resaltado es mío).
9
Bernales Ballesteros, Enrique; op. cit., p. 5.
10 García
Belaúnde, Domingo; citado por Mc Farland, María, artículo publicado en el New York University Journal of International
Law and Politics, vol. 33, 2, 2001, p. 8.
11 Flores Nano,
Lourdes; citada por Mc Farland, María, op. cit., p. 8.
12
Brown, Wendy; El
pueblo sin atributos. La secreta revolución del neoliberalismo; Editorial
Malpaso, Barcelona, 2016, p. 1
legalmente la inserción de la economía peruana
en el sistema capitalista neoliberal globalizado, y que las secuelas más
evidentes han sido y son la profundización del modelo primario-exportador, el
crecimiento de la informalidad, la imposibilidad de diversificación económica
(incluida la industria), la apertura ortodoxa al libre mercado y un mayor
sometimiento al gran capital transnacional.
La reelección de Fujimori era el mejor “candado” que se podía
ofrecer al gran capital extranjero para asegurar un programa autoritario de
largo aliento de privatizaciones y de eliminación de la soberanía nacional,
condición indispensable para la inserción en la lógica transnacional del
capital.
En el epílogo del libro Nueva
estructura del Estado peruano, que terminé de escribir en 1993 y fue
publicado el mismo año, advertí de la nociva tendencia que ya era perceptible
en ese momento:
La aceptación significativa
de algunos mitos neoliberales. La “mitología” neoliberal plantea, por ejemplo,
que la anhelada prosperidad solo se alcanzará cuando se acceda a la total
libertad del mercado, que la competencia nos otorga igualdad de oportunidades a
todos, que la crisis actual se debe a la dilación en la aplicación de políticas
de liberalización absoluta del comercio, del mercado, etc[9].
La trama constitucional es esencialmente neoliberal y su
impronta se ha trasladado a instituciones y leyes, a cosmovisiones y
comportamientos. Se ha trastocado la lógica de enunciación y defensa de
derechos por la lógica de generar las condiciones para el lucro, sobre todo del
capital transnacional pero también del comportamiento ciudadano, cada vez más
alejado de la participación, de la solidaridad y del conocimiento y defensa de
los derechos[10] de sí mismos y de
todos.
Uno de los pocos políticos y constitucionalistas peruanos que
identificó el carácter nocivo de la Constitución de 1993 es Francisco
Eguiguren. En agosto del 2011, siendo Ministro de Justicia, declaró a RPP
Noticias:
La Constitución de 1993
obstaculiza la transformación del país (…) su techo ideológico es el de un
Estado subordinado al interés privado (…) en esa línea que el Estado no tiene
por qué verse, desde una visión ideológica anacrónica, subordinado al interés individual,
porque éste, en la actividad económica, está guiado por un afán de lucro y
ganancia individual15.
Luego de una larga reflexión sobre la Constitución de marras,
ayudado por la lectura de varias constituciones de otros países, así como de
los aportes de varios autores, considero que no es posible emprender una
reforma parcial de la Constitución: la lógica neoliberal de la misma no
solamente está en el Título III, Del
régimen económico, Capítulo I, artículos 58-65 (título o temática
inexistente en todas las constituciones que he consultado), sino en la
formulación de los derechos de las personas (Título I, Capítulo I, Artículo 2),
De los Derechos Sociales y Económicos (Título
I, Capítulo II, en particular en los artículos 11 y 13, relativos a salud y
educación); en fin, de casi todos los Títulos y Capítulos, con pocas
excepciones que haré explícitos.
En
cuanto al “núcleo económico neoliberal”, que se ha convertido en lo más
preciado para el gran capital, preferentemente transnacional, considero que son
los artículos 58, 60, 62 y 63, los que le otorgan un carácter explícitamente
neoliberal, conforme a la concepción que los fundadores del neoliberalismo
conceptúan.
la época en
que se generó cada una. Los derechos de la primera generación fueron- y continúan
siendo- los clásicos derechos civiles y políticos; los de la segunda generación
emergen como derechos sociales, económicos y culturales (o derechos sociales,
en conjunto) con el constitucionalismo social del siglo XX; los derechos de la
tercera generación atisban, incipientemente, desde hace escaso tiempo, e
incluyen el derecho a la paz, a la cultura, a un medio ambiente sano, a la
comunicación e información, etc. Podrían denominarse derechos colectivos”.
15
Eguiguren, Francisco; declaraciones a RPP Noticias, 1º de agosto del 2011.
Son los artículos que en la Constitución de 1993 le dan un
sentido específico a lo que la propia Constitución denomina “Economía social de
mercado”. Los artículos del régimen económico, serían para algunos
constitucionalistas, como el argentino Germán Bidart Campos, que parece que
acuñó el término ”contenidos pétreos”; es decir, cláusulas que “si bien pueden
reformarse, no pueden alterarse, suprimirse o destruirse”[11],
en este caso porque otorgan sentido al conjunto de la Carta de 1993. Cualquier
neoliberal ortodoxo peruano defiende esa posición, a mi juicio deleznable pues
contradice el principio de la soberanía popular.
Fue el economista y sociólogo alemán Alfred Müller-Armack el
creador del término-concepto “economía social de mercado”, el cual es sinónimo,
para dicho autor, de “economía de mercado”,[12]
al postular que la economía privada es libre, promueve el libre comercio en
todos los casos y limita la intervención del Estado hasta el extremo de la
anulación de derechos fundamentales. Es por lo menos muy intrigante que el
señor Müller-Armack fuese, antes de escribir este libro luego de la segunda
guerra mundial, un pensador que perteneció al Partido Nazi (NSDAP) y dirigió,
por encargo de ese partido, el Instituto de Ciencias Económicas y Sociales de
la Universidad de Münster.
La Constitución de 1993 no considera en este importante
extremo el bienestar general. En efecto, el artículo 58 de la Constitución
dice, rotundamente: “La iniciativa
privada es libre”. Si tan solo en nuestra Constitución estuviese escrito:
“La economía privada es libre. Dicha libertad está condicionada por el interés
general”[13], entonces el
equilibrio entre la libertad individual de propiedad y el disfrute social de
dicha iniciativa sería posible. Pensemos, por ejemplo, en los derechos al agua,
a la naturaleza, al acceso igualitario a las diversas manifestaciones
culturales, a la información democrática, plurilingüe y multicultural, etc. La
formulación del artículo 58 de la Carta de 1993, además de rotunda, es
antidemocrática y antinacional.
El principio de subsidiariedad del Estado (artículo 62) reduce
en la práctica política que se impuso desde el año 1993, la intervención
pública a aquello que es supletorio a la iniciativa privada; o sea, aquello que
la iniciativa privada no quiere o no puede convertir en posibilidad de lucro[14]. La construcción y
administración de escuelas o postas de salud rurales, por ejemplo. Pero fallos
del Tribunal Constitucional y decisiones del Indecopi se sustentan en el
principio de que la iniciativa privada es libre y en el del rol subsidiario del
Estado. La falta de capacidad del Estado para cobrar impuestos justos,
equivalentes a los que pagan los pequeños propietarios, se ve imposibilitada
directamente por el Artículo 62 e indirectamente, por el 63. Esta incapacidad
redunda en falta de recursos para satisfacer necesidades básicas. El capital
nacional se ve ante la imposibilidad de competir con el transnacional y extranjero
por el artículo 63, por lo demás, único en el mundo.
La actual Constitución es perjudicial a la democracia y al
pueblo peruano cada día. Eso intentaré demostrar en el contenido de los
próximos capítulos.
En resumen, mi posición: es absolutamente necesaria para la
construcción de una sociedad más democrática y más justa, pues no hay
democracia sin justicia, la sustitución
de la Constitución del 93 por otra, mediante una Asamblea Constituyente donde
el consenso prime y no la imposición de una aplastante mayoría neoliberal.
Una nueva Constitución donde el principio de la solidaridad
reemplace al de la subsidiaridad, el bien común y el desarrollo sostenible sean
horizontes posibles, el Estado no sacrifique su función tuitiva y promotora del
bienestar de todos en función del afán de lucro de minorías, la libertad de
género se garantice, el trabajo se dignifique, la ciencia, la tecnología y la
innovación se posibiliten en beneficio de cada ciudadano y de la Nación.
El daño económico, político y cultural que la actual
Constitución causa al pueblo peruano es significativo. Así mismo, la tendencia
notoria al debilitamiento de las instituciones del Estado y a la corrupción de
las mismas, no puede ser comprendida sin tener en cuenta la lógica impresa por
la Constitución.
Debo agregar que la Constitución de 1993 fue ratificada
mediante referéndum el 31 de octubre del mismo año. La consulta popular se
produjo sin haber mediado un debate pluralista en la televisión.
Fujimori planteó la ratificación de la Carta Magna como una
consulta que ponía en consideración la opinión de la población sobre su propio
gobierno. En ese momento, Fujimori gozaba de una popularidad que bordeaba el
70%. Casi nada se explicó en esos medios, controlados o autocensurados, sobre
el contenido de la Constitución. A pesar de todos los elementos que deben estar
en juego en una elección tan importante, estos no se dieron, favoreciendo con
ello al Gobierno de Fujimori.
El resultado del referéndum, a pesar de la manipulación
mediática, fue muy ajustado: 52% a favor y 48% en contra. Las circunstancias en
que se produjo el proceso electoral de consulta popular fueron fraudulentas.
Al final del libro que concluí en 1993, ya citado, expresé:
Dada la
composición predominante de congresales (resultante de las elecciones) y
examinando las propuestas (o la carencia de ellas) creemos improbable que la
nueva Carta Constitucional se oriente al diseño de una nueva estructura del
Estado que de paso al auténtico ejercicio de la democracia. Por el contrario,
tememos que las tendencias actuales nos conducen en el sentido equivocado. Por
lo demás, creemos que en relación al régimen económico es imperativo un debate
profundo (….) Nos comprometemos en este empeño[15].
Veinticinco años después, abordo el cumplimiento de mi palabra
empeñada con los mismos ideales de servicio a la comunidad y desde la misma
perspectiva humanista, cuestionadora de la ideología neoliberal.
caPítulo ii
antecedentes
L |
a ideología neoliberal se instituye
formalmente en el siglo XX, a partir de 1947, con la conjunción de ideas de
aquellos que se reunieron en Mont Pèlerin (Vevey, Suiza) a mediados del año
1947, por iniciativa de Friedrich von Hayek, quien reunió a 36 pensadores,
economistas, sociólogos y políticos, predominantemente alemanes y austriacos.
De dicha reunión surgieron dos instituciones: la Mont Pèlerin Society y el Anuario ORDO,
palabra que buscó sintetizar un título muy largo: Jahrbuch fúr die Ordnung von Wirtschaft und Gesellschaft (que
traduzco libremente como: Anuario para la
ordenación de la economía y la sociedad).
Se trataba y se trata -pues dicha asociación sigue existiendo
hoy- de promover el neoliberalismo económico en el mundo, lo que implica la reducción
del rol del Estado en los procesos económicos, el favorecimiento del libre
comercio, la libre circulación del capital financiero, la privatización de
empresas estatales, la flexibilización laboral y la institucionalización de la
oferta y la demanda como único mecanismo para la fijación de precios de
cualquier bien o servicio.
Estas
y otras reglas para el funcionamiento de la economía y de la sociedad han
tenido y tienen un enorme impacto en todo el mundo, sintetizando las
características de la actual etapa del capitalismo. La globalización de la
economía (principal, aunque no exclusivamente en el plano financiero) debe
entenderse como una globalización neoliberal.
Como
resultado de la presión de los intereses del capital, muchos Estados han
adecuado sus legislaciones a la globalización neoliberal.
En casos extremos, las constituciones de algunos países han
incorporado la lógica neoliberal al funcionamiento de sus respectivos regímenes
económicos y sociales, además de crear o suprimir instituciones estatales,
reglas jurídicas e instituciones, acordes a dicha ideología.
Por estas razones, el análisis de las constituciones y leyes no puede ni debe restringirse
a los aspectos puramente jurídico-políticos, sino relacionarse a la economía
política, concretamente, a la mayor o menor presencia de la lógica neoliberal
en dicha normatividad.
Al haberse sancionado la Constitución peruana vigente desde
1993, luego de la aplicación de políticas neoliberales en Brasil, Argentina y
Chile, y luego de la elaboración del Consenso de Washington (CW), elaborado en
esa ciudad capital de los Estados Unidos de América (EUA), en el año 1989, por
instituciones controladas por ese país, como el Banco Mundial, el Fondo
Monetario Internacional y el Departamento del Tesoro de Estados Unidos, un cabal análisis de dicha Constitución
solo se puede emprender a partir de la comprensión del neoliberalismo y de sus
derivaciones institucionales y legales.
En
efecto, un integral análisis de las instituciones jurídicas y políticas así
como de la lógica que orienta la Constitución peruana de 1993, no debe
prescindir de tomar en cuenta el sentido de la construcción neoliberal y su
condicionamiento ideológico en el rol del Estado y, por tanto, del régimen
económico, de la estructura del Estado y de la concepción de los derechos,
sobre todo sociales, económicos y culturales. Estos asuntos atraviesan y le
otorgan una unidad de sentido a toda Constitución y son los que,
principalmente, nos dan indicios sobre las particularidades de la Constitución
peruana de 1993.
En
pocas palabras: no es posible una cabal comprensión de la Constitución vigente
en el Perú de hoy (2018) sin la comprensión de los contenidos neoliberales de
la misma.
Ese enfoque en el análisis de la Constitución peruana, quizá
la más neoliberal del mundo, es el que voy a desarrollar en los próximos
capítulos. Desarrollaré los contenidos del Consenso de Washington en el
siguiente capítulo.
Juzgo importante en el presente libro analizar brevemente
algunas ideas de varios pensadores que son anteriores a la iniciación del
neoliberalismo como ideología, en 1947:
• Bernard de Mandeville, Países Bajos
(1670-1733)
El egoísmo como virtud en la vida
socio-económica. En su obra La fábula de
las abejas, Mandeville desarrolla la tesis de la utilidad social del egoísmo. Según ella todas las leyes sociales
resultan de la voluntad egoísta de los débiles de sostenerse mutuamente para
protegerse de los más fuertes.
Si hay un
libro en la historia del pensamiento que destaque de otros no sólo por la
originalidad de su contenido sino por el originalísimo modo en que tuvo lugar
su producción, es La Fábula de las Abejas
de Bernard de Mandeville. La realización de esta obra comprende un período de
veinticuatro años y su germen primitivo fue un poema que no llegaba a treinta
páginas y llevaba por título El panal
rumoroso: o la redención de los bribones[16].
Su tesis principal es que las acciones de los hombres no
pueden ser separadas en correctas o incorrectas, y que los vicios privados
pueden contribuir al bien público mientras que las acciones altruistas pueden
en realidad destruirlo. Esta concepción de la vida social, tomada de la vida en
un panal de abejas, el autor asume que esa realidad es perfectamente trasladable
a la de los seres humanos. Este médico afirma que los vicios de los ciudadanos particulares son elementos necesarios al
bienestar y a la grandeza de una sociedad.
Por lo que a
mí toca diré, sin la menor consideración al amable lector ni a mí mismo, que concibo
al hombre... como un compuesto de varias pasiones y que todas, a medida que se
las provoca y van saliendo a la superficie, lo gobiernan por turno, quiéralo o
no[17].
Esta manera de entender al individuo y a las sociedades
humanas explicita, de una manera poco común (pues muchos, aunque coinciden, no
lo explicitan tan claramente) la idea que la economía puede impulsar la
inmoralidad y ello puede ser provechoso económicamente. “El recorrido por las
motivaciones de los actos humanos le da a Mandeville la prueba de que no hay en
ellas el menor asomo de virtud, pero sí egoísmo, mentira e hipocresía en
abundancia”[18].
Egoísmo e inmoralidad no solamente son “efectos colaterales”,
como se diría en el lenguaje actual, sino naturales y convenientes
económicamente.
A mi juicio, pocos siglos después, estas ideas forman parte o
son muy tomadas en cuenta por los economistas y pensadores neoliberales.
• Vincent de Gournay, francés (1712-1759)
Uno de los fundadores del liberalismo
económico. Generalmente, diversos autores consideran a De Gournay como pensador
fisiócrata. Fisiócratas clásicos como Quesnay y Turgot, enfatizaron que la
propiedad de la tierra era la base de la riqueza económica. De Gournay, de
acuerdo en términos generales con el pensamiento fisiocrático, tomó distancia
de los demás fisiócratas en este punto, pues consideró a la industria y al
comercio también como fundamentos de la riqueza.
La fisiocracia es una escuela de pensamiento económico que
se desarrolló, principalmente, en el siglo XVIII fundada por François Quesnay
en Francia. Afirma la existencia de una ley natural por la cual el buen
funcionamiento del sistema económico está asegurado sin la intervención del
Estado. El origen del término fisiocracia proviene del griego y quiere decir
«gobierno de la naturaleza».
El economista De Gournay acuñó la frase Laissez faire, laissez passer, le
mond va de lui mème (tradicionalmente
traducida como “Dejar hacer, dejar pasar, el mundo va por sí mismo”), que
sirvió y sirve de guía al actual pensamiento neoliberal.
Fue un adversario de la intervención del Estado en los
procesos económicos. También formuló la idea por la cual el mercado era guiado
por una supuesta mano invisible, lo
que conduce a plantear que cualquier intervención del Estado es perniciosa para
la economía y la sociedad. Los neoliberales de nuestra época son adversarios de
la intervención del Estado en la economía y partidarios, por tanto, de la
teoría de la mano invisible.
Los
fisiócratas se convirtieron en los paladines del liberalismo económico, del
libre cambio y de la no intervención gubernamental en los asuntos de la
economía. También, del individualismo económico, pues creyeron que la armonía
del orden natural se traducía en la armonía de los intereses individuales y los
de la sociedad[19].
El libre cambio y la no intervención del Estado en los asuntos
de la economía son recogidos hoy por los neoliberales.
• François de Quesnay, francés (1694-1774)
Médico, líder del pensamiento fisiocrático. Quesnay, médico personal del rey Luis
XV, publicó el Tableau Économique en
1758, acompañado de un suplemento Maximes
Générales du Gouvernement Économique
d’un Royaume Agricole.
Es considerado como el pensador fisiócrata por excelencia y
principal difusor de dicho pensamiento económico.
Seguidor de la teoría del “orden natural”, consideró que ello
justificaba, por sí solo, la riqueza obtenida por el propietario, sin tomar en
cuenta el trabajo del ser humano como factor fundamental en el proceso de
generación de dicha riqueza.
El
excedente agrario sobre los costes de producción es un don que brota
gratuitamente de la naturaleza; ésta origina la creación física
de bienes cuyo producto neto (o excedente) es la base que sustenta a toda la
sociedad[20].
La ley natural “más ventajosa” es “conseguir la mayor
satisfacción con el menor gasto, con la menor fatiga”. Es por esto que se opuso
a las barreras aduaneras, pues estas impiden el libre desarrollo de la economía
y hacen más complicadas las actividades económicas. También en relación a este
principio económico decía que cada persona debía actuar individualmente por su
bienestar propio y de esta forma se alcanzaría las metas de la sociedad.
Defendió la libertad del comercio pues es la política más justa, segura y útil
para la nación.
Individualismo y libre comercio, ideas que subsisten y forman
parte del neoliberalismo de nuestros días.
• Jacques Turgot, París (1727–1781)
Fue un político y economista francés,
cofundador de la escuela de pensamiento económico conocida como fisiocracia,
considerada como la primera escuela económica propiamente tal que haya existido
en la historia, tenía como principal bandera de lucha el eliminar al máximo la intervención estatal.
Su premisa básica era que se debía, ante todo, respetar el
orden natural. Para los fisiócratas, los intereses individuales se armonizan
espontáneamente, al igual que la naturaleza, por lo que la autoridad estatal
debe incidir lo menos posible en la economía. Como señalé, el orden natural, es
un “principio básico de la escuela fisiócrata. La naturaleza, regida por la ley
natural, es la que debe gobernar todas las instituciones humanas. El nombre de
fisiocracia, extraído del griego, tiene precisamente este significado:
fisis=naturaleza y cracia=gobierno”[21].
El interés individual coincide siempre con el interés general
en el mercado libre. El interés individual, que en una sociedad desigual es
manejado por el propietario, tiende a menospreciar al salario de los
trabajadores. “Los salarios, tanto de los labradores como de los obreros, se
determinan en el mínimo de subsistencia debido a la competencia entre ellos
mismos; como el trabajador no tiene más que sus brazos, se ve obligado a vender
su esfuerzo a cambio de un salario con el que “no se gana más que la vida”[22].
Aquello de identificar el interés individual con el interés
general como principio “ordenador” de la economía y de la sociedad juega un rol
fundamental en la ideología neoliberal contemporánea. También la propuesta de
eliminar al máximo la intervención estatal en los procesos económicos.
•
Adam Smith
(1723 –1790)
Economista y filósofo escocés, considerado el
mayor exponente de la economía clásica. Es autor de la obra An inquiry into the nature and causes of the
wealth of nations, conocida como La
riqueza de las naciones (1776), acerca del proceso de creación y
acumulación de la riqueza, temas ya abordados por los fisiócratas, pero sin el
carácter científico de la obra de Smith. Fue, para muchos, el primer estudio
completo y sistemático sobre el tema.
A la obra de Smith se la conoce como el principal aporte a la
economía moderna. Estudia la división del trabajo, la moneda, el mercado,
naturaleza y origen de la riqueza, precio de las mercancías, beneficios,
acumulación de capital, etc.
Sustenta su pensamiento, como los fisiócratas, en la idea de
un orden natural, proyectando tal idea al concepto más elaborado y con mayores
consecuencias de “sistema de libertad natural”, es decir, que el libre
ejercicio del interés individual favorece al interés general, al bien común,
mediante la libre empresa, libre
comercio y libre competencia.
A diferencia de los fisiócratas, afirma que la libertad de
mercado requiere de un complejo de instituciones estatales que la garantice,
siendo, en este aspecto, un antecesor directo de los pensadores neoliberales de
dos siglos después.
Proscritos enteramente todos los sistemas de preferencia o de
restricciones, no queda sino el sencillo y obvio sistema de la libertad
natural, que se establece espontáneamente y por sus propios méritos. Todo
hombre, con tal que no viole las leyes de la justicia, debe quedar en perfecta
libertad para perseguir su propio interés como le plazca, dirigiendo
su actividad o invirtiendo sus capitales en concurrencia (en este contexto, se
refiere a competencia o competición) con cualquier otro individuo o categoría
de personas[23].
En el sentido que se señala en la cita precedente, su esfuerzo
científico es también, a mi juicio, una construcción ideológica.
Su ataque a los capitalistas, referidos a su afán monopólico y
a su constante “conspiración contra el público” es más una requisitoria moral
que una crítica al funcionamiento del capital, que como Marx señala
posteriormente, tiende, por lógica intrínseca, a concentrarse y centralizarse
en unos pocos acaudalados y, como contrapartida, conduce al desempleo y a una
depreciación de salarios de los trabajadores.
•
John Locke,
médico inglés (1632- 1704)
Considerado como uno de los más influyentes
pensadores del empirismo. Su formación como médico lo conduce -como en otros
casos ya citados- a considerar que la propiedad privada corresponde al propio
metabolismo humano.
El fin principal -y podríamos decir único- del gobierno
debiera ser la defensa de la vida y la libertad para poder asegurar la
propiedad.
Locke planteó que la propiedad es anterior al Estado y que
éste surge precisamente para asegurarle a cada persona que su propiedad estará
protegida. Es considerado como uno de los principales pensadores que forman
parte del liberalismo clásico.
Locke sostuvo una defensa de la propiedad privada en su libro Ensayo sobre el gobierno civil, en el que postuló que todo hombre nace
con determinados derechos naturales que el Estado debe proteger. En primer
lugar, el derecho a la propiedad privada.
Su concepción del mundo, sustentada en el “orden natural”, deriva en su
planteamiento por el cual la sociedad está gobernada por un conjunto de leyes
naturales, tal como en el universo.
Esto lo condujo a postular que es la ley natural, y no una ley
humana, la que debe fijar las tasas de interés y el valor de las monedas.
En otras palabras, una justificación del origen “natural” del
libre juego de la oferta y la demanda. Y la pretensión de considerar un absurdo
que la autoridad pretenda fijar reglas de juego en la economía.
Esta teoría, que puede ser comparada con la de la “mano
invisible” que conduce el mercado, es parte de la concepción neoliberal actual.
A mi juicio, es anticientífica y se aproxima a
la de una creencia religiosa, o si se quiere, a ”una supersticiosa exaltación
del mercado”[24].
• David Ricardo, economista inglés (1772- 1823)
Un liberal ortodoxo, partidario de políticas
económicas que impulsen el crecimiento
económico en base a garantizar a los capitalistas altos márgenes de beneficio.
Plantear el crecimiento como objetivo y no el desarrollo, es parte del lenguaje
y de la acción de los neoliberales de nuestros días. Existe la creencia en el
pensamiento neoliberal que el crecimiento por “chorreo” va a beneficiar a
todos. Eso se ha demostrado que no es cierto.
Asegurar altos márgenes de beneficio para tratar de lograr
dicho crecimiento es parte también del discurso y de la acción neoliberal que
ha conducido a la apertura de la economía a capitales -externos a cualquier
precio, en el supuesto que el ansiado crecimiento construido, en este caso,
sobre el modelo primario-exportador- va a generar condiciones para la mejora
del nivel de vida de toda la población, pasando por alto que vivimos en una
economía desigual (América Latina es la región más desigual del mundo).
David Ricardo planteó que los salarios no podían -ni debían-
elevarse sobre el nivel de la mera subsistencia.
En su obra más importante, Principios
de Economía Política y Tributación (1817), expone teorías basadas en sus
estudios sobre la distribución de la riqueza. En lo concerniente al comercio
internacional, enfatizó la importancia de la especialización de los países en
determinados bienes de exportación y defendió la libre competencia. Según este
autor, un país debe especializarse en mercancías que le otorguen ventajas
comparativas, tesis que lo condujo a defender el libre comercio.
Los Tratados de Libre Comercio (TLC) actuales son una parte
del contenido esencial del neoliberalismo. Sus impulsores fundamentan la
necesidad de los TLC, principalmente por la búsqueda de facilitar la inversión
extranjera en nuestro país y las recíprocas facilidades que el capital nacional
debe recibir cuando invierta en aquel país con el que firmó el TLC. Lo cierto
es que esa apertura a las inversiones extranjeras se sustenta, a su vez, en la
estimulación del crecimiento económico, que es la “medida” por excelencia, del
éxito económico de un país gobernado por neoliberales. Y es cierto que sin
crecimiento económico no hay desarrollo posible. Pero también es cierto que el
crecimiento es una condición indispensable más no suficiente para el
desarrollo. El crecimiento sin equidad tiende a favorecer el aumento de la
desigualdad y a consolidar un modelo primario-exportador con poca intensidad en
creación de mano de obra y sin planificación posible.
La estructuración de nuestras economías bajo la teoría de las
“ventajas comparativas” como una verdad absoluta, ha conducido a la economía
peruana a renunciar a toda diversificación y a una dependencia nociva de la
exportación de minerales
Ricardo defendió la tesis de que los salarios reales tienden
“de forma natural” hacia un nivel mínimo, que corresponde a las necesidades
mínimas de subsistencia de los trabajadores. Cualquier incremento en los
salarios por encima de este nivel provoca que las familias tengan un mayor
número de hijos y por tanto un incremento de la población, y el consiguiente
aumento de la competencia por obtener un empleo hará que los salarios se
reduzcan de nuevo a ese mínimo.
Una tesis despiadada que, sin duda, se está aplicando en la
economía neoliberal peruana.
• Jean-Baptiste Say, economista francés
(1767-1832)
Un pensador liberal de gran significación para
su época y, a mi juicio, con influencia en las ideas neoliberales actuales.
En su libro más influyente, Tratado de economía política, sentenció que “los particulares
fabrican a menos costa que el Gobierno”[25]
(usaba indistintamente los términos Gobierno y Estado), idea-fuerza que señala
su afán privatista de todo tipo de propiedad, aunque hace la salvedad de que el
Estado es necesario para la construcción de caminos, puertos e infraestructura
que apoye la producción privada[26].
Hizo hincapié en el
impacto negativo que, según él,
producen los impuestos sobre la labor empresarial y la creación de riqueza,
impacto que se ve reflejado a lo largo del proceso de producción y del
crecimiento económico, puesto que los impuestos redundan en una reducción de
producción que resulta en reducción de demanda en un círculo vicioso negativo
para todos.
Con este aserto, contribuyó a la idea neoliberal, muy
difundida modernamente, de la exoneración de impuestos. Asunto que en el Perú,
por ejemplo, condujo a la defensa de la exoneración de impuestos por siempre,
consagrada en la Constitución de 1993, art. 62: “Los términos contractuales no
pueden ser modificados por leyes u otras disposiciones contractuales de
cualquier clase”.
Planteó que los productos se cambian por otros productos: el hombre es insaciable y siempre quiere
más; por lo tanto, para poder intercambiar mercancías por dinero, y este a
su vez por otras mercancías, necesita en primer lugar vender mercancías por
dinero. El dinero es solamente un facilitador de cambio. La consideración de la
insaciabilidad del hombre como un hecho natural, tiende a justificar la
acumulación de capital sin límite, lo que conduce a aceptar la condición
inevitable de la desigualdad económica y de las enormes desigualdades también
sociales que se dan en nuestro medio.
• Herbert Spencer, sociólogo inglés (1820-1903)
Intentó desde la teoría evolucionista de
Charles Darwin establecer las leyes generales del progreso humano, trasladando
la “supervivencia del más apto” al plano social desde lo biológico.
Las consecuencias de este error son varias. Se justifica así
la conquista de un pueblo por otro, pueblos subyugados como consecuencia de la
selección natural, sin alternativa histórica para ellos, su destino es ser
colonizados y sucumbir. Afirmó que los pobres eran pobres porque eran
biológicamente inferiores, los negros eran esclavos como resultado de la
selección natural, los blancos superiores por ser los más aptos.
Spencer era más bien adepto del “liberalismo”, de la no
intervención del Estado (una de sus obras, aparecida en 1850, lleva el título El derecho a ignorar al Estado).
Defendió la idea de que el Estado no debe intervenir en los
procesos económicos por ser nociva, intrínsecamente, cualquier intervención.
Tal como apunta el neoliberalismo actual y precisa el Consenso de Washington.
El
darwinismo social tiende a justificar la lógica del dominio de los más fuertes
sobre los más débiles. Las políticas sociales que tiendan a revertir dicha
tendencia, no solamente no se justifican, sino deben ser desterradas.
La “naturalización” del dominio y de la desigualdad social es
parte de la cosmovisión neoliberal.
caPítulo iii
reflexiones en torno a las ideas de base del
liberalismo Político y del liberalismo económico
L |
a distinción entre liberalismo político y
liberalismo económico es muy importante. Hay varios autores de diversas
especialidades que identifican liberalismo económico con liberalismo político.
Algunos han escrito, airados, sobre el
“equivocado afán” de distinguir entre ambos.
Está muy generalizada en la
actualidad la distinción semántica entre los dos liberalismos, distinción que
incluso aparece en algunos tratados de teoría política, llegándose a concebir
posiciones antagónicas detrás de cada uno de ellos. Uno designaría la filosofía
política de la libertad y del progreso intelectual; esta acepción liberal sería
aceptada generalmente y hasta reivindicada como parte de la ideología de las
fuerzas políticas más “progresistas”. El otro, el liberalismo económico, no ha
tenido tanta suerte. Se le han imputado todos los males existentes en las
sociedades capitalistas[27].
Las revoluciones europeas, generalmente producidas por una
alianza de facto entre sectores populares y burgueses contra monarquías
absolutistas, que devinieron en el control del poder político y económico por
las respectivas burguesías y que se produjeron, mayoritariamente, entre 1789 y
1848 dieron lugar a un nuevo tipo de Estado que los historiadores denominan “liberal”. La ideología que sustentaba
estos regímenes es el denominado liberalismo. Algunos autores consideran que
tales términos se usaron por primera vez, en idioma castellano, a propósito de la
Constitución de Cádiz de 1812.
Por Estados liberales, se consideran aquellos sustentados en
constituciones en las que impera la vigencia de las libertades individuales en
la medida que se consagraron derechos individuales, civiles y políticos
(derecho a elegir, a ser elegido, a reunirse, a las libertades políticas, etc).
Por extensión, luego de la Constitución de Querétaro de 1917
(México, la primera en llevar al Derecho positivo los derechos sociales) y la
Constitución de Weimar de 1919 (que incorpora con mayor rigor los derechos
económicos), se denominó Estado liberal a aquellos que, incorporando dichos
derechos, continuaron construyendo su estructura de poder del Estado en base al
principio de la independencia y equilibrio entre sí de los poderes Ejecutivo,
Legislativo y Judicial, para evitar cualquier tiranía. Con el transcurso del
siglo XX, liberalismo político significó respeto y promoción de las libertades
ciudadanas y, antes que ello, vigencia de los derechos y deberes ciudadanos,
consagrados primero por la Declaración de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano (Asamblea Nacional de Francia, 1789) y, luego, más desarrolladamente,
en la Declaración de los Derechos Humanos (Naciones Unidas, Diciembre de 1948).
Algunos juristas hacen hincapié en que el Estado Liberal solo
puede imperar cuando hay “Estado de Derecho”, concepto que merece un debate
aparte. Únicamente nos detendremos en el tema de la división de poderes como
elemento central de un “Estado de Derecho” en las democracias liberales.
Fueron Locke y, sobre todo,
Montesquieu quienes plantearon esta clásica división. El poder y las decisiones
no debían concentrarse para evitar la tiranía. Así pues, debían existir órganos
de poder distintos que se controlarían unos a otros, todo articulado en un
sistema de equilibrios y contrapesos. La división de poderes se convirtió en un
puntal básico de las Revoluciones liberales porque atacaba de lleno una de los
pilares de la Monarquía absoluta[28].
Manuel Benza Pflücker
Locke no coincide con Montesquieu (que fue posterior) en la
concepción de los tres poderes como iguales e independientes porque subordina
al poder legislativo los otros dos. Es, por tanto, Montesquieu quien traza la
división de poderes que fue y sigue siendo uno de los pilares del “Estado de
derecho” en las democracias liberales.
Para llegar
a la postulación de los tres poderes independientes y autónomos entre sí,
Montesquieu partió de su afán de asegurar lo mejor posible la libertad
política. Con este objetivo, “el sistema jurídico distribuye el poder del
Estado en tres órganos: el Legislativo, representante de la voluntad general
del pueblo que expresa a través de las leyes; el Ejecutivo, encargado de dar
cumplimiento a dicha voluntad, y el Judicial, que juzga los delitos y las
diferencias entre particulares”[29].
Al utilizar como foco el tema del sistema jurídico para
Montesquieu, la autora citada, Claudia Fuentes, anota que: “El principio de
distribución jurídica correspondería a una forma de organización moderna en la
que las funciones del Estado se
relacionan con instituciones y no con clases sociales”[30].
De esta manera no aborda, sino que separa lo político de lo económico, asimilando de paso las ventajas
económicas de la monarquía existente en ese tiempo a las ventajas que hoy, y
por extensión, tiene el discurso de quienes predican democracia y justifican,
al mismo tiempo -esgrimiendo la entelequia liberal de Montesquieu- ventajas
antidemocráticas al capital extranjero, nacional, o en alianza, sin que por
ello consideren que están atentando contra la democracia.
Mi posición, y la de muchos, es la de considerar que debe de
defenderse la democracia y la división de poderes, pero que, siendo la
democracia un “tipo ideal” en el sentido que otorgó a este concepto Max Weber
(un horizonte que sirve de referencia hacia el futuro, pero que nunca se
alcanza), la lucha por alcanzar mejores niveles democráticos no solo es
político-institucional, sino económico y cultural.
Considero, por ello, que junto a este liberalismo político, el
Estado burgués del siglo XIX hasta nuestros días está asentado en el
liberalismo económico: un conjunto de teorías y de prácticas al servicio del
gran capital, antes predominantemente de origen industrial y, hoy, financiero y
transnacional.
La esencia del liberalismo económico fue la no intervención
del Estado en los procesos económicos, sociales, financieros y empresariales.
Hoy, y desde 1947, se le denomina “neoliberalismo”.
Se puede comprender por ello que el tránsito del liberalismo
económico, que se forjó desde el siglo XVIII y se fortaleció hasta comienzos
del siglo XX, hacia el neoliberalismo formalmente creado como ideología
dominante, no fue traumático: se dio de manera pacífica.
Las ideas de Mandeville, Gournay, Quesnay, Turgot, Adam Smith,
Locke, David Ricardo, Say, Spencer y otros, fueron antecedentes asumidos en
mayor o menor medida por los neoliberales de nuestra época, que ajustaron las
ideas precedentes a la ideología neoliberal que pretende aplicar las nociones
económicamente liberales precedentes al presente, más complejo y mundializado.
La
aseveración de que el neoliberalismo es profundamente destructivo para el
carácter y el futuro de la democracia en cualquiera de sus formas tiene su
premisa en un entendimiento de éste, el neoliberalismo, como algo más que un
conjunto de políticas económicas, una ideología o una reconfiguración de la
relación entre el Estado y la economía. Más bien, como un orden normativo de la razón que, a lo largo de tres décadas, se
convirtió en una racionalidad rectora amplia y profundamente diseminada, el
neoliberalismo transforma cada dominio humano y cada empresa —junto con los
seres humanos mismos— de acuerdo con una imagen específica de lo económico.
Toda conducta es una conducta económica, todas las esferas de la existencia se
en-
Manuel Benza Pflücker
marcan y
miden a partir de términos y medidas económicas, incluso cuando esas esferas no
se moneticen directamente. En la razón neoliberal y en los dominios que
gobierna, sólo somos homo oeconomicus, y lo somos en todos lados, una figura
que por sí misma tiene una forma histórica específica[31].
El núcleo de las ideas económicas de los autores citados fue
recogido por los neoliberales Ludwig Von Mises, Friedrich Von Hayek, Walter
Eucken, Alfred Müller-Armack, Heinrich Von Stackelberg, Wilhelm Röpke, Karl
Popper, Milton Friedman, Fritz Machlup, Friedrich Lutz, Daniel Villey, Margaret
Thatcher, Román Escolano, Luis de Guindos, Emmanuel Macron y otros en América
Latina, como Hernán Büchi, Carlos Boloña, Domingo Cavallo, Salinas de Gortari,
Vicente Fox, Felipe Calderón, Pedro Pablo Kuczynski, Carlos Menem, Fernando
Henrique Cardoso, Mauricio Macri, Nicolás Dujovne, Iván Duque, Alberto
Carrasquilla, Jorge “Tuto” Quiroga, César Gaviria, Mauricio Cárdenas, José
Ramón Valente, Hernando de Soto y otros, entre jefes de Estado, ministros e
ideólogos.
Por último, los conceptos de liberalismo y, por ende, de
neoliberalismo, parten de lo que les da origen y sustento: el concepto de libertad. Por razones puramente
instrumentales vamos a utilizar ambos conceptos derivados de libertad, pero no
porque aceptemos que la libertad se da “naturalmente” o proviene de “leyes
naturales”. En ello acepto explícitamente el raciocinio de Friedrich Engels,
quien en el Anti-Düring, precisa:
La libertad
no reside pues en una soñada independencia de las leyes naturales (…); la
libertad consiste, pues, en el dominio de nosotros mismos y de la naturaleza
exterior, basado en la conciencia de las necesidades naturales; es por tanto un
producto del desarrollo histórico (…) cada paso dado en la senda de la cultura
será un paso dado en la ruta de la libertad.[32]
De ello se deriva que las libertades no sean concedidas por
igual a todos los ciudadanos, sino que su ejercicio real dependa de la
ubicación que individuos y grupos tengan en cada estructura de poder
económico-social.
caPítulo iV
el consenso de WashinGton
L |
a formulación del llamado “Consenso de
Washington” se debe a John Williamson, economista norteamericano, quien redactó
el documento titulado Lo que Washington
quiere decir cuando se refiere a reformas de las políticas económicas, en 1990. El escrito plantea diez temas de
política económica en la línea de la ideología neoliberal, en los cuales, según
el autor, “Washington” está de acuerdo en su afán de promover el crecimiento de
las economías latinoamericanas y de países que ellos llaman “emergentes” y que,
a mi juicio, deben denominarse subdesarrollados. “Washington” significa, en
este contexto, el aparato político-económico-intelectual, integrado por
organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional, el Banco
Mundial, el Departamento del Tesoro de EUA, el Congreso de los EUA, la Reserva
Federal, altos cargos de la Administración y grupos de expertos.[33]
La compulsión de expansión del capital a mercados
latinoamericanos requería y requiere para los grandes capitales mineros,
financieros y especulativos, un marco de condiciones propicias a dichas
inversiones que aseguren la estabilidad, integridad y libertad de las mismas.
Ello implicaba e implica para los inversores de dichos capitales la operación
de reformas en la administración de los Estados, de manera que puedan otorgar
seguridades y ventajas a dichas inversiones de capital.
De
esa necesidad surgió el “Consenso de Washington”, un documento que, al ser
llevado a la práctica por los países receptores, tiende a limitar la soberanía
de los mismos.
¿Por qué los países latinoamericanos se acogieron y se acogen
a dichas condiciones, condicionantes de sus propias políticas internas?
Por un lado, es cierto que muchas administraciones no ofrecían
o no ofrecen condiciones de estabilidad económica. Pero, por otro lado, la
presión por el crecimiento, aunque sea bajo modelos extractivos y
primario-exportadores, fue y es aceptada por varios países para obtener
soluciones temporales al enorme subempleo y al desempleo, así como a los
visibles déficits en infraestructura vial y de servicios básicos. En muchos
casos se recurre al déficit monetario para solventar sueldos y otros gastos
urgentes.
Las corrientes de capitales
que llegan a países en desarrollo como los latinoamericanos vienen atraídas por
ciertas condiciones domésticas del país receptor, que intenta adaptarse al
paradigma de los mercados eficientes, condensado en el Consenso de Washington y
que propone la apertura y liberalización económica, la privatización de
empresas públicas, la desregulación de mercados y un fuerte manejo
macroeconómico a indicadores como el de la inflación. Durante los 90, la
afirmación de tales políticas fue la clave para asegurar el ingreso y la
sostenibilidad del capital externo. Es así como los países de la región
comenzaron a implementar cambios de vasto alcance cuyo objetivo final era
recortar el papel histórico del Estado en la promoción del desarrollo y además,
modificar el balance tradicional entre los mercados nacionales
y el mercado internacional.
Frente a esta tendencia, algunos países fueron más complacientes que otros[34].
La dominación económico-financiera de parte del “centro”
(economías desarrolladas dominantes) hacia la “periferia” (economías
subdesarrolladas dominadas) del capitalismo se incrementa, ya no solamente por
la asimetría de poder y la división internacional del trabajo (el centro
produce manufacturas relativamente más caras que la periferia, que produce
principalmente materias primas), sino por la intervención directa del FMI y del
BM en nuestras economías, lo que genera alivio temporal al costo de la sujeción
de las mismas a las condiciones impuestas por el Consenso de Washington.
Los países latinoamericanos se vieron obligados a adoptar
rigurosos programas de ajuste económico para, además de alcanzar la estabilidad
económica y social, responder a los compromisos de la deuda internacional. Los
países deudores podían acceder a nuevos dineros provenientes de los organismos
multilaterales de crédito y también la de la banca comercial, siempre y cuando,
implementaran un profundo plan de reformas tendientes a una mayor apertura
comercial, la liberalización de los mercados financieros nacionales y de los
flujos de capital con el exterior, así como la reducción del papel protagónico
del Estado como agente económico, con el fin de favorecer el emprendimiento
privado.
Se consideraba prioritario reducir el déficit fiscal y
controlar los devastadores procesos hiperinflacionarios que habían afectado a
gran parte de los países de la región. De esta manera, los organismos
multilaterales fueron los encargados de difundir en la región la implementación
de medidas neoliberales: reducción del
papel público en la economía, disminución de los gastos sociales,
privatizaciones, reforma fiscal favorable al capital, desregulación del mercado
laboral, abandono de aspectos fundamentales de la soberanía de los Estados,
supresión de los controles de cambio, desregulación de los intercambios
comerciales, impulso a las operaciones bursátiles (...). Todas estas
medidas son aplicadas en dosis variables según la relación de fuerzas sociales[35].
Las políticas económicas del Consenso de Washington combinan
asuntos de “sentido común” con recomendaciones invasivas en relación a las
políticas internas dirigidas a facilitar la inversión extranjera, a la
liberación comercial y financiera, a asegurar una política sistemática de
privatizaciones de manera que bienes y servicios públicos dejen de ser
propiedad estatal y se conviertan en propiedad de grandes capitales,
principalmente extranjeros y se desregule la economía por parte del Estado.
Dichas recomendaciones son:
1.
Disciplina presupuestaria.
2.
Cambios en las prioridades del gasto público.
3.
Reforma fiscal encaminada a buscar bases
imponibles amplias y tipos marginales moderados.
4.
Liberalización financiera, especialmente de los
tipos de interés.
5.
Búsqueda y mantenimiento de tipos de cambio
competitivos.
6.
Liberalización comercial.
7.
Apertura a la entrada de inversiones extranjeras
directas.
8.
Privatizaciones.
9.
Desregulaciones.
10.
Garantía de los derechos de propiedad.
Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo
(PNUD), el principal problema de la aplicación de las políticas del Consenso de
Washington en Latinoamérica es que se trata del subcontinente más desigual del
mundo. Tal desigualdad tiende a profundizarse con la aplicación de dichas
políticas.
Uno de los ideólogos fundacionales del neoliberalismo, quizá
el más ortodoxo, Ludwig von Mises, llegó a considerar al mercado como lo único
que podía conducir a mejorar la condición de vida de las poblaciones. Por
tanto, toda limitación o regulación del mercado era nociva. La búsqueda del bien común o de la solidaridad como objetivos, los consideró vallas para para mejorar
el nivel de vida.
A mi juicio, la lectura de las cinco primeras recomendaciones,
que en cualquier contexto, son de “sentido común”, debe hacerse tomando en
cuenta las consecuencias casi siempre negativas, de las cinco siguientes. Por
ejemplo: las medidas que apuntan a favorecer las inversiones extranjeras
directas (IED) tienden a favorecer inversiones con muy baja intensidad en mano
de obra y alta intensidad en capital, como es el caso de la gran minería o del
capital financiero.
Ello tiende a fomentar el crecimiento del subempleo y, en
menor rango, del desempleo, por la particular habilidad de nuestro pueblo para
crearse su propio empleo (por lo general, precario y mal remunerado). Ello va
en contra de los derechos humanos, y particularmente, de los derechos
laborales, que por eso son flexibilizados en favor de las cada vez menos (en
términos relativos) empresas formales. La creciente informalidad anula la
pretensión de convertir en realidad la recomendación Nº 3.
Según el economista estadounidense Joseph Stiglitz, pues, los
objetivos de la política económica no pueden ser reducidos al incremento del
PBI. Se deben incluir:
Ø La
mejora de los niveles de vida (incluyendo educación y salud).
Ø Un
desarrollo sostenible ecológica y políticamente (en el sentido de que las
políticas aplicadas puedan resistir las vicisitudes del proceso político).
Ø Un
desarrollo igualitario.
Ø Un
desarrollo democrático (incluyendo la participación consciente de los
ciudadanos en las decisiones colectivas que les afectan de tantas maneras)[36].
El problema, sostengo, es que no se trata de “añadir” lo que
no se puede. Los buenos deseos de Stiglitz no son realizables. Mejores niveles
de vida, desarrollo sostenible desde una perspectiva ecológica e institucional,
desarrollo igualitario y democrático son buenos deseos incompatibles con la
naturaleza y el funcionamiento del “Consenso”.
Mejores niveles de vida para toda la población en sociedades
inequitativas que agudizan su inequidad por el Consenso de Washington, es
imposible.
Desarrollo sostenible desde una perspectiva ecológica y
política cuando lo que se promueve son inversiones mineras que en muchos casos,
por la fuerza económica de los lobbies
que acompañan a dicha inversión, se transforma en un negocio que tiende a
perjudicar el medio ambiente y tiende también a corromper aún más las
instituciones estatales que son endebles, tal como se ha comprobado en los
innumerables casos de corrupción en que las transnacionales han participado.
Sin duda, la tarea del combate a la corrupción es responsabilidad de los
Estados receptores de la inversión extranjera, pero no se puede negar que, como
repito, en muchos casos, dichas transnacionales han perfeccionado métodos para
encubrir sus fechorías al interior de la administración pública de los Estados
latinoamericanos y peruano en particular.
Menos aún, es pensable que un conjunto de políticas económicas
destinadas preferentemente a favorecer la inversión extranjera, pueda promover
desarrollo igualitario y democrático.
Lo que pide Stiglitz es parte de su concepción. Razón tiene el
jesuita José María Serrano en afirmar que el Consenso de Washington se ha
convertido en una ideología42.
ment Economics, 1998, Washington, 1999, pp. 9-10.
42 Serrano,
José María; “Consenso de Washington: ¿Paradigma económico del capitalismo
triunfante?”, Revista de Fomento Social,
Vol. 55, España, 2000, p. 44.
José Antonio Ocampo, un crítico benévolo del CW, sostiene que
los problemas fundamentales del “Consenso de Washington” radican en cuatro
áreas:
a) su
concepto restringido de estabilidad macroeconómica, un tema sobre el cual se
han logrado algunos avances en los últimos años; b) su falta de atención al
papel que pueden cumplir las intervenciones de política en el sector productivo
para inducir la inversión y acelerar el crecimiento; c) su inclinación a
sostener una visión jerárquica de la relación entre las políticas económicas y
sociales, que adjudica a las segundas un lugar subordinado; y por último, d) su tendencia a olvidar que son los
ciudadanos quienes deben elegir las instituciones económicas y sociales que
prefieren[37].
Resalto la cuarta área señalada por este autor porque pone de
manifiesto el desdén del CW y del neoliberalismo por el ciudadano y por la
democracia.
Como señala la politóloga estadounidense Wendy Brown, hay que
comprender al neoliberalismo, como algo más que un conjunto de políticas
económicas, una ideología o una reconfiguración de la relación entre el Estado
y la economía. Es un orden normativo de la razón que, a lo largo de tres
décadas, se convirtió en una racionalidad rectora amplia y profundamente
diseminada en el mundo Comparto dichos cuestionamientos, que se sustentan en
comprobaciones fáciles de demostrar. Según otros autores, estos y otros
problemas “se agudizaron y se evidenciaron cuando ocurrió la crisis de 1994, la
cual dejó clara la inoperancia de las reformas y provocó una inestabilidad
macroeconómica que afectó a muchos sectores que no fueron tomados en cuenta”[38].
En décadas recientes,
América Latina se convirtió en uno de los escenarios destacados para la
instrumentación de las políticas del “Consenso de Washington”. La región adoptó
con entusiasmo las políticas de liberalización económica desde mediados del
decenio de 1980, y en forma más temprana en algunos países. Ahora, bien, los
frustrantes resultados de dichas reformas en la región deben considerarse como
una demostración de las debilidades en las que se cimentó el programa de
liberalización económica[39].
Cito a estos importantes autores porque los tomo como base
para mi crítica a la puesta en operación del “Consenso”.
A mi juicio, los frustrantes resultados que Ocampo reconoce no
se deben a las “debilidades en la que se cimentó el programa de liberalización
económica”, como acabo de citar, sino a la aplicación misma del “Consenso”,
que, por su construcción, conlleva irremediablemente a condicionamientos
estructurales que conducen a mantener y agudizar carencias en la
industrialización y por ende en el empleo formal, a la consolidación de una
división internacional del trabajo que tiende, ineluctablemente, a la mayor
descapitalización de los países que se acogen al “Consenso”, pues el precio
internacional de las materias primas que exportamos tiende a ser menor que el
precio de los productos manufacturados que importamos.
El propio John Williamson, inspirador del documento del
Consenso de Washington, reconoce que, en lo que concierne al mercado laboral,
la aplicación del “Consenso” resultó “en una informalidad cada vez más
creciente”[40]. Reconoce también
“el decepcionante desempeño de la región (….) la política quedó enfocada en el
crecimiento acelerado y no en un crecimiento con equidad”[41].
Este asunto medular es observado, también, por Martínez y Soto, quienes sobre
ello opinan que este afán de crecimiento sin equidad “afectó directamente a la
distribución del ingreso y polarizó aún más la brecha entre ricos y pobres,
agudizando el problema de la pobreza en América Latina”[42].
La
aplicación del “Consenso” reduce sensiblemente la capacidad política de los
Estados a tomar decisiones soberanas, convirtiéndolos en más dependientes y en
más dominados por las economías más desarrolladas, tanto en el ámbito
financiero como en los ámbitos productivos y de comercio exterior.
Las políticas sociales tienden a recortarse, así como los
derechos laborales. La capacidad ciudadana a decidir democráticamente, se
reduce, como señala Ocampo en el acápite “c”, anteriormente citado.
El éxito alcanzado en
términos de mayor participación en los mercados mundiales y atracción de
inversión extranjera directa no se reflejó, sin embargo, en un crecimiento
rápido del producto interno bruto (PIB) o de la productividad. De hecho, la
tasa de crecimiento promedio en 1990-2003, de 2.6% por año, es inferior a la
mitad de aquella obtenida en el período de industrialización dirigida por el
Estado: 5.5% por año entre 1950 y 1980[43].
John Williamson, autor del documento primigenio del Consenso
de Washington, se une a Pedro Pablo Kuczynski, luego ministro de Economía del
Perú y presidente del Perú, para publicar Después
del Consenso de Washington. Relanzando el crecimiento y las reformas en América
Latina, y, por ese solo hecho, los autores ponen en evidencia que el CW,
según ellos, había que “perfeccionarlo” pues no logró los resultados esperados.
En el texto plantean diez recomendaciones adicionales a las diez del CW, para
obtener, según ellos, un “CW extendido”:
Reforma político legal:
Ø Instituciones
reguladoras.
Ø Anticorrupción.
Ø Flexibilidad
del mercado laboral.
Ø Acuerdo
con la Organización Mundial de Comercio (OMC).
Ø Códigos
y estándares financieros.
Ø Apertura
“prudente” de la cuenta capital.
Ø Regímenes
de tipo de cambio no intermediados.
Ø Redes
de seguridad social. Ø Reducción de la pobreza.
De las diez medidas planteadas, las que ocupan el primer,
segundo, cuarto, quinto, sexto, séptimo y octavo lugar, están dirigidas a
orientar a los Estados hacia generar leyes e instituciones que aumenten o
aseguren las tasas de ganancia del capital.
La tercera, novena y décima, son la simple proclamación de
“buenos deseos” muy generales que no se pueden llevar a cabo.
En el contexto de la reducción del rol del Estado y de la
generalización de la lógica del lucro, la corrupción tiende a aumentar y la
lucha contra ella a dificultarse.
Lo mismo aplica para la ampliación de la seguridad social: los
menguados recursos económicos, institucionales y legales del Estado y de la
población, mayoritariamente informal y con trabajos precarios explican, en gran
medida, porque no hay esas “redes de seguridad social”.
La reducción de la pobreza por el mecanismo del “chorreo” a
partir del crecimiento (cuando este se produce) se ha dado limitadamente.
Las políticas económicas
neoliberales no están orientadas a la redistribución equitativa de la riqueza.
En
pocas palabras, el Consenso de
Washington y su pretendida “extensión” (que ya se aplicó parcialmente en el
Perú) es una de las herramientas fundamentales de consolidación de las
políticas neoliberales.
caPítulo V la constitución Peruana de 1993 y su acerVo neoliberal
A. Algunas consideraciones sobre una
Constitución
Hay muchas definiciones sobre lo que es una Constitución. En
la lógica del liberalismo político, la primigenia formulación, de enorme valor
histórico, es la del artículo 16 de la “Declaración de los Derechos del Hombre
y del Ciudadano” de 1789: “Una sociedad en la que no esté establecida la
garantía de los derechos, ni determinada la separación de los poderes, carece
de Constitución”.
Para los efectos de lo que expongo es pertinente la definición
que plantea Marcial Rubio:
La Constitución puede ser
definida como aquella norma legal que declara los derechos más importantes de
las personas, que organiza el poder del Estado señalando quiénes lo ejercen y
con qué atribuciones, y que por ello mismo es la norma legal suprema del
Estado. Esto último quiere decir que ninguna otra norma se le puede oponer
porque automáticamente deja de ser aplicable, es decir, de tener fuerza
jurídica [44].
Derechos de las personas que han evolucionado en las
constituciones desde los derechos individuales hasta los derechos sociales, económicos,
culturales y de tercera generación o colectivos. La Constitución no determina
en todos sus extremos, pero sí condiciona el tipo de sociedad que se quiere o
niega la que los constituyentes rechazan. Héctor Cornejo Chávez era muy
consciente de ello en el debate constituyente de 1978-1979.
Hay que cambiar el sistema.
Después de haber tenido el sistema capitalista siglo y medio de oportunidad,
ensayemos otro camino, porque ese, ciertamente, no es el camino que nos conduce
al desarrollo. ¿Y cuál es el otro camino que queda?: crear otro tipo de
empresas, dándole al Estado una intervención mayor que antes (…), intentemos
eso, un Estado más vigoroso y una empresa social diversificada con predominio
del trabajo.(…) Yo no veo porque razón vamos a ocultar la necesidad nacional de
que se intente ahora una vía de desarrollo basada en una presencia estatal más
grande y una presencia de las empresas sociales, mucho mayor[45].
La empresa social a la que se refiere en la cita Héctor
Cornejo Chávez, no es propiedad estatal sino propiedad de los trabajadores,
autogestión o cogestión y distribución de las utilidades entre todos.
La definición precedente la formuló Marcial Rubio poco después
de haberse aprobado la Constitución Política del Perú de 1979. Asuntos como el
equilibrio de poderes, el control del poder político-formal, la democracia como
medio y fin fundamental para sustentar la teleología de la Constitución o el
valor del derecho positivo los considero implícitos en la definición que Rubio
formula.
No se incluye ni en esta ni en otras definiciones de este u
otro autor consideraciones que relacionen el poder con el rol del Estado. Ese
rol ha cambiado desde la cada vez mayor influencia de la ideología neoliberal
en varias constituciones posteriores a 1947. Mejor dicho, el rol del Estado se
ha transparentado, se ha “desnudado” desde el momento en que el rol económico
del Estado ha sido un protagonista real pero oculto tanto en el marco de las
políticas de Estado como en los preceptos para el funcionamiento de las instituciones
del mismo, que le hacen a la vida cotidiana de las sociedades que cada Estado
pretende regular.
Algo de esto fue advertido por Diego Valadés
cuando afirma:
En términos generales el
Estado se encuentra en un proceso de repliegue con relación a tareas que le
eran y le son consustanciales. El papel de árbitro de conflictos, de
equilibrador de los intereses y fuerzas sociales y de distribuidor eficaz de la
riqueza, se va diluyendo paulatinamente[46].
Se trata de referirse a un Estado cuyo rol ya no debería
seguir siendo definido como lo hicieron los liberales. Se trata, en realidad,
de un aparato jurídico-político condicionado por el poder económico, pues
siempre estuvo controlado por lo que el filósofo italiano Antonio Gramsci llama
“bloque histórico.” Al respecto, Gramsci supera interpretaciones marxistas
sobre el Estado que ubican a éste como epifenómeno o como instrumento neutral
susceptible de usarse por cualquier clase social.
En el contexto del bloque histórico, el Estado no sólo es un
aparato de dominación de una clase por otra, sino que refleja la síntesis
coerción-consenso y la síntesis hegemonía-dominación que caracterizan el
ejercicio del poder político.
...la estructura y las
superestructuras forman un ‘bloque histórico” (…) tenemos que el aporte
fundamental de Gramsci no consiste en la distinción estructura-superestructura,
sino en el vínculo orgánico entre ellas. Y es fundamental por su gran utilidad
en el análisis y la actividad políticos. En efecto, negar la primacía de la
estructura o de la superestructura, afirmando la unidad dialéctica de ellas,
evita los errores del economicismo y del ideologismo (…) La importancia que en
el pensamiento gramsciano tiene la sociedad civil implica la relevancia de la
difusión de una concepción del mundo (ideología) en la sociedad por parte de la
clase dirigente. A las clases “auxiliares” o “aliadas”, tal difusión se dará
por adhesión, mientras que las clases subalternas serán absorbidas[47].
Es obvio que en una definición no podrían incluirse aspectos o
elementos que demandan de un mayor desarrollo. Aspectos, por ejemplo, derivados
de la naturaleza del poder, es decir, del poder político, económico, social y/o
cultural. En consecuencia, de las diversas dimensiones que deben tomarse en
cuenta para la democracia.
Muchos señalamos (….) que no
basta un sistema electoral periódico para que haya verdadera democracia y que,
por el contrario, un verdadero sistema democrático es aquel en el cual se
consigue lo siguiente: democracia económica, entendida como una adecuada
distribución de la riqueza entre todas las personas en función de su trabajo
aportado y de sus necesidades, democracia social, entendida como una situación en
la que cada persona pueda vivir en solidaridad con los demás, sin marginaciones
o postergaciones educativas o culturales, y sin la explotación de unos hombres
por otros o por el Estado, democracia política que implica la plena vigencia de
los derechos de la persona (…) y la verdadera y cotidiana participación de todo
el pueblo en la toma de decisiones políticas, en algunos casos mediante
representantes (…) y en otros casos directamente (…)[48].
Estoy de acuerdo con Rubio en lo citado: supera un enfoque
liberal clásico con la salvedad que lo que él discierne, evidentemente, se
refiere al ámbito del “deber ser“ y no de la realidad. Cobra validez aquí el
concepto de “tipo ideal” de Max Weber, en el entendido que la democracia es
precisamente un tipo ideal, una construcción que se refiere a un horizonte.
La Constitución estadounidense federal de 1787 (o su
precedente más cercano, la del Estado de Massachusetts de 1780), la
Constitución de Francia de 1789; y otras, como la de México de 1917 (que fue la
primera en el mundo en incorporar derechos sociales y económicos) y la de
Weimar de 1919, fueron referentes para las que vinieron después en América
Latina y España: todas incorporaron un listado de derechos y plantearon la
separación y autonomía de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial,
tomando esto último de Montesquieu, Rousseau Stuart Mill y otros autores
seguidores del liberalismo político.
El
Estado social y democrático de Derecho, lo más avanzado del constitucionalismo,
tiende a ser ignorado, superado o, en la práctica, desvirtuado, por la realidad
y por las constituciones (en algunos casos más explícitamente que en
otros), pues la formalización positiva o
la realidad concreta de la aplicación de políticas neoliberales dieron paso a
poderes económicos que no podían y no pueden ser frenados por la
institucionalidad del Estado, un Estado significativamente restringido y
frecuentemente avasallado por el gran capital.
La institucionalidad del Estado, por tanto, y la construcción
y viabilidad de una sociedad democrática no se hace posible con expandir el
mercado y llamarlo “democracia” bajo la forma de una crítica al Estado. “La
apropiación neoliberal de la idea de democracia tiene que ver con expandir el
mercado y llamarlo Democracia”[49].
Los poderes fácticos (poderes de hecho, no elegidos) tienen
tal fuerza, que tienden a condicionar las decisiones (de distinta manera pero
con parecidas consecuencias) de los poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial,
así como de los Organismos Constitucionalmente Autónomos (OCA en adelante) que
son en su mayoría, incorporados a América Latina en el siglo XX, como la
Defensoría del Pueblo (Ombudsman,
originaria de la Carta Magna de Suecia-1809), los Bancos Centrales de Reserva,
los órganos recaudadores de impuestos (SUNAT, en el Perú), la Contraloría de la
República, los órganos de conducción y fiscalización de procesos electorales
(Jurado Nacional de Elecciones, Oficina Nacional de Procesos Electorales-ONPE y
Registro Nacional de Identificación y Estado Civil -RENIEC, en la Constitución
peruana de 1993), los Gobiernos subnacionales, en el caso peruano, regiones y
municipios que reciben una parte significativa de sus ingresos de parte del
Gobierno; es decir del Poder Ejecutivo y, concretamente, del Ministerio de
Economía[50].
Es decir, el condicionamiento económico no solamente se
refleja en el rol del Estado sino, por extensión, en la estructura y funciones
del mismo.
B. Rol del Estado
El rol del Estado es importante para la
caracterización de la orientación de cualquier Constitución.
El rol del Estado en la Constitución del 93 se define
claramente por su retracción: es un Estado subsidiario que solamente interviene
en los procesos económicos para suplir al interés del capital privado cuando
este no interviene o no podría intervenir.
Los gobiernos deben
disminuir al Estado a su mínima expresión y dejar en manos del sector privado
la mayor parte de su gestión aun cuando se trate de “servicios universales”
(como el acceso al agua potable o a la electricidad). El Estado debe ser un
mero facilitador de los negocios del sector privado (estabilidad) un regulador
ocasional de los excesos del mercado (programas de alivio a la pobreza)[51].
El Informe final de la Comisión de Investigación de Delitos
Económicos y Financieros (CIDEF), comisión del Congreso de la República del
Perú presidida por el congresista Javier Diez Canseco, entregado en junio del
2002, hizo una esforzada labor que esclareció los métodos ilegales y
fraudulentos a los que había recurrido el Gobierno de Alberto Fujimori, su
ministro de Economía Carlos Boloña Behr y un conjunto de funcionarios y
empresarios ligados a dicho Gobierno para forzar la privatización de casi todos
los activos del Estado peruano.
Boloña había declarado que ”no existen razones técnicas para
que el Estado tenga empresas”. En el período estudiado, la comisión declaró:
Hasta la
fecha se han transferido mediante varias modalidades más de 228 empresas
públicas al sector privado ,que han significado ingresos del orden de $9,221
millones, de los cuales sólo $6,993 han ingresado al Tesoro Público. Del total
de ingresos al Tesoro Público se han gastado $4,363 en el período 1992-2000.
Este gasto ha sido incluido en los presupuestos anuales sin tener en
consideración que su origen era la venta de los activos del Estado Peruano.
Con el desmoronamiento del Gobierno de Fujimori, a fines de
noviembre del 2000, Boloña declaró que de lo recaudado por las privatizaciones
solo quedaban en las arcas fiscales $543 millones de dólares. En el 2001 ese dinero
se redujo a $223 millones de dólares. Una privatización que obedeció a razones
ideológicas (Boloña estudió en la Universidad de Iowa) pero también a la rapiña
de los privatizadores y compradores.
De acuerdo a lo estipulado en el artículo 62: ”Solo autorizado
por ley expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente actividad
empresarial, directa o indirecta, por razón de alto interés público o de
manifiesta conveniencia nacional”. El
principio de la solidaridad, que es fundamental para la vida en comunidad, fue
trocado por el de la subsidiariedad, que alude a un rol del Estado supletorio
en lo económico y social.
Uno de los ideólogos fundacionales del neoliberalismo, quizá
el más ortodoxo, Ludwig von Mises, llegó a considerar al mercado como lo único
que podía conducir a mejorar la condición de vida de las poblaciones. Por
tanto, toda limitación o regulación del mercado era nociva. La búsqueda del
bien común o de la solidaridad como objetivos, los consideró vallas para para
mejorar el nivel de vida.
Tan ilimitada era su adhesión al mercado absoluto que llegó a
afirmar que “bajo la égida del mercado libre e inadulterado, el problema de la
pobreza surge tan sólo en relación con quienes, por razones fisiológicas, no
pueden ganarse la vida”[52].
Afirmó en la misma lógica:
No se puede achacar a las
potencias occidentales la pobreza de las masas coloniales. Los europeos
invirtiendo enormes sumas hicieron sin ellos mismos, desde luego, directamente
proponérselo cuanto estaba en su mano por elevar el nivel de vida de aquellos
pueblos[53].
Si la Constitución de 1979 se sustentó en los principios de
primacía de la persona humana, en que todos los hombres son iguales en dignidad
y derechos, en que la familia es célula básica de la sociedad, en que el trabajo
es deber y derecho de todos los hombres, en que la justicia es valor primario
de la vida en comunidad, en que el ordenamiento social se cimenta en el bien
común y la solidaridad humana, explícitos en el preámbulo de dicha
Constitución, pues la Carta de 1993 no manifiesta explícitamente ningún
propósito, pero se deduce fácilmente: se trata de favorecer al capital, más
aún, al gran capital (que suele ser transnacional) en el supuesto neoliberal
que la mayor inversión de capitales generará crecimiento económico, que a su
vez mejorará el nivel de vida de todos los peruanos.
Crecimiento económico que, para darse, implicó e implica
pérdida de trabajos formales y subsecuente crecimiento superlativo de
trabajadores informales, además de la merma relativa en la producción
industrial nacional, la consolidación de un modelo primario-exportador, la
reducción significativa en la inversión estatal en servicios esenciales (salud,
educación, vivienda, etc.), tendencias a la concentración de capital, inversión
de gran capital en sectores intensivos en capital y no en mano de obra, tasas
de interés abusivas en la banca privada, aumento de la “naturalización” de
tendencias especulativas y abusivas en la sociedad (tendencias que aproximan al
delito, la corrupción y al abuso en las relaciones sociales y culturales). En
suma, ”un retroceso para el ejercicio de los derechos económicos, sociales e
incluso culturales de las grandes mayorías”[54].
La mención de los
derechos que, habiendo sido formulados en la Constitución de 1979 no aparecen
en la de 1993, ayuda a comprender, sin duda, la orientación de ambas
constituciones y la que los constituyentes del CCD otorgaron a la de 1993:
restricción y/o anulación de derechos, sobre todo aquellos que demandaban un
rol protagónico del Estado en la tuición de los ciudadanos. Ayuda, también, a
comprender carencias, deficiencias y ausencias que hoy son notorias en la
sociedad peruana. La mención pormenorizada de los derechos que contenía la
Constitución de 1978-1979 en relación a su eliminación en la carta de 1993 no
pretende la defensa de cada uno de los planteamientos de la Carta de 1978-1979.
Pretende mostrar hasta qué punto la ideología neoliberal que orienta la
Constitución vigente prescinde de los derechos sociales, económicos, culturales
y colectivos (entre ellos los de las minorías y los ambientales) para imponer
la lógica del mercado, desamparando al ciudadano y anulando la democracia.
Los artículos sobre derechos de la Constitución de 1979 no
recogidos en la de 1993 serán mencionados. Su sola eliminación ya tiene un
sentido: se tiende a eliminar compromisos del Estado para cautelar derechos y
abrirse, como ninguna otra Constitución en América Latina y Europa, a la lógica
del gran capital.
Del Título I, Derechos y Deberes fundamentales de la
persona, se cambia el enunciado de dicho Título por el De la Persona y la Sociedad.
Contenía el Título I de la Carta de 1979 varios capítulos:
Capítulo I, De la Persona; Capítulo
II, De la familia; Capítulo III, De la seguridad social, salud y bienestar;
Capítulo IV, De la educación, la ciencia
y la cultura; Capítulo V, Del trabajo.
Los cuales estaban desarrollados en los artículos 1 al 57.
En la Carta de 1993 el Capítulo I se denomina Derechos fundamentales de la Persona y
desaparece la enunciación de los capítulos II, III, IV y V.
El contenido de los 57 artículos que consagraban derechos de
la persona, familia, seguridad social, salud, bienestar, educación, ciencia,
cultura y trabajo de la Carta de 1979 se reduce a 29 en la Carta de 1993.
Algunos se recogen, otros se liquidan total o parcialmente. Hay, pues, un
significativo recorte de derechos en este Título I.
En el Capítulo I se eliminan los derechos de la persona a
alcanzar un nivel de vida que le permita asegurar su bienestar y el de su
familia, no hay delito de opinión, toda persona será informada inmediatamente y
por escrito de la causa y razones de su detención. Tiene derecho a comunicarse
y ser asesorado con un defensor de su elección desde que es citado o detenido
por la autoridad, nadie puede ser obligado a prestar juramento ni compelido a
declarar o reconocer culpabilidad en causa penal contra sí mismo, ni contra su
cónyuge, ni sus parientes dentro del cuarto grado de consanguinidad o segundo
de afinidad, ninguna persona puede ser desviada de la jurisdicción
predeterminada por la ley ni sometida a procedimientos distintos a los
previamente establecidos, ni juzgada por tribunales de excepción o comisiones
especiales creadas al efecto, cualquiera que sea su denominación[55].
El Capítulo II, De la
familia, que contenía 7 artículos, es recogido parcialmente en únicamente
dos (el 4 y el 5) en la Carta de 1993, con el agravante del artículo 11 de la
nueva Carta, por la que el Estado no garantiza la salud sino “el libre acceso a
prestaciones de salud y a pensiones”, lo que ha abierto paso a la creciente
privatización de los servicios de salud y a la merma presupuestal del Estado en
este rubro fundamental.[56]
El Capítulo III, De la
seguridad social, salud y bienestar, que contenía en la Carta de 1979 un
total de 9 artículos, es liquidado en la Constitución de 1993 y de su contenido
se rescatan parcialmente tres artículos.
Resalto aquí algunos elementos fundamentales que fueron
suprimidos: Todos tienen derecho a la protección de la salud integral y el
deber de participar en la promoción y defensa de su salud, la de su medio
familiar y de la comunidad[57]; el Estado
reglamenta y supervisa la producción, calidad, uso y comercio de los productos
alimenticios, químicos, farmacéuticos[58]
y biológicos; el Estado atiende preferentemente las necesidades básicas de la
persona y de su familia en materia de alimentación, vivienda y recreación; la
ley regula la utilización del suelo urbano, de acuerdo al bien común y con la
participación de la comunidad local; el Estado promueve la ejecución de
programas públicos y privados de urbanización y de vivienda; el Estado apoya y
estimula a las cooperativas, mutuales y en general a las instituciones de
crédito hipotecario para vivienda y los programas de autoconstrucción y
alquiler-venta. Concede alicientes y exoneraciones tributarias a fin de
abaratar la construcción. Crea las condiciones para el otorgamiento de créditos
a largo plazo y bajo interés. La persona incapacitada para velar por sí misma a
causa de una deficiencia física o mental tiene derecho al respeto de su
dignidad y a un régimen legal de protección, atención, readaptación y
seguridad. Las entidades que sin fines de lucro prestan los servicios previstos
en este régimen, así como quienes tienen incapaces a su cargo, no tributan
sobre la renta que aplican a los gastos correspondientes; tampoco las
donaciones aplicadas a los mismos fines. Las pensiones de los trabajadores
públicos y privados que cesan temporal o definitivamente en el trabajo son
reajustadas periódicamente, teniendo en cuenta el costo de vida y las
posibilidades de la economía nacional.
El Capítulo IV, De la
educación, la ciencia y la cultura, contenía 21 artículos. En la Carta de
1993 se rescatan en lo fundamental dos de ellos, y parcialmente, uno más. Se
suprimió, como en el caso de la salud, el derecho a la educación y a la
cultura, inherentes a la persona. Con el agravante que en el artículo 13 de la
nueva Carta de 1993 no se señala que el Estado garantiza la educación, sino
“que el Estado reconoce y garantiza la libertad de enseñanza”. Este articulado
debe relacionarse con el fenómeno creciente de la privatización de la
educación, que en todos sus niveles es ostensible, así como la merma relativa
del presupuesto estatal para dicho servicio fundamental del Estado.
Adicionalmente, se suprimió de la Constitución de 1979 la
formulación de conceptos vinculados a principios y a derechos fundamentales
vinculados a la educación: La educación tiene como fin el desarrollo integral
de la personalidad. Se inspira en los principios de la democracia social, el
Estado garantiza a los padres de familia el derecho de intervenir en el proceso
educativo de sus hijos, promueve la integración nacional y latinoamericana, así
como la solidaridad internacional. Corresponde al Estado formular planes y
programas; y dirigir y supervisar la educación con el fin de asegurar su
calidad y eficiencia según las características regionales, y otorgar a todos
igualdad de oportunidades, el régimen administrativo en materia educacional es
descentralizado.
Así mismo, la educación impartida por el Estado (…) se
complementa con la obligación de contribuir a la nutrición de los escolares que
carecen de medios económicos y la de proporcionarles útiles, el Estado
garantiza la formación extraescolar de la juventud con la participación
democrática de la comunidad, las empresas están obligadas a contribuir al
sostenimiento de centros de educación, las escuelas que funcionan en los
centros industriales, agrícolas o mineros son sostenidas por los respectivos
propietarios o empresas, el Estado reconoce, ayuda y supervisa la educación
privada, cooperativa, comunal y municipal que no tenga fines de lucro, ningún
centro educativo puede ofrecer conocimientos de calidad inferior a los del
nivel que le corresponde, la comunidad y las universidades se coordinan en la
forma que la ley señala, el Estado preserva y estimula las manifestaciones de
las culturas nativas, así como las peculiares y genuinas del folklore nacional,
el arte popular y la artesanía.
El Estado promueve el estudio y conocimiento de las lenguas
aborígenes. Garantiza el derecho de las comunidades quechua, aymara y demás
comunidades nativas a recibir educación primaria también en su propio idioma o
lengua, los medios de comunicación social del Estado se hallan al servicio de
la educación y la cultura. Los privados colaboran a dichos fines, el Estado
promueve la educación física y el deporte, especialmente el que no tiene fines
de lucro. Les asigna recursos para difundir su práctica, en cada ejercicio se destina para educación no menos del 20% de los
recursos ordinarios del presupuesto del gobierno central[59], la investigación
científica y tecnológica goza de atención y estímulo del Estado. Son de interés
nacional la creación y la transferencia de tecnología apropiada para el
desarrollo del país, el profesorado en carrera pública en las diversas ramas de
la enseñanza oficial. La ley establece sus derechos y obligaciones, y el
régimen del profesorado particular, el Estado procura la profesionalización de
los maestros.
Del Capítulo V, Del
Trabajo, la Carta de 1979 tenía 16 artículos referidos a este rubro. En la
Carta de 1993 se reducen a 7 (del 22 al 29) y se agrega uno más, el 42, que
reconoce los derechos de sindicalización y huelga de los servidores públicos,
pero prohíbe explícitamente este derecho a los funcionarios del Estado con
poder de decisión, a los que desempeñan cargos de confianza o de dirección, así
como los miembros de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional.
Los eliminados se referían a que el Estado reconoce al trabajo como fuente principal de la riqueza, el
trabajo es un derecho y un deber social, corresponde al Estado promover las
condiciones económicas y sociales que eliminen la pobreza y aseguren por igual
a los habitantes de la República la oportunidad de una ocupación útil y que los
protejan contra el desempleo y el subempleo en cualquiera de sus
manifestaciones.
En toda relación laboral queda prohibida cualquier condición
que impida el ejercicio de los derechos constitucionales de los trabajadores o
que desconozca o rebaje su dignidad, el trabajo, en sus diversas modalidades,
es objeto de protección por el Estado, sin discriminación alguna y dentro de un
régimen de igualdad de trato, a nadie puede obligarse a prestar trabajo
personal sin su libre consentimiento y sin la debida retribución, el trabajador
tiene derecho a una remuneración justa que procure para él y su familia el bienestar
material y el desarrollo espiritual, el trabajador, varón o mujer, tiene
derecho a igual remuneración por igual trabajo prestado en idénticas
condiciones al mismo empleador, la ley organiza el sistema de asignaciones
familiares en favor de los trabajadores con familia numerosa, todo trabajo
realizado fuera de la jornada ordinaria se remunera extraordinariamente.
La ley establece normas para el trabajo nocturno y para el que
se realiza en condiciones insalubres o peligrosas, los trabajadores tienen derecho
a descanso semanal remunerado, vacaciones anuales pagadas y compensación por
tiempo de servicios, también tienen derecho a las gratificaciones,
bonificaciones y demás beneficios que señala la ley o el convenio colectivo, la
ley determina las medidas de protección a la madre trabajadora, el Estado
estimula el adelanto cultural, la formación profesional y el perfeccionamiento
técnico de los trabajadores, para mejorar la productividad, impulsar el
bienestar social y contribuir al desarrollo del país, corresponde al Estado
dictar medidas sobre higiene y seguridad en el trabajo, el Estado reconoce el
derecho de estabilidad en el trabajo[60].
El trabajador solo puede ser despedido por causa justa,
señalada en la ley y debidamente comprobada, se reconoce al trabajador a
domicilio una situación jurídica análoga a la de los demás trabajadores, el
Estado propicia la creación del Banco de los trabajadores y de otras entidades
de crédito para su servicio, el Estado reconoce a los trabajadores el derecho a
la sindicalización sin autorización previa, la huelga es derecho de los
trabajadores, el Estado reconoce el derecho de los trabajadores a participar en
la gestión y utilidad de la empresa[61],
los derechos reconocidos a los trabajadores son irrenunciables (...) Todo pacto
en contrario es nulo.
De los artículos 64 al 71, De
los derechos políticos, se consignan 8 artículos en la Carta de 1979, los
cuales, por excepción, no solo son recogidos sino cualitativamente mejorados en
la Carta de 1993, cuando se incorporan las figuras del referéndum, de la
iniciativa legislativa, la remoción o revocación de autoridades y la demanda de
rendición de cuentas. Se otorga el voto a los miembros de las Fuerzas Armadas y
Policía Nacional (aunque no pueden postular a cargos de elección popular).
De los artículos 97 al 99, De
la inviolabilidad del territorio, suelo, subsuelo, dominio y soberanía marítima
y del espacio aéreo, es reemplazado por el artículo 54 en la Carta de 1993.
En este como en otros temas, importa la real posibilidad de cumplir con la
letra de la Constitución de 1993, pues lo aprobado se contradice con uno de los
artículos que organizan toda la Carta de 1993: el artículo 58. Si la iniciativa
privada es libre, sin condicionamientos, entonces la pesca dentro de los límites
señalados es libre para los barcos cada vez más sofisticados y grandes que
provienen del extranjero. Ello no solamente atenta contra la alimentación
proteica de los peruanos sino contra la soberanía y jurisdicción proclamada por
el artículo 54.
La enumeración que se ha hecho de los derechos que la
Constitución de 1979 formulaba hasta el artículo 57, y que no están en la de
1993, no solo reafirman, repito, el carácter neoliberal de esta última, sino
que desmiente a aquellos autores que afirman que los cambios entre una y otra
Constitución no fueron muchos ni relevantes, o que si en algún momento se pensó
por algunos que había que sustituir la Constitución de 1993, ahora ello ya no
se justifica[62]. Al respecto creo
que cuando algo no es justo ni
conveniente para el pueblo peruano, siempre es necesario bregar para cambiar lo
injusto.
Tal como he señalado, prosigo en citar los derechos que se han
eliminado, que estuvieron vigentes en la Constitución de 1979 y ya no están en
la de 1993.
Continúo con los artículos 64 al 71, De los derechos políticos. No han sido considerados en la
Constitución de 1993 los artículos 70 y 71 de la Carta de 1979, referidos al
acceso de los partidos políticos a los medios de comunicación. El Estado no da
trato preferencial a partido político alguno. Proporciona a todos acceso
gratuito a los medios de comunicación social de su propiedad, con tendencia a
la proporcionalidad resultante de las elecciones parlamentarias inmediatamente
anteriores, durante las campañas electorales, los partidos inscritos tienen
acceso gratuito a los medios de comunicación social de propiedad del Estado.
De los artículos 79 al
88, Del Estado y la Nación, de la
Carta de 1979, se advierte que el artículo 79 precisaba que la República del
Perú es democrática y social, independiente y soberana, basada en el trabajo.
El artículo 43 de la Carta de 1993 repite la formulación pero omite “basada en
el trabajo”. En el mismo sentido, el artículo 80 de la Constitución de 1979 es
reproducido por el 44 en la de 1993, pero en esta última se omite que el bienestar general también se basa en
eliminar toda forma de explotación del hombre por el hombre y del hombre por el
Estado. El artículo 88 de la Carta del 1979, que decía que el Estado rechaza
toda forma de imperialismo, colonialismo, neocolonialismo y discriminación
racial; además de ser solidario con los pueblos oprimidos del mundo, fue
suprimido. En el mismo sentido, el artículo 80 en la de 1979 es reproducido por
el 44 en la de 1993, pero en este último se omite que el bienestar general también se basa en
eliminar toda forma de explotación del hombre por el hombre y del hombre por el
Estado.
El Título II, Capítulo II, De
la nacionalidad, que se desarrollaba en los artículos 89 al 96, ha sido
suprimido en la Carta de 1993 en sus ocho artículos y sustituido por dos
artículos, el 52 y 53, del Título II. El artículo 91 decía que adquiere la
nacionalidad peruana el extranjero mayor de edad, domiciliado en la República
por lo menos dos años consecutivos, que solicita y obtiene carta de
naturalización y renuncia a su nacionalidad de origen. Dicho plazo mínimo de
dos años desaparece en el artículo 52 de
la carta de 1993, que no demanda plazo de residencia y solo se refiere a
residencia en el Perú.
Entre los artículos suprimidos está el 92, que decía que los
latinoamericanos o españoles de nacimiento domiciliados en el Perú pueden
naturalizarse, sin perder su nacionalidad de origen, si manifiestan expresa
voluntad de hacerlo. Así mismo, que el peruano que adopta la nacionalidad de otro
país latinoamericano o la española no pierde la nacionalidad peruana.
En el Título II, Del
Estado y la Nación, Capítulo III, Del
territorio, de la Carta de 1979, se desarrollaba en los artículos del 97 al
99. Fue copiado literalmente por el artículo 54 de la Carta de 1993. Se eliminó
en su integridad del Capítulo IV, De la
integración, el artículo 100, que decía que el Perú promueve la integración
económica, política, social y cultural de los pueblos de América Latina, con
miras a la formación de una comunidad latinoamericana de naciones[63].
También se eliminaron otros que consideramos significativos,
como la los artículos 110 al 117 y la modificación del 115. Fueron eliminadas,
entre otras, las siguientes formulaciones:
• El
régimen económico de la República se fundamenta en principios de justicia
social, orientados a la dignificación del trabajo como fuente principal de la
riqueza y como medio de realización de la persona humana.
• El
Estado promueve el desarrollo económico y social mediante el incremento de la
producción y de la productividad, la racional utilización de los recursos, el
pleno empleo y la distribución equitativa del ingreso.
• Con
igual finalidad, fomenta los diversos sectores de la producción y defiende el
interés de los consumidores. Me referiré a otros artículos del Título III,
Capítulo I más adelante.
El Título III, Capítulo II, De los recursos naturales, tenía seis artículos que han sido
sustituidos por tres en la Carta de 1993, que mutilan contenidos anteriores. También me referiré a ello más
adelante.
En el Título III, Capítulo III, De la Propiedad, cabe subrayar la supresión total del artículo 124
de la Carta de 1979.
• La
propiedad obliga a usar los bienes en armonía con el interés social. El Estado
promueve el acceso a la propiedad en todas sus modalidades.
• Eliminación
de parte del 125. La posibilidad de expropiar con fines de reforma agraria,
remodelación de centros poblado o para aprovechar fuentes de energía.
• La
sustitución del artículo 128, los bienes públicos cuyo uso es de todos, no son
objeto de derechos privados por el artículo por el segundo párrafo del artículo
73 de la Carta del 1993,que a tono con el resto de su contenido dice que los
bienes de uso público pueden ser concedidos a particulares conforme a ley, para
su aprovechamiento económico.
El Título III, Capítulo IV, De la empresa (que incluye desde el artículo 130 hasta el 137), fue
eliminado en la Carta de 1993 aunque algunos artículos han sido recogidos en
otra parte.
El Capítulo V del mismo Título, De la Hacienda Pública, que contiene los capítulos 138 al 147,
también ha sido eliminado de la Carta de 1993. Ha sido sustituido por el
Capítulo IV, del régimen tributario y presupuestal, que añade la atribución del
Poder Ejecutivo de regular aranceles y tasas mediante Decretos Supremos.
Quedó eliminado, sin sustitución de ningún tipo, el contenido
del artículo 142 de la Constitución de 1979, que indicaba que la tributación,
el gasto y el endeudamiento público guardan proporción con el Producto Bruto
Interno (PBI).
Lo mismo sucedió con el contenido del artículo 144 de la Carta
de 1978-79, que prescribía que la ley especifica las normas de organización,
funcionamiento, control y evaluación de las empresas del Estado. El importante
rol de los procuradores públicos estaba consignado y definido en el artículo 147.
En la Carta de 1993, dicha institución
ha perdido rango constitucional, pues ya no se la menciona.
Del Capítulo VI del mismo Título, De la Moneda y la Banca, que se desarrolla desde el artículo 148 al
155 en la Constitución de 1979, solo el artículo 148 es recogido literalmente
en la Carta de 1993, mientras que el artículo 149 parcialmente y el resto
eliminados.
El Capítulo VIII del mismo Título, De las Comunidades Campesinas y Nativas, estaba desarrollado en los
capítulos 161 al 163. La Carta de 1993 los modifica e incluye en dos artículos:
88 y 89.
• Se
elimina que el Estado propicia la superación cultural de sus integrantes, que
promueve el desarrollo integral de las comunidades campesinas y nativas y que
fomenta las empresas comunales y cooperativas.
• Elimina
que las tierras de las comunidades campesinas y nativas son inembargables y que
queda prohibido el acaparamiento de tierras dentro de la Comunidad.
La
vocación latinoamericanista de la Carta de 1979 se hace explícita en el
artículo 100[64], por el cual el Perú
promueve la integración económica, política social y cultural de los pueblos de
América Latina, con miras a la formación de una comunidad latinoamericana de
naciones.
Las bancadas del APRA y de las izquierdas promovieron este
artículo. La Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) fue
latinoamericanista bajo la conducción de su fundador, Víctor Raúl Haya de la
Torre, presidente de la Asamblea Constituyente que dio a luz la Constitución de
1979. Hoy, bajo el mandato de Alan García ha derivado en una fuerza política
neoliberal y, por ende, prima en sus dirigentes la ideología de la
globalización neoliberal, lo que explica también por qué el APRA defiende la
Carta de 1993.
Con el mismo afán latinoamericanista se postuló en la Carta de
1979 (artículo 106), que los tratados de integración con Estados
latinoamericanos prevalecen sobre los demás tratados multilaterales celebrados
entre las mismas partes. Este artículo fue eliminado de la carta de 1993.
También fue eliminado el artículo 105, que planteaba que los
preceptos contenidos en los tratados relativos a derechos humanos tienen
jerarquía constitucional. No existe esa explícita ponderación en la Carta de
1993, lo cual sin duda puede interesar a los adversarios de la suscripción del
Perú a la jurisdicción de la Convención Americana de Derechos Humanos (CADH),
que buscan librarse de ser condenados por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos, cuyos fallos son vinculantes para los países signatarios.
Volviendo al Título III, Capítulo I, como
lo adelanté señalo que al haberse
suprimido los artículos 110 al 117 y modificado el 115 (del Título III, del
Régimen Económico), la Constitución de
1993 se fundamenta en la creencia de que el mercado, por sí solo, tenderá a
resolver los diversos problemas económicos de los ciudadanos.
En efecto, se ha eliminado toda alusión a la necesidad de
fundamentar el régimen económico en principios de justicia social. A saber:
• A
la dignificación del trabajo como fuente principal de riqueza y medio para la
realización de la persona humana.
• Al
desarrollo económico y social.
• Al
incremento de la producción y de la productividad.
• A
la racional utilización de los recursos.
• Al
pleno empleo y la distribución equitativa del ingreso.
• Al
fomento de diversos sectores de producción.
• A
la defensa de los consumidores.
• A
la formulación de políticas económicas y sociales mediante planes de desarrollo
que regulen el sector público y orienten, concertadamente, la actividad de los
demás sectores.
• Al
cumplimiento obligatorio de lo planificado concertadamen-
• A
la coexistencia de diversas formas de propiedad y de empresa: estatal, privada,
cooperativa, autogestionaria, comunal[69].
• Al
deber del Estado de promover la economía, de prestar servicios públicos, de
reservar para el Estado o para los peruanos -por interés social o seguridad
nacional- determinadas actividades productivas o de servicios[70].
• Al
deber de armonizar con el interés social la economía social de mercado.
Con respecto a la enunciación de que la economía peruana “se
ejerce en una economía social de mercado”, tal como aparece en la Carta de
1993, artículo 58, se asocia a que “la iniciativa privada es libre”. En la
Carta de 19778-79 la misma enunciación se asocia a que el Estado estimule y
reglamente (la economía social de mercado)
para armonizarla con el interés social. Así mismo:
• A
promover y proteger el cooperativismo, las empresas autogestionarias, comunales
y demás formas asociativas.
• A
que el comercio exterior sea libre dentro de la ley, es decir, determinado por
razones de interés social y de desarrollo del país.
• A
la cooperación para la búsqueda de un orden internacional justo.
Volviendo esta vez al Título III, Capítulo II, De los Recursos Naturales, como señalé
anteriormente, la Carta de 1979 disponía:
• Que
los recursos naturales, renovables y no renovables, sean patrimonio de la
Nación: los minerales, tierras, bosques, aguas, todos los recursos naturales y
fuentes de energía pertenecen al Estado.
• La
ley fija las condiciones de su utilización por éste y de su otorgamiento a
particulares, el Estado.
• Así
mismo, evalúa y preserva los recursos naturales, fomenta su racional
aprovechamiento y promueve su industrialización para impulsar el desarrollo
económico, al impulso del desarrollo de la Amazonía, y para ello, si se
requiere, a regímenes especiales, a crear una institución autónoma para el
inventario, investigación, evaluación y control de dichos recursos.
• Se
establece el derecho de habitar en ambiente saludable[71],
ecológicamente equilibrado para el desarrollo de la vida y preservación de la
naturaleza y el paisaje[72].
• El
Estado se obliga a prevenir y controlar la contaminación ambiental[73].
En el mismo marco, el artículo 124, que pertenece a la carta
del 1978-79, Título III, Capítulo III, señala que la propiedad obliga a usar
los bienes en armonía con el interés social.
La mención al interés social o al bienestar general no es
propio del pensamiento neoliberal: es contrario a dicha ideología. En la
Constitución de 1979, en cambio, el concepto se vincula con varias atribuciones
del Estado. Está implícito, por ejemplo, en el segundo párrafo del artículo
125, cuando señala que la expropiación por causa de guerra, de calamidad
pública, para reforma agraria o remodelación de centros poblados o para
aprovechar fuentes de energía, el pago de la indemnización justipreciada puede
hacerse en efectivo, por armadas o en bonos de aceptación obligatoria y libre
disposición, redimibles forzosamente en dinero.
También cuando en los artículos 127 y 128 se plantea que la
ley puede establecer restricciones o prohibiciones especiales para la
adquisición, posesión, explotación y transferencia de determinados bienes por
su naturaleza, condición o ubicación, y que los bienes públicos, cuyo uso es de
todos, no son objeto de derechos privados.
Las consecuencias de la eliminación de este artículo se
constatan fácilmente: al quitarlo, se ha favorecido la privatización de playas,
calles, parques que eran públicos, caminos, etc.
Francisco Fernández Segado, citando a Marcial Rubio Correa,
agrega elementos muy significativos que perfilan la nueva dirección a la que
apunta la Constitución del 1993 en relación a la de 1979, cuestionando “la práctica eliminación de todo rastro
expreso de las obligaciones sociales del Estado presentes en la Constitución de
1979.
Varios aspectos resultan al respecto especialmente
significativos:
A.
La eliminación de la amplia descripción
contemplada por el artículo 13 de la anterior Constitución del objeto de la
seguridad social, o, si se prefiere, de la cobertura de riesgos a que aquélla
debía hacer frente, circunstancia que ahora se obvia mediante una insuficiente
referencia a la «protección frente a las contingencias que precise la ley»
(art. 10 de la Constitución de 1993).
B.
La supresión de la obligación que en el artículo
18 de la Carta de 1979 asumía el Estado de atender preferentemente las
necesidades básicas de la persona y de su familia en materia de alimentación,
vivienda y recreación.
C.
La supresión de la importante previsión
constitucional (art. 39 de la Constitución anterior) de destinar a educación un
mínimo del 20 por 100 de los recursos ordinarios presupuestarios en cada
ejercicio.
D.
La desaparición del derecho, anteriormente
reconocido, de los trabajadores a las gratificaciones, bonificaciones y demás
beneficios que señalen la ley o los convenios colectivos.
E.
La ausencia de toda referencia al deber del
Estado de dictar medidas sobre higiene y seguridad en el trabajo, deber
previsto por el artículo 47 de la Carta anterior.
F.
La omisión de todo compromiso estatal sobre la
necesidad de propiciar la creación de un banco de los trabajadores y de otras
entidades de crédito para su servicio, prevista en el artículo 53 de la
anterior Constitución de 1979.
La eliminación del Capítulo IV, De la empresa, se inscribe en la lógica del artículo 58 de la Carta
de 1993, “la iniciativa privada es libre”; y la del artículo 60, “el Estado
tiene un rol subsidiario”. Desarrollaremos más ampliamente esta postura en lo
que algunos constitucionalistas denominan “cláusulas pétreas”.
De ese Capítulo IV, De
la empresa, que tuvo ocho artículos en la Carta del 1978-79, solo fue
recogido el artículo en la segunda parte del artículo 61 de la Carta de 1993,
en el Título III, Del Régimen Económico:
aquel relativo a los medios de comunicación.
Se eliminó la vinculación empresa-bien común, cuando se
planteaba que las empresas, cualquiera sea su modalidad, son unidades de
producción cuya eficiencia y contribución al bien común son exigibles por el
Estado.
Se eliminó la vinculación entre libertad de comercio e
industria con interés social, moral, salud o seguridad pública cuando se
planteaba que el Estado reconoce la
libertad de comercio e industria. La ley determina sus requisitos, garantías,
obligaciones y límites. Su ejercicio no puede ser contrario al interés social
ni lesivo a la moral, salud, o a la seguridad pública.
Se eliminó el rol del Estado en la actividad económica aún en
casos de emergencia, cuando se planteaba que en situaciones de crisis grave o
de emergencia el Estado puede intervenir la actividad económica con medidas
transitorias de carácter extraordinario.
Se eliminó el rol del Estado como promotor de pequeñas
empresas o de actividad artesanal (artículo 135 de la Constitución de 197879).
Se eliminaron, así mismo, normas constitucionales que obligaban a empresas
extranjeras domiciliadas en el Perú a estar sujetas, sin restricciones, a las
leyes de la República. También a que en todo contrato que con extranjeros
celebren el Estado o las personas de derecho público o en las concesiones que
se les otorgan, debe constar el sometimiento expreso de aquellos a las leyes y
tribunales de la República y su renuncia a toda reclamación diplomática, con
excepción de los contratos financieros.
En todo caso, el Estado y las personas de derecho público
pueden, según decía la Carta de 1978-79, someter las controversias derivadas de
los contratos con extranjeros a tribunales judiciales o arbitrales constituidos
en virtud de convenios internacionales de los cuales es parte el Perú.
Se eliminó en este capítulo, finalmente, la obligación del
Estado de autorizar, registrar y supervisar la inversión extranjera directa y
la transferencia de tecnología foránea como complementarias de las nacionales,
siempre que estimulen empleo, la capitalización del país, la participación del
capital nacional y contribuyan al desarrollo en concordancia con los planes
económicos y la política de integración[74].
En definitiva, mientras, como se ha
señalado, la Constitución de 1979
postulaba un Estado de bienestar muy
marcado, de apoyo social y vocación promotora en favor de los sectores
menos favorecidos; en cambio la nueva Carta de 1993 muestra una notable falta
de sensibilidad frente a los postulados básicos que demanda la sociedad en su
conjunto y que son mucho más necesarios aún en un país con las enormes
desigualdades sociales como presenta el Perú[75].
El rol del Estado es mínimo para muchos efectos y nulo para
otros. La ciudadanía está desprotegida en beneficio del capital.
Del artículo 138 se ha eliminado la disposición de que la ley
determina la preparación, aprobación, consolidación, publicación, ejecución y
rendición de cuentas de los presupuestos del sector público así como la
responsabilidad de quienes intervienen en su administración.
La orientación neoliberal de la nueva Carta, la Constitución
de 1993, implicó cambios institucionales varios.
Uno de ellos, un reforzamiento del presidencialismo y una
reducción del Parlamento, que de bicameral pasó a ser unicameral y pequeño.
También es pertinente que aquí se incluya la eliminación del Sistema Nacional
de Planificación, que como se dijo anteriormente citando a Sánchez Albavera, se
hizo por una connotación ideológica.
Resumiendo lo planteado por dicho autor sobre la necesidad del
planeamiento estratégico:
A. Necesidad
de una mediación entre el pasado y el futuro para sistematizar la información
en conocimiento y convertir a éste en acción.
B. Necesidad
de una mediación entre el futuro y el presente (…) El efecto de los actos de
gobierno no se agota en el presente sino que se prolonga en el tiempo.
C. Necesidad
de vislumbrar y anticiparse a las posibilidades del mañana para diseñar con
anticipación lo que debe hacerse hoy (…) es mejor la aproximación a la
ignorancia.
D. Necesidad
de una mediación entre el conocimiento y la acción. Hay que pensar antes de
actuar (…).
E. Necesidad
de anticiparse a las sorpresas y a la volatilidad de los acontecimientos (…).
F. Necesidad
de concertar y coordinar para dar coherencia y superar las discrepancias (…)[76].
Un parlamento bicameral como el anterior, que tenía 180
diputados y 60 senadores, fue sustituido por uno unicameral de 120 y luego 130
congresistas. Hoy, en el año 2018, el Perú tiene aproximadamente 31 millones de
habitantes.
La subrepresentación es tan pronunciada que dicha cámara única
constituye el Parlamento más pequeño del mundo en relación a la población del
país[77].
Según Francisco Fernández Segado: “Los rasgos principales” que
caracterizaban a la Constitución económica en 1979 eran, en esencia, los
siguientes:
1.
Reconocimiento del pluralismo económico,
garantizado por el propio Estado, lo que es tanto como decir que la economía
nacional se sustentaba en la coexistencia de diversas formas de propiedad y de
empresa.
2.
Proclamación constitucional de un régimen de
economía social de mercado en el que la iniciativa privada, que era libre,
había de ser estimulada y reglamentada por el Estado con la finalidad de
armonizar su ejercicio con el interés social. La fórmula «economía social de
mercado» fue consensuada entre el Partido Aprista y el Partido Popular
Cristiano[78] ,(…)
no en un sentido neoliberal, sino en el más propio de una economía socializada
que mediante instrumentos extra-mercado, como la planificación concertada y el
concepto de interés social, permitieran una acción reguladora del Estado que
orientara al mercado a cumplir fines que no puede conseguir por sí mismo, pero
que, en cualquier caso, habían de dotarle de un horizonte social.
3.
Consagración constitucional del Estado como
empresario y como interventor de la vida económica en determinados sectores por
causa de necesidad nacional.
4.
Recurso a los planes de desarrollo para que el
Estado formulara a su través la política económica y social, planes que habían
de regular la actuación del sector público y orientar en forma concertada la
actividad de los demás sectores, siendo la planificación, una vez concertada,
de cumplimiento obligatorio.
5.
Rechazo constitucional del monopolio y oligopolio
en materia de medios de comunicación, circunstancia que se explica, como la
doctrina significó en su momento, por los frecuentes abusos producidos en la
época militar, al capturar el Estado diarios y canales de televisión.
6.
Por último, papel fundamental en el ámbito
socioeconómico del Banco Central de Reserva (BCR), considerado como una especie
de motor del sistema económico por cuanto no sólo le correspondía emitir
billetes, sino que era de su competencia, así mismo, también la regulación de la
moneda, de los intereses, del mercado de divisas y de la actividad importadora
y exportadora”[79].
caPítulo Vi
neoliberalismo y democracia
L |
a ideología neoliberal está ganando adeptos
activos y pasivos. Muchos, de buena fe, consideran un peligro contradecir los
dogmas del “mercado libre”. Una batería de argumentos se usan diariamente en la
prensa escrita, en la TV y también por muchos escritores famosos -como el Nobel
Mario Vargas Llosa- mediante los cuales se tildan de “populistas” y otros
epítetos, cualquier cuestionamiento a los efectos nocivos del neoliberalismo en
el mundo.
Últimamente, los fracasos de gobiernos como el de Venezuela
son exhibidos como “espantapájaros” para reprimir todo esfuerzo intelectual o
político que tienda a buscar o defender mejores condiciones de vida, así como
de cautelar los derechos de los ciudadanos mediante un esfuerzo entre el Estado
(que debe planificar concertadamente) y los distintos sectores de la sociedad
para reducir la pobreza hasta acabarla. Esto implica eliminar brechas
educativas, de salud, de acceso a servicios básicos de agua potable, vivienda,
vestido, alcantarillado, alimentación, superación definitiva de la anemia en
todas las edades, información de calidad, diversas formas de creación y
producción cultural, acceso a la lectura y escritura, recreación, comunicación
(vial, radial, aérea, marítima, fluvial, televisiva, internet), acceso a libre
asociación para diversos fines lícitos, libertad de cuestionamiento, etc.
Es cierto que en el siglo XXI dichas brechas no se reducen y,
que incluso tienden a aumentar. Es cierto que el libre mercado no ha sido capaz
de contribuir a cerrar dichas brechas y que, en muchos casos, ha contribuido a
profundizarlas. Es cierto que millones de personas están al margen de lo que
muchos llaman “los beneficios de la modernidad” y que muchos preferimos
denominar, los estándares mínimos para la realización de la persona humana.
La mayoría de los hombres y
mujeres de nuestro tiempo vive precariamente el día a día, con consecuencias
funestas. Algunas patologías van en aumento. El miedo y la desesperación se
apoderan del corazón de numerosas personas, incluso en los llamados países ricos.
La alegría de vivir frecuentemente se apaga, la falta de respeto y la violencia
crecen, la inequidad es cada vez más patente. Hay que luchar para vivir y, a
menudo, para vivir con poca dignidad[80].
Jorge Mario Bergoglio, el Papa Francisco, vincula el actual
ordenamiento económico no solamente con la inequidad sino con conductas
antisociales y con la violación a derechos humanos.
Así como el mandamiento de
“no matar” pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy
tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa
economía mata (...) Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de
la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como
consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas
y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. Se considera al ser
humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.
Hemos dado inicio a la cultura del “descarte” (…). Ya no se trata simplemente del
fenómeno de la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la
exclusión queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la
que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder,
sino que se está fuera. Los excluidos no son “ explotados” sino desechos,
“sobrantes”. En este contexto, algunos
todavía defienden las teorías del “ derrame “, que suponen que todo crecimiento
económico, favorecido por la libertad de mercado, logra provocar por sí mismo
mayor equidad el poder económico y en los mecanismos sacralizados del
sistema económico imperante.(….). e
inclusión social en el mundo. Esta opinión, que jamás ha sido confirmada
por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes
detentan Para poder sostener un estilo de vida que excluye a otros, o para
poder entusiasmarse con ese ideal egoísta, se ha desarrollado una globalización
de la indiferencia.(….) La cultura del
bienestar nos anestesia y perdemos la calma si el mercado ofrece algo que
todavía no hemos comprado, mientras todas esas vidas truncadas por falta de
posibilidades nos parecen un mero espectáculo que de ninguna manera nos altera[81].
El firme cuestionamiento de Francisco a las políticas
neoliberales no ha sido difundido, como algunas de sus actividades a veces
triviales. Su cuestionamiento a las teorías del “derrame”, denominadas por
otros como “chorreo”, no solo se reduce al hecho que tal teoría jamás ha sido
comprobada, sino que ha servido a la mayor libertad del mercado. Su afirmación
por la cual señala enfáticamente que esta economía mata, subraya la urgencia de
superarla, de sustituirla.
Mientras las ganancias de
unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más
lejos del bienestar de esa minoría feliz. Este desequilibrio proviene de
ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los
Estados, encargados de velar por el bien común[82].
Aquí se expone no solamente un alegato contra la creciente
desigualdad sino contra la relación entre autonomía absoluta de los mercados
-especulación financiera- cada vez menos bienestar general, así como crítica a
la orientación neoliberal por la cual se quita rol a los Estados en su papel de
garantes del bien común.
La adoración del antiguo
becerro de oro ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo
del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo
verdaderamente humano[83].
La expresión “dictadura de la economía” es particularmente
cuestionadora de la economía de mercado, que organiza las instituciones
políticas y logra capturar a muchos en la lógica de la cultura del bienestar
que funciona como anestesia. La dictadura de la economía atenta contra la
democracia, genera una sensación falsa de bienestar y no tiene al ser humano
como eje-objetivo.
Finalmente, cito a Francisco cuando relaciona el ordenamiento
neoliberal con la creciente inseguridad y violencia, algo que nuestro pueblo
reclama como primera medida que todo gobierno debe enfrentar:
Hoy en muchas partes se
reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la
inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos, será imposible
erradicar la violencia[84].
El neoliberalismo, pues, es una ideología institucionalizada
no solamente en determinadas reglas de funcionamiento económico, sino jurídico,
político, social y cultural. Constituye una cosmovisión, una manera de entender
la vida de las personas, de las naciones, bajo la égida de la lógica de la
libertad del capital, que, como se comprueba, tiende a concentrarse y a
convertirse mayoritariamente en capital financiero transnacional.
Al respecto, la antropóloga argentina Cecilia Rossi sostiene:
El neoliberalismo se
caracteriza por la preeminencia del mercado como principal organizador de las
relaciones sociales. El avance de esta concepción durante el último cuarto del
siglo XX dio nuevos lugares al papel del Estado, desplazándolo, del papel que le
correspondió en el período histórico previo. Las estrategias neoliberales
promocionadas por los Estados actuaron crecientemente como una forma compulsiva
que apuntaba a proveer un marco competitivo de interacción social en el ámbito
global en las esferas tradicionales de la industria y también en muchos otros
campos sociales como salud, educación y en la producción y acceso a los bienes
públicos. Desde el punto de vista económico, el diagnóstico se presenta, para
el caso de América Latina por ejemplo, como una apertura a la competencia
externa, la desregulación de múltiples mercados, la privatización de activos
del sector público y como un manejo más prolijo y cuidadoso de las variables
fundamentales del ámbito macroeconómico y un nuevo clima de mayor disciplinamiento
competitivo que fuerza a los agentes económicos individuales a modificar sus
conductas tradicionales y a racionalizar su operatoria corriente en búsqueda de
un mayor nivel de eficiencia y competitividad doméstica e internacional[85].
La instalación de la lógica neoliberal en la economía ha
tenido y tiene una implicancia cultural muy importante. A propósito de ello, la
socióloga mexicana María Guadalupe Ortiz Gómez, señala, en lo que considero un
excelente resumen: “Cultura neoliberal, el protagonismo del self”.
Para hacer un análisis de los principales rasgos culturales
que se promueven desde el discurso neoliberal debemos tomar como punto de
partida las ideas que lo sustentan. Si bien se trata de una gran corriente en
la que se aglutinan diferentes perspectivas, existen características comunes
que nos permiten conceptualizarla:
A. Es
un discurso basado en la defensa de la libertad (especialmente la de mercado).
B. Defiende
el individualismo y la propiedad privada.
C. Parte
de la idea de que el mercado es el mecanismo más eficiente para la distribución
de la riqueza.
D. Se
sostiene en la creencia de que el Estado no tiene responsabilidad social.
E. Privilegia
la defensa del capital en detrimento de los derechos sociales.
F. Promueve
una cultura política y ciudadana que se cimienta en los valores de la
autogestión al estilo neoliberal también llamado “emprendedurismo” en el Perú.
G. Propicia
una reificación a grandes niveles (todo es visto como producto intercambiable
en el mercado, incluso la cultura y las relaciones sociales).
Tales características nos conducen a identificar un eje
importante que, como ya se señaló, tiene que ver con la promoción de una
cultura de autogestión (o “emprendedurismo”, en este contexto), limitada en
márgenes específicos. La expresión popular, “que cada quien se rasque con sus
propias uñas”, resume de manera muy clara la lógica de la propuesta neoliberal.
La racionalidad de mercado permea todos los aspectos de la vida social,
incluyendo las relaciones sociales”[86].
Wilhelm Röpke, uno de los fundadores del Grupo ORDO y de la
colectividad neoliberal que inició concertadamente su trabajo intelectual desde
1947, denomina “orden mundial liberal”[87]
a lo que aquí llamamos ideología neoliberal.
En su alegato en favor de dicho “orden mundial liberal”, Röpke
plantea, que para darse como tal, son dos las condiciones previas para
posibilitarlo:
Tiene que existir, en primer
lugar, un dinero estable, libre y de circulación general, (….) y es preciso, en
segundo lugar, cuidar de que mediante un ordenamiento jurídico inquebrantable
(…) de normas, principios y valoraciones, todos los miembros de la sociedad se
sepan protegidos por un mínimo de confianza recíproca y por una atmósfera de
seguridad y continuidad[88] .
Hay que reconocer que Röpke entrevió con sagacidad (desde
1952) que el “orden liberal” demandaría libertad de circulación al dinero y al
capital (no pidió libertad a la circulación de personas) y un inmutable ordenamiento
que genere confianza y certeza de continuidad a dicha libre circulación. Esto
último obliga, sin duda, a la redacción de constituciones neoliberales y
tratados internacionales que aseguren dicha libertad al capital, reglas de
juego que hoy están aseguradas.
Desde 1945 existen el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario
Internacional (FMI), ambos con mayoría relativa en manos de cinco países el
primero (Estados Unidos, Japón, Alemania, Francia y Reino Unido); en manos de
seis el segundo (Estados Unidos, China, Japón, Alemania, Francia, Reino Unido),
aunque casi todos los países del mundo posean una muy pequeña parte de la
propiedad de ambas organizaciones. No se puede dejar de mencionar que uno de
los mecanismos más importantes a través del cual opera el BM es el Programa de
Ajuste Estructural (PAE) por el cual, el BM interviene en las economías y en
las decisiones de los gobiernos deudores o con problemas financieros mediante
ajustes (que implican restricciones en planes y presupuestos). También el FMI
interviene en decisiones internas que implican ajustes. En ambos casos, las
decisiones democráticas, ciudadanas no intervienen.
Muchas otras organizaciones multilaterales, entre la que
destaca la Organización Mundial de Comercio (desde 1995) y tratados de diversa
índole como el conformado por la Unión Europea: Alemania, Austria, Bélgica,
Bulgaria, Chipre,Croacia, Dinamarca, Eslovaquia, Eslovenia, España, Estonia,
Finlandia, Francia, Grecia, Hungría, Irlanda, Italia, Letonia, Lituania,
Luxemburgo, Malta, Países Bajos, Polonia, Portugal, Reino Unido, República
Checa, Rumanía y Suecia. Otros son el Tratado de Libre Comercio entre Canadá,
Estados Unidos y México (de alcance subregional); los tratados económicos y
comerciales subregionales en América Latina como la Alianza del Pacífico:
México, Colombia, Perú y Chile; uniones bancarias como el Banco Central
Europeo, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) con Malasia,
Indonesia, Brunei, Vietnam, Camboya, Laos, Birmania, Singapur, Tailandia, Filipinas.
Estados observadores: Papúa Nueva Guinea y Timor Oriental.
También tenemos al Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico
(APEC): Australia, Brunei, Darussalam, Estados Unidos, Filipinas, Indonesia,
Japón, Malasia, Nueva Zelandia, Corea del Sur, Singapur, Tailandia, República
Popular China, China Taipei, Hong Kong, México, Papúa: Nueva Guinea, Chile,
Perú, Rusia y Vietnam.
Además, existen acuerdos en la China, Japón y Corea del Sur (o
República De Corea); en ASEAN+6: China, Japón, Corea del Sur, India, Australia
y Nueva Zelandia; el recientemente firmado Tratado de Libre Comercio de países
africanos (marzo de 2018) que involucra a 44 de los 55 países que conforman la
Unión Africana.
Así mismo, el Tratado de Agadir (subregional) que abarca a
Marruecos, Túnez, Egipto y Jordania; el
GAFTA, Área de Libre Comercio Pan-Árabe que se pactó en 1997 y que luego se
decidió iniciar en el 2015: Argelia, Bahrein, Egipto, Irak, Kuwait, Líbano,
Libia Marruecos, Omán, Palestina, Qatar, Arabia Saudita, Sudán, Siria, Túnez,
Emiratos Árabes Unidos y Yemen.
En el siglo XXI se han multiplicado los tratados de libre
comercio subregionales en todo el mundo.
La institucionalidad neoliberal que pedía Wilhelm Röpke se ha
multiplicado.
Para construir el orden neoliberal existente, que crece
constantemente, se está siguiendo la ruta que Röpke demandaba también en el año
1959: “poner fin con el equívoco juego que se lleva a cabo con el concepto de
soberanía”[89] y proseguir “el
método de la economía de mercado, de la integración económica internacional,
que implica una restricción de la soberanía político-económica de las naciones
en favor del mercado y del libre tráfico internacional de pagos”[90].
La expansión de la ideología neoliberal no había tenido jamás
una escala mundial tan rápida. El neoliberalismo es la actual etapa que asume
la expansión capitalista.
Todo lo que podemos decir es
que este es un movimiento ideológico a escala verdaderamente mundial, como el
capitalismo jamás había producido en el pasado. Se trata de un cuerpo de
doctrina coherente, auto-consistente, militante, lúcidamente decidido a
transformar el mundo a su imagen, en su ambición estructural y en su extensión
internacional[91].
La ideología neoliberal ha avanzado en amplios sectores
sociales también, cómo no, en los sectores pobres y muy pobres. Nuestra crítica
a la Constitución de 1993 no es compartida mayormente por una posible mayoría
de nuestra población. No solamente porque nunca se han debatido en TV abierta
los términos de dicha Constitución, sino porque el debate abstracto es menos
potente que la asimilación pasiva y paulatina a una lógica imperante que se
vive en concreto, día a día.
Este fenómeno ha sido observado por muchos autores desde
diversas perspectivas teóricas e ideológicas. El propio Friedrich von Hayek,
uno de los pilares del pensamiento neoliberal, también lo observó.
Parece que tales nuevas
ideas (se refiere a las que defienden la economía de mercado) generalmente no
penetran en amplios círculos en su forma abstracta, sino más bien a través de
su interpretación de determinados hechos[92].
Un cuestionamiento, a mi juicio necesario, de la Constitución
de 1993 no será fácilmente tomado como bandera de lucha del pueblo. Hay una
aceptación pasiva del modelo neoliberal que tiene principalmente un carácter
político-ideológico aunque también juegue a su favor la percepción de la
necesidad de la estabilidad monetaria y la influencia, en ámbitos académicos y
periodísticos, de determinada formación académica en universidades de Estados
Unidos y, luego, en muchos países, así como la influencia de dicha ideología a
través de medios de comunicación vinculados a intereses del gran capital.
De cualquier forma, el
factor más poderoso del neoliberalismo continúa siendo su dimensión
político-ideológica. Esto es, los gobiernos neoliberales tienen poco prestigio
pero en los momentos en los que se plebiscita la estabilidad de la moneda
obtienen mayorías electorales. Menem, por ejemplo, a pesar de su imagen
negativa, a la hora de las elecciones y con la estabilidad de la moneda en
juego se las ingenió para obtener una votación masiva en las elecciones que lo
re-eligieron como presidente en 1995 (…). Se trata de una cuestión
esquizofrénica: las consecuencias del modelo económico son malas, pero se
sostiene que enfrentamos una etapa inevitable, a partir de la cual no se debe
retroceder. De allí que las dimensiones político-ideológicas de este modelo sean
tan importantes[93].
Oswaldo de Rivero, diplomático peruano y destacado estudioso
de la economía global, autor del Mito del
Desarrollo (1996) afirma:
En las
universidades de los Estados Unidos y de Europa la enseñanza de la economía ha
dejado de ser confiable porque lo que se enseña es la ideología económica que
precisamente causó el Crash del 2008
y la actual crisis económica y ecológica global. Esta situación ha llevado a
protestar a los estudiantes y organizar un movimiento global llamado:
International Student Initiative for
Pluralist Economics (ISIPE), que acaba de lanzar un Manifiesto, pidiendo un
cambio radical de la enseñanza de la economía.
Todo se originó con las protestas de los estudiantes de economía de
Harvard, Cambridge y otras universidades norteamericanas, británicas y
alemanas, donde los alumnos acusaron a los profesores de enseñar, como única
opción, el modelo de mercado neoliberal que ha llevado al mundo a la crisis. Este
movimiento está organizando 41 grupos de protesta en las universidades de
Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Rusia, Brasil y otros países.
El argumento central de estos grupos es que la enseñanza de la economía
está hoy dominada por un enfoque ideológico y matemático que respaldan la
teoría de que el mercado se regula a sí mismo, algo que la realidad ha probado
ser totalmente falso.
“El mundo
real debe ser traído al salón de clase con un debate pluralista donde
participen todas las escuelas económicas”, dice el Manifiesto, pidiendo que se
incluya un curso sobre el análisis del crash
del 2008 y también otro sobre el cambio climático y seguridad alimentaria, y
que la economía se transforme en una ciencia interdisciplinaria donde participe
la ciencia política, la sociología y la ecología, para poder comprender los
efectos morales y ecológicos de las decisiones económicas.
El
Manifiesto termina invitando a los estudiantes de todos los países a unirse al
movimiento para crear la masa crítica necesaria para cambiar la enseñanza de la
disciplina económica en todo el mundo.
Esta protesta de los
estudiantes coincide con el best seller
del profesor Thomas Piketty, Capitalismo
en el Siglo XXI, una investigación grandiosa de 452 páginas, donde critica
a los profesores que siguen usando modelos matemáticos que han sido destruidos
por la realidad. Y para ello, Piketty, nada menos, recurre a 200 años de
historia estadística para demostrar sólidamente que el capitalismo del siglo
XXI ha creado un abismo de desigualdad social en el mundo.
También este movimiento
global de estudiantes coincide con el “Movimiento por una Nueva Economía (The New Economy Movement) creado por
destacados profesores de economía norteamericanos para revisar los fundamentos
de la economía, que como ciencia está en crisis[94].
El mismo autor señala que:
El Crash del 2008 también ha transformado
la economía global con el trillón de dólares, que la Reserva Federal de los
EEUU y los Bancos Centrales europeos, le dieron a su banca privada para
salvarla de la bancarrota. Esta enorme inyección de liquidez, no solo salvó a
los bancos privados sino que los hizo más fuertes, hasta el punto que las
finanzas se han convertido en la actividad principal de la economía global.
Hoy, el enorme casino financiero de los bancos transnacionales y el lavado de
dinero en los paraísos fiscales, es muy superior a las inversiones productivas
en la economía global real. La Bolsa de Nueva York está más alta que nunca.
Todo el mundo quiere hacerse rico en la bolsa y así cada vez la riqueza en el
mundo se concentra en las manos de pocos financistas.
La otra gran transformación de la economía global, debido al Crash del 2008, es que el modesto
crecimiento del PBI global, se financia contrayendo una deuda creciente. Hoy la
deuda global llega a unos 250 trillones de dólares mientras que la producción
global de bienes y servicios, de los países industrializados y de los
emergentes, es de solo 83 trillones. Este mediocre crecimiento de la economía
global, ligada a una enorme deuda que no deja de aumentar, no es otra cosa que
el fracaso del neoliberalismo. También, hoy el mundo es cada vez
más turbulento e inestable debido al abismo social que han creado treinta años
de políticas neoliberales. Hoy el 1% de
la población mundial acapara más del 70% de los ingresos globales[95].
Uno de los principales fundadores de la Mont Pèlerin Society y
del Grupo ORDO, precisamente quien convocó a la reunión en 1947 que instituyó
ambos instrumentos fue Friedrich Von Hayek. Él llamó “meros mitos” que no se
apoyan en hechos probados, al “crecimiento progresivo del monopolismo, sobre la
destrucción deliberada de existencias de mercancías como consecuencia de la
competencia (…), sobre la no utilización de descubrimientos beneficiosos, sobre
las causas y efectos del “imperialismo” (las comillas son de dicho autor),
y, finalmente, sobre el papel de la
industria de armamento en particular, o de los “capitalistas” (nuevamente, las
comillas son del autor) en general, en la provocación de las guerras” (...),
”leyenda política” destinada a “desacreditar el sistema económico al que
debemos nuestra civilización actual.
Se trata de la leyenda de que la situación de las clases
trabajadoras empeoró como consecuencia de la implantación del “capitalismo”[96] (las comillas son
del autor).
A esta larga lista de supuestos mitos que Hayek enumera,
habría que agregar otros que han cobrado mucha importancia en los últimos años,
como el del calentamiento global y la creciente destrucción medio-ambiental,
así como de la creciente dominación-dependencia que la mayoría de las
poblaciones de países periféricos del capitalismo padecen desde el centro del
mismo, lo que genera una asimetría creciente por la descapitalización de unos
en favor de los otros. Menciono dos de los más importantes elementos que
caracterizan al capitalismo neoliberal de nuestros días porque también son
negados por múltiples autores, políticos y gobernantes neoliberales. Estos
últimos elementos, como los anteriores, se dan. No son “mitos” ni “leyendas”.
La lucha ideológica contra los supuestos básicos de las
bondades del libre mercado ha arreciado en los últimos años.
El neoliberalismo está
agotado como proyecto ideológico y político definido de forma estricta. La
posibilidad misma de su continuidad se vincula no tanto al carácter unitario de
su proyecto político y si a sus lazos de articulación con el gigantesco proceso
de cambio estructural producido en el mundo capitalista. Es decir, con las
transformaciones ocurridas en el triángulo institucional del capitalismo
(empresas, mercados y Estados), y con las variaciones en el tamaño relativo de
cada una de estas tres esferas (...) El proceso que caracteriza estos últimos
diez o quince años del desarrollo capitalista es una extensión enorme de los
mercados (especialmente de los mercados de divisas y, sobre todo, de finanzas),
los cuales expanden su dominio sobre los Estados como sobre las empresas.
Comienza el auge del poder anónimo del mercado frente al poder de los
ciudadanos de los Estados y de los trabajadores de las empresas. Es en este
contexto que debemos situar al neoliberalismo[97].
La rápida expansión de la lógica neoliberal ha sido del
interés de varios autores. Para algunos de ellos, dicha rapidez está asociada
al rol de los Estados, permeados por los intereses del capital privado a través
de los lobbies y la corrupción que
ellos estimulan en autoridades estatales y por el rentismo.
El neoliberalismo no es un
proyecto tecnocrático basado en la aplicación desinteresada de una ortodoxia
económica, sino un proyecto político donde los intereses y ambiciones de
coaliciones rentistas se imponen a la racionalidad económica[98].
Este enfoque ha sido particularmente explorado en América
Latina. La autora citada, Irma sandoval, es mexicana e indaga con mucho detalle
los eventos producidos en la orientación de la política económica de México en los
últimos 25 años.
La mayor parte de la
literatura sobre la economía política de las reformas económicas de las últimas
décadas en América Latina, se concentra en explicar las razones por las que
ciertos países han transitado por un proceso liberalizador más profundo que
otros. La única variación importante para estos autores es el nivel y tipo de
liberalización emprendida. Este enfoque limita el alcance de las conclusiones
al eliminar innecesariamente el análisis de los continuos procesos de reafirmación
de la autoridad estatal y la constante presencia de fenómenos de corrupción y
rentismo que, por desgracia, han caracterizado a la mayoría de los procesos de
liberación a nivel internacional[99].
El Perú ha sido y es sacudido por el “caso Odebrecht”. En doce
países logró esta empresa brasileña ganar licitaciones, financiar campañas
electorales de varias fuerzas políticas coimeando a funcionarios públicos, a
personajes del mundo empresarial y de la prensa: Angola, Argentina, Colombia,
Ecuador, Estados Unidos de Norteamérica, Guatemala, México, Mozambique, Panamá,
Perú, República Dominicana y Venezuela.
Los sobornos están también presentes en los gobiernos
subnacionales: regionales y locales. La voracidad del capital financiero y, en
menor medida, industrial (como en los rubro farmacéutico y de construcción) han
conducido a que la corrupción-que siempre ha existido-sea aún más fácil de
extenderse. ”Los intereses siempre se han impuesto sobre las ideas y las
instituciones”[100].
Esta tendencia que Hall observaba, se ha agudizado
encarnándose de diversas maneras en cada país. No hay país en el mundo (salvo
que la violación del secreto, en ellos, sea peligroso) que esté exento de un
aumento en los casos de corrupción de funcionarios por efecto de grandes grupos
de interés.
Citaré solo algunos casos, todos recientes: Enron, Worldcom y
Madoff en Estados Unidos de Norteamérica; Interbolsa y Foncolpuertos en
Colombia; Viglioni, Blaksley en Argentina; HSBC, Fobaproa en México; Société
Générale, Kerviel en Francia: MOP-Gate, caso “chispas” en Chile; Barclays Bank,
Leeson-Barings en Reino Unido; BNDES-JBS, Petrobras en Brasil; Bankia, Gürtel,
Bárcenas en España, etc. El caso de los “Panamá papers” involucró a
personalidades de casi todo el mundo. Varios políticos y empresarios peruanos,
aún no investigados, están entre ellos.
La absoluta liberalización y el recorte del Estado, la
creciente competencia, son factores que explican en gran medida dicha
tendencia.
Las reformas económicas son
hoy, en estos tiempos de globalidad, un fenómeno esencialmente nacional basado
en el interés. El flujo internacional de ideas ha tenido algún impacto, no hay
razón para negarlo, pero esta influencia se reprocesa y se concreta en alianzas
e intereses particulares de los que tienen el poder en el país[101].
Que los intereses particulares pueden, en los tiempos
actuales, obrar por encima del interés general como consecuencia del
financiamiento de las campañas políticas fue observado por Susan Stokes:
Desde el otro extremo del
debate se plantea que con el advenimiento de elecciones competitivas, se pueden
generar incentivos para el aumento de la corrupción y el rentismo, ya que “la
política del dinero” adquiere una mayor importancia en las campañas políticas,
pero sobre todo, porque los intereses particulares de los representantes pueden
llegar a predominar por encima del interés genera[102].
El mercado en reemplazo del Estado, también ha desarrollado
tendencias absolutistas, con la diferencia que este último puede morigerar su
postura en ciertos casos, por la presión ciudadana. La capacidad de coerción
por parte del mercado puede ser más opresiva y extensiva que la de los
políticos déspotas que hoy ocupan algún puesto de mando como resultado de
elección popular.
Ningún déspota antiguo
hubiera soñado con penetrar de manera tan minuciosa y efectiva las vidas de sus
súbditos -sus elecciones, preferencias, opiniones, y relaciones- como el mercado, cuyos imperativos de competencia y
rentabilidad tienen una fuerza coercitiva suficiente para reducir todos los
valores y relaciones sociales a mercancías[103].
La fuerza coercitiva del mercado -algo que los tradicionales
creado res del neoliberalismo entrevieron bajo el concepto de “orden liberal”-
se sustenta en varios elementos. Uno de ellos, nada desdeñable, de naturaleza
sociológica y antropológica, resulta de la combinación del individualismo, el
“apoliticismo”, la “cosificación” de las personas, la disolución de lazos de
solidaridad, la competencia inevitable de “todos contra todos”, y el “todo
vale” para lograr un empeño individual. Emilia Castorina subraya, de este
proceso de deterioro ciudadano, al menos tres niveles:
1.
El desplazamiento progresivo del ciudadano por
el consumidor, donde el ciudadano se despolitiza y se desconecta del poder y la
participación política.
2.
El modo en que pequeños ahorristas, trabajadores
y consumidores en general se ligan perversa y jerárquicamente. Predomina la
tendencia a individualizar los problemas sociales y las respuestas a los
mismos, particularmente mediante políticas sociales focalizadas (y no
universales) contra la pobreza.”[104]A
vincular el éxito o fracaso de las estrategias de valorización de los sectores
más concentrados de capital bajo la forma de fondos privados de jubilación,
pensión y/o inversión.
3.
Una interpretación individualista de la pobreza,
los derechos sociales y el bienestar”. En otras palabras, el régimen neoliberal
no es un retiro simple del Estado de su supuesto deber tuitivo o protector de
los derechos del ciudadano.
¿Requiere el ciudadano circular por cierta vía? Paga peaje por
el uso de la carretera que se construyó con sus impuestos y hoy, pues, debe
pagar:su “derecho de paso”. Está controlado por un consorcio que desconoce, al
cabo de un proceso en que el Estado concesionó sin su conocimiento ni
consentimiento dicha carretera a una compañía desconocida, cuyas ganancias y el
destino de dichas ganancias tampoco conoce. Cualquier día sube el precio del
peaje y no sabe por qué.
¿Requiere el ciudadano prender la luz de su casa? Suma una deuda
de consumo que va a parar al reciente accionista mayoritario de la empresa
proveedora de electricidad, que obtuvo el derecho del anterior accionista
mayoritario, que a su vez lo obtuvo por alguna venta que cierto Gobierno del
Estado realizó del sistema de generación y distribución de electricidad sin que
el ciudadano se enterase ni pudiera fiscalizar.
¿Requiere el ciudadano un balón de gas en su domicilio? Paga
la suma que el distribuidor de balones de gas le indica, que es un distribuidor
que no pertenece a la empresa de gas, pues esta ha “tercerizado” la
distribución a otra empresa cuya razón social no conoce y que es diferente a
otras empresas “tercerizadas” que llegan a proveer a los vecinos por
desconocida razón por parte del ciudadano, que supone que todo ello algo tiene
que ver, probablemente, con la oferta y la demanda de balones en determinada
zona de la ciudad o del país, gas que probablemente sea importado o no, pues la
existencia de gas en el subsuelo peruano (en este caso) no interesa para el
precio que paga dicho ciudadano.
¿Se muere el ciudadano? Su familia tendrá que averiguar cuánto
le corresponde cobrar de su dinero por el hecho de haber cotizado diferente a
otros ciudadanos a una empresa administradora privada de pensiones, vinculada a
capitales de riesgo en el extranjero y sujeta, por tanto, a los vaivenes,
aciertos y errores de administradores anónimos y a otras contingencias del
mercado. Esto es, si es que el ciudadano
ha cotizado a alguna Administradora de Fondos de Pensiones (AFP), pues
la mayoría no lo ha hecho.
La enorme cantidad de ejemplos que aquí puedo seguir
mencionando apuntan a mostrar una sociedad atomizada, en la que el ciudadano se
ha convertido en un simple consumidor en un Estado al servicio del mercado de
capitales.
Mientras el capital
corporativo está cada vez más organizado, la población está dispersa, se tienen
miedo los unos de los otros, no pueden construir lazos solidarios y se
fragmenta cada vez más[105].
La dispersión y consiguiente “individualización ciudadana”
difi culta y, en las más de las veces, torna imposible el reclamo colectivo. El
ciudadano suele encontrarse solo frente a un Estado cómplice que no lo
defiende. Por lo tanto, cuando puede hacerlo, el ciudadano responsabiliza de su
indefensión a dicho Estado, denigra del Parlamento, no solo se siente, está muy
lejos del poder. ¿Es Democracia lo que en ese trance define la sociedad de cada
día? (demos, pueblo; kratías, gobierno).
El Estado se ha retirado, o
está a punto de hacerlo, de cierto número de sectores de la vida social que le
correspondían y de los que se responsabilizaba: la vivienda social, la
televisión y la radio públicas, la escuela pública, la sanidad pública,
etcétera (...), un Estado por lo menos, que garantizara el servicio público
como servicio abierto y ofrecido a todos, sin distinciones (...). Lo que se
describe como una crisis de lo político, un antiparlamentarismo, es, en
realidad, una desesperación respecto al Estado como responsable del interés
público[106].
Junto a esa responsabilidad del Estado y de sus instituciones,
visibles ante el ciudadano, también son visibles los políticos.
Se ha
hablado mucho del silencio de los intelectuales. Lo que me sorprende es el
silencio de los políticos. Carecen por completo de ideales movilizadores. Sin
duda porque la profesionalización de la política y las condiciones exigidas de
quienes quieren hacer carrera en los partidos excluyen cada vez más las
personalidades inspiradas.(….) (Para la mayoría de los políticos) es mejor
hablar de gestión que de autogestión y lo más conveniente, en cualquier caso,
es asumir las apariencias (es decir el lenguaje) de la racionalidad económica.
Prisioneros del estricto economicismo corto de vista de la visión del mundo del
FMI, (…) todos esos aprendices en materia de economía omiten, evidentemente,
tener en cuenta los costes reales, a corto y, sobre todo, a largo plazo, de la
miseria material y moral que es la única consecuencia segura de la Realpolitik
económicamente legítima: delincuencia, criminalidad, alcoholismo, accidentes de
tráfico, etcétera. También en este caso la mano derecha, obsesionada por el
problema de los equilibrios financieros, ignora lo que hace la mano izquierda,
enfrentada a las consecuencias sociales, a menudo muy costosas, de las
“economías presupuestarias”[107].
El sociólogo Pierre Bourdieu (1930-2002) planteó sus ideas
contra el neoliberalismo cuando en Francia se había acabado, hacía
relativamente poco, el “Estado de Bienestar”, por el que los ciudadanos habían
obtenido, luego de décadas de lucha, una sociedad que les permitía -con
bastante regularidad- una vida asegurada. Las carencias y sometimientos del
ciudadano de un país subdesarrollado lograban la comprensión y la adhesión de intelectuales como él, pero
no las había vivido en su propia sociedad, por lo menos en términos
cuantitativos y cualitativos como en los países subdesarrollados. No obstante
ello, sus agudas críticas a las consecuencias de lo que él denomina ”la
invasión neoliberal” son válidas para nosotros.
El reinado conjunto del
mercado y el consumidor, sustituto comercial del ciudadano, se ha apoderado del
Estado; ha convertido el bien público en bien privado, la cosa pública, la
República, en su cosa. Lo que está en juego, actualmente, es la reconquista de
la democracia contra la tecnocracia: es preciso acabar con la tiranía de los
“expertos”, estilo Banco Mundial o FMI, que imponen sin discusión los
veredictos del nuevo Leviatán, “los mercados financieros”, y no quieren
negociar, sino “explicar”; es preciso romper con la nueva fe en la
inevitabilidad histórica que profesan los teóricos del liberalismo[108].
La voracidad del capital transnacional y la lucha irracional
por la conquista de mercados y por el dominio geopolítico a cualquier precio,
está conduciendo a la humanidad al desastre ecológico.
El desarrollo se torna un horizonte inasible por la falta de
perspec tivas razonables que le den sustento: el agotamiento de recursos
vitales como el agua dulce por acción irracional proveniente de la producción
de seis gases tóxicos; la destrucción irreversible de campos de cultivo por
contaminación, erosión y deterioro del suelo cultivable; la paulatina pero
relativamente rápida contaminación de los océanos; la irracional utilización de
fuentes de energía no renovable y contaminante; la complicidad de las grandes
potencias en la administración negligente y asesina de los factores que regulan
el clima mundial; entre otros factores, son también una consecuencia desatada
de la aceleración de la lógica neoliberal en las políticas económicas. Tomo
nuevamente de Oswaldo de Rivero una parte de una reciente crónica relacionada
con lo que afirmo:
91
científicos integran el Panel sobre Cambio Climático de la ONU. En efecto,
coincidiendo con el desastre que sufrimos, este Panel de la ONU ha llegado a la
conclusión de que si nuestra civilización urbana global no cambia su patrón de
energía fósil, es decir, si no reemplaza, antes del año 2040, el uso del
carbón, petróleo y gas por energías limpias como la solar, la eólica y otras,
el clima de la Tierra se calentará 1,5 grados con consecuencias catastróficas
para la especie humana.
Según los
científicos del Panel de la ONU, el clima del planeta recalentado en 1,5 grados
causará la desaparición de los glaciares de las montañas del mundo, y con ello
una escasez de agua y alimentos para nuestra civilización, que en el año 2040
será urbana y global, puesto que más de las 2/3 de la humanidad vivirá en
ciudades.
Al mismo,
tiempo, el deshielo del Ártico, Groenlandia y de un trozo de la Antártida,
originará una peligrosa alza del nivel de los océanos y la inundación de
estuarios, playas y puertos y la desaparición de muchos pequeños Estados, que
son islas. Todo esto causará millones de refugiados ecológicos. A pesar de que
el Informe del Panel de la ONU coincide con el desastre de Carolina del Norte,
Donald Trump sigue negando el cambio climático. El Presidente de los EEUU está
contra la ciencia. En un acto insano; acaba de anular las normas que reducían
las emisiones CO2 que ocasiona el uso del petróleo, gas y carbón. Si se suma a
esto la reluctancia de China e India y de otros grandes países a reducir
severamente sus emisiones de CO2, como lo piden los científicos del Panel de la
ONU, estamos ya marchando hacia un desastre climático que provocará el colapso
de nuestra insostenible civilización urbana global”(….), ”en el Perú pagaremos
los destrozos de un cambio climático que no hemos producido, y que él dice que
no existe” (…) “No hay duda, nuestros descendientes en el año 2040 enfrentarán
un planeta con un clima letalmente hostil. En el Perú, hay que prepararse para
niños cada vez más severos y para la desaparición de los glaciares andinos que
causará una crisis nunca vista del agua[109].
Trump es solo una pieza importante de una maquinaria: el
capitalismo neoliberal globalizado.
Este maligno y crucial proceso de autodestrucción del planeta
poco o nada tiene que ver con los deseos ciudadanos, con su cada vez más
recortado poder de decisión en cada sociedad.
Los ideales democráticos, en mayor o menor medida realizados
por algunos países, son absolutamente inalcanzables, en tanto se refieren a un
“horizonte” en el que todo el pueblo tiene todo el poder. Pero hay sociedades
donde dichos ideales se acercan o se distancian más de dichos ideales. La
liberalización de la economía y su correlato en el subsecuente tejido de
poderes fácticos tornan aún más difíciles y lejanos los ideales ciudadanos del
poder del pueblo. Las democracias viven la peor crisis de realización desde que
se intentó su construcción en la modernidad, digamos, desde la Revolución
Francesa y la creación de los Estados Unidos de Norteamérica.
¿Qué
relación hay entre el vaciamiento neoliberal de la democracia liberal
contemporánea y la puesta en peligro de imaginarios democráticos más radicales?
Las prácticas y las
instituciones
democráticas liberales casi nunca llegan a cumplir su promesa y en ocasiones la
invierten de modo cruel; sin embargo, los principios democráticos liberales
contienen —y ofrecen— ideales de libertad e igualdad compartidas universalmente
y de un gobierno político del pueblo y para él. La mayoría de las otras
formulaciones de la democracia comparten estos ideales, los interpretan de modo
distinto y suelen buscar su realización de modo más sustantivo de lo que el
formalismo, el privatismo y el individualismo liberales, así como su
complacencia hacia el capitalismo, hacen posible. No obstante, sí (….) la razón
neoliberal está despojando a las democracias liberales realmente existentes de
estos ideales y deseos[110].
La democracia, ciertamente, es una aspiración, su concreción y las narrativas alrededor de
ella en cada caso, difieran de manera radical. La opinión de Wendy Brown en
este tópico, es muy lúcida:
Aceptar el
significado abierto y debatible de la democracia es esencial, pues busca
liberarla de su contención en cualquier forma particular, a la vez que insiste
en su valor para connotar el autogobierno político del pueblo, sea quien fuere
el pueblo. En esto, la democracia no sólo se opone a la tiranía y a las dictaduras,
al fascismo o al totalitarismo, a la aristocracia, la plutocracia o la
corporatocracia, sino también a un fenómeno contemporáneo en que, en el orden
que produce la racionalidad neoliberal, el gobierno se transmuta en gobernanza
y administración[111].
La concentración de la riqueza en pocas manos es un fenómeno
mundial que se ha agudizado en los últimos años, también mediante la
deslocalización de grandes capitales (que se han trasladado a zonas del mundo
con menores costos laborales) y la traslación del capital industrial a capital
financiero, la “financiarización”(especulación, complejos instrumentos
financieros, manipulación de divisas). El sector de privilegiados que ha
resultado de ese proceso de concentración de capitales es denominado “plutonomía”
por Noam Chomsky (quien toma el término del Citigroup). Chomsky coloca, al otro
extremo de la escala de ingresos al “precariado”, señalando de paso que estos
fenómenos se han agudizado recientemente.
Plutonomía y
precariado. Citigroup, uno de los bancos más grandes que existen, publicó
recientemente un estudio para sus inversores donde se identificaba una nueva
categoría, “plutonomía”: aquellos que poseen una riqueza sustancial. Esta nueva
clase es la principal impulsora de la economía-son los principales consumidores
y allí es donde va a parar toda la riqueza-,por lo que Citigroup ha creado una
“cartera de inversiones para la plutonomía” que existe desde mediados de los
ochenta, cuando Reagan y Thatcher en Inglaterra impulsaron políticas que
enriquecían a los más ricos y hacían sufrir al resto. Citigroup señala que
dicha cartera de inversiones ha proporcionado unos beneficios muy superiores al
mercado y urge a los inversores a que se concentren en ella. De manera que hay
que centrarse en el pequeño porcentaje de la población que cada vez acapara más
riqueza…y a olvidarse del resto[112].
Utilizando la terminología de Chomsky, la aspiración por
pertenecer a la “plutonomía” se ha convertido en objetivo para los tenedores de
capital, predominantemente de origen financiero.
La “libertad” para acumular tiene algunas barreras, a pesar de
la captura del Estado por el capital. Tiene que ver con los valores afines a la
democracia, como la solidaridad. En la medida que algunos resortes de la
democracia funcionen, los gobiernos se ven presionados a llevar a cabo acciones
decididas o estimuladas por la población. Los movimientos de capital no
requieren de las decisiones de la gente. Pero un gobierno puede ser permeable,
en ciertos casos, a dichas decisiones.
Está claro, entonces,
que para la libre movilidad de los capitales, su acumulación y hasta su poder
de influenciar en decisiones que afecten a los demás, la democracia y los
gobiernos son, en cierta medida, un estorbo, una valla. Salvo en los casos de
potencias financieras y militares, que requieren un Estado que pueda movilizar
a los contribuyentes para que los rescaten o para solventar los gastos
militares que sirven, finalmente, para asegurar el dominio de los intereses de
los más fuertes. A esto último juegan también los neoliberales de ciertos
países latinoamericanos, como Chile o Brasil.
El valor de la
solidaridad se ha convertido en un valor subversivo en la ideología neoliberal.
Dicho valor, al ser desdeñado, impide la educación gratuita, el acceso gratuito
a los servicios de salud. En ese contexto deben ser entendidos los artículos 11
y 13 de la Constitución de 1993, por los que el Estado no garantiza ni la salud
ni la educación, dando paso a la creciente privatización de ambos servicios
básicos.
Una versión muy importante de la ideología neoliberal que ha
cambiado radicalmente la relación Estado-ciudadano y, por ende, las
obligaciones del Estado para con el ciudadano y los derechos que el ciudadano
pueda reclamarle al Estado, es la conocida en el Perú como ideología del
“emprendedurismo”, que está presente en muchos de los contenidos que se
difunden en prensa escrita y TV, y forman parte de políticas de Estado.
La fuerte campaña por la que se promueve la formación de micro
y pequeñas empresas en la que se exaltan los supuestos triunfadores en ese
empeño están presentes por doquier. La solución al subdesarrollo, según
Hernando de Soto, está en la formalización de millones de productores,
comerciantes y emprendedores. Sus obras, como El otro sendero o El misterio
del capital, han sido financiadas y difundidas en casi todos los países,
desde antes de la dación de la Carta de 1993 .Luego, Hernando de Soto fue
asesor de Fujimori. En los medios de comunicación, somos testigos, encontramos
mensajes que asocian el “éxito” a asuntos como “perdí el miedo a emprender y
ahora tengo ocho pizzerías”; “decidí arriesgarme a emprender y ahora tengo mi
fábrica”; ”cuando empecé no sabía, pero me capacité y logré el éxito”.
El
Estado ha abandonado sus responsabilidades. Si existe pobreza es culpa del
ciudadano que no se atrevió a emprender, a capacitarse para algún
emprendimiento individual. El ciudadano está dejando de existir: se ha
convertido en consumidor y en aspirante a “emprendedor”.
Millones de pobres no tienen otra alternativa que inventar su
propio trabajo. Es cierto que, abandonado a su suerte, el ciudadano tiene que
sobrevivir como sea.
En el Perú es muy frecuente que sea taxista, mototaxista o
pequeño comerciante informal. No tiene sueldo no tendrá pensión cuando la edad
le impida seguir produciendo. En el Perú el Programa Prompyme (Centro de
promoción de la pequeña y micro empresa) ayuda en capacitación y ha logrado que
una pequeña parte de las compras estatales se hagan a las micros y pequeñas
empresas. Dicho programa está adscrito al Ministerio de Trabajo.
Según datos aparecidos en el Diario Gestión[113] más del 60% de los
micros y pequeños emprendedores tienen dificultades por falta de liquidez y
apoyo del Estado. Solo el 9.7% confía en la rentabilidad de su idea
En resumen, “El Estado, en su papel de facilitador de las
condiciones de libre mercado, se enfoca en tal labor, dejando de lado la
garantía de derechos para el ciudadano”[114].
Precisamente los derechos que fueron eliminados en la
Constitución de 1993 y que transcribimos de la Carta de 1978-1979.
caPítulo Vi
resumen correGido y aumentado
A partir de lo expresado, es claro que, en
resumen, he afirmado:
1.- |
La
Constitución de 1993 fue la concreción del inicio de una nueva etapa
histórica en el Perú: la de la estructuración de la economía de libre mercado
y, por lo tanto, del inicio y formalización de la lógica neoliberal en el
funcionamiento del Estado. |
2.- |
La
imposición formal del neoliberalismo se inició antes del golpe del 5 de abril
de 1992, mediante la dación de decenas de Decretos de Urgencia y Decretos
Legislativos, en el lapso entre el 28 de julio de 1990 y el 5 de abril de
1992. La mayoría de dichos decretos se orientaron a generar las condiciones
para imponer la lógica neoliberal en procesos económicos y políticos. En ese
lapso se dieron 562 Decretos de Urgencia y 156 Decretos Legislativos. El
Congreso bicameral dictó 140 leyes.[115] Entre
1990-2000 el Gobierno de Alberto Fujimori emitió 1655 Decretos de Urgencia,
303 Decretos Legislativos y el Congreso dictó 1373 leyes[116]. |
3.- |
El
golpe de Estado del 5 de abril de 1992 tuvo varias motivaciones. A mi juicio,
la principal fue la de instalar una economía de mercado legitimada en una
Constitución. Si bien es cierto en la Constitución de 1978-79, artículo 115,
se formalizaba que “La iniciativa privada es libre. Se ejerce en una economía
social de mercado. El Estado estimula y reglamenta su ejercicio para armo- |
nizarlo con el interés social”, hay varias
diferencias de contexto que otorgan a la Carta de 1993 un carácter neoliberal
que no tenía la anterior. No solamente porque, en sintonía con la concepción
neoliberal la Carta vigente no hace en este ni en ningún artículo referencia al
“interés social” o al “bienestar general”, formulaciones que abundan en la
Carta de 1978-79 para fundamentar derechos, sino porque la Constitución de 1993
no solamente retira al Estado de decenas de compromisos de derechos de los ciudadanos
(convirtiéndolos en consumidores), sino que sitúa al artículo 58, aquel que
refiere: ”La iniciativa privada es libre. Se ejerce en una economía social de
mercado.(…)”, en el contexto de los artículos 58 al 65, que pertenecen al
Título III, Del Régimen Económico,
Capítulo I, Principios generales.
Los constituyentes del 93 crearon un Título
para este rubro, lo cual es único en las constituciones del mundo. En otras
cartas, si es que se menciona lo de la economía de mercado (que no aparece en
la mayoría de las constituciones occidentales), no es en relación a cláusulas
que refuerzan y desarrollan explícitamente los extremos del concepto.
4.-
En el artículo 60 del Título mencionado, se plantea que “solo autorizado
por ley expresa, el Estado puede realizar subsidiariamente actividad
empresarial, directa o indirecta, por razón de alto interés público o de
manifiesta conveniencia nacional”. De esta manera, el Estado no puede
desarrollar empresas, pues se supone que es un tópico reservado al sector
privado.
El
Ministro de Economía de Alberto Fujimori, Carlos Boloña, se expresó en este
sentido más de una vez, poniendo de manifiesto que era una postura ideológica.
El principio de la subsidiariedad del Estado complementa y acota, en este caso,
los principios enunciados en el artículo 58:”La iniciativa privada es libre. Se
ejerce en una economía social de mercado”.
En
todo caso, si bien el artículo 60 se refiere solamente a la actividad
empresarial del Estado, el contexto, las circunstancias y la realidad han
conducido a un retiro del Estado de casi toda actividad económica no eludible,
como lo es la elaboración del Presupuesto General de la República.
Un
Sistema Nacional de Planificación, como se denominó anteriormente al que
existió en el Perú, es impensable. La Constitución de España, dice en su
Artículo 131:
A. El
Estado, mediante ley, podrá planificar la actividad económica general para
atender a las necesidades colectivas, equilibrar y armonizar el desarrollo
regional y sectorial y estimular el crecimiento de la renta y de la riqueza y
su más justa distribución.
B. El
Gobierno elaborará los proyectos de planificación, de acuerdo con las
previsiones que le sean suministradas por las Comunidades Autónomas y el
asesoramiento y colaboración de los sindicatos y otras organizaciones
profesionales, empresariales y económicas. A tal fin se constituirá un Consejo,
cuya composición y funciones se desarrollarán por ley.
La
ortodoxia neoliberal en la Carta del 93 ha generado una “cultura del
abstencionismo estatal” hasta en rubros estratégicos. La fabricación de
repuestos para material de guerra, por ejemplo. Con mayor razón, en esa misma
dirección, la producción de insumos y repuestos para el sector privado,
incluidos el sector minero, pesquero o agrícola. Hasta un tornillo se debe
importar. Hay un serio problema para la producción de medicamentos. Este último
asunto se “resuelve” para el supuesto libre mercado mediante tratados
comerciales, muchos de ellos llamados TLC, tratados que limitan aún más la
soberanía, concepto reñido con las concepciones neoliberales.
5.- |
El
artículo 62 de la Carta de 1993 dice: ”Los términos contractuales no pueden
ser modificados por leyes u otras disposiciones de cualquier clase”. La
absoluta seguridad al capital (sobre todo transnacional) condujo a esta
formulación que, al ser parte de la Constitución, es regla inamovible,
eterna, y por tanto, atentatoria contra la soberanía ciudadana, contra la
democracia. |
|
Este
artículo actúa en consonancia con los artículos 58 y 60, ya mencionados. Lo
cierto es que la supuesta “regla inamovible” no lo es tal, si nos atenemos al
hecho de que muchos términos contractuales han sido modificados por
iniciativa de las empresas contratantes con el Estado, por supuesto, en su
propio beneficio. |
6.- |
El
artículo 63 de la Carta de 1993 dice: “La inversión nacional y la extranjera
se sujetan a las mismas condiciones”. Es evidente que, salvo excepciones, la
capacidad de inversión extranjera es bastante mayor que la nacional. Por
ello, es fácil observar que la propiedad de los negocios mineros, gasíferos,
eléctricos, bancarios, de seguros, AFP, portuarios, aeroportuarios,
carreteros, agrícolas modernos, pesqueros, grandes tiendas comerciales y
supermercados, ferrocarrileros, de comercialización de combustibles, etc.,
está en manos del capital transnacional, el cual ya está incursionando en
parqueos, colegios, universidades, farmacias, construcción, gastronómicos,
servicio de taxis, etc. La renta de esos negocios no está regulada, de manera
que puede ser íntegramente extraída del país. La lógica que se impone a las
inversiones especulativas-financieras es la misma que la que se impone a
cualquier actividad económica. |
|
El artículo 63, además,
solo se puede entender a cabalidad como complemento de los artículos 58, 0 y
62. El tenor del artículo 63 es único en el mundo, lo cual contribuye a que
la Carta de 1993 sea la más neoliberal, si cabe el término, de América y Europa. |
7:- |
Uno de los supuestos en el
cual se basa la construcción de un esquema rígidamente neoliberal, es el de
favorecer la inversión |
para facilitar el crecimiento. Siendo el
crecimiento económico el objetivo que se persigue, y no el desarrollo ni el
fortalecimiento y defensa de los derechos ciudadanos. La democracia se
convierte en un rito vacío de contenido. El desarrollo es la mejora del nivel
de vida de toda la población en un sentido constante. Hay la suposición entre
los neoliberales de que el “chorreo” que resulte de las inversiones mejorará el
nivel de vida; es decir, contribuirá al desarrollo. Pero la realidad muestra
que las “ventajas comparativas” que sirven de base de legitimación para la
apertura total de los mercados, se constriñen enormemente, a pesar de la
disposición de minerales.
Ø En
primer lugar, porque la mayor parte de nuestras exportaciones son de eso: de
minerales. No se propugna una real diversificación productiva. En muchos casos,
no se puede propugnar.
Ø En
segundo lugar, porque los minerales son recursos no renovables.
Ø En
tercer lugar, porque la explotación minera es intensiva en capital y no en mano
de obra, por lo que en vez de contribuir a resolver el grave problema del
subempleo, contribuye a lo contrario.
Ø En
cuarto lugar, porque la explotación de minerales suele generar contaminación, y
el Estado neoliberal es, por lo menos, muy débil y en muchos casos, cómplice.
Ø En
quinto lugar, porque el precio de los minerales no es controlable por el Perú,
lo que nos hace vulnerables a la variabilidad de precios.
Ø En
sexto lugar, porque no hay regulaciones suficientes para evitar el daño que
producen los pasivos mineros (PAM). Decir esto no me convierte en antiminero.
Simplemente en un peruano contrario a la Constitución de 1993.
8.- |
Los
artículos 58, 60, 62 y 63 son, sin duda, el núcleo de la Constitución de
1993. El constitucionalista argentino Germán Bidart Campos, formuló el
concepto de “cláusulas pétreas” o “contenidos pétreos” por primera vez. Se
refería a cláusulas que “si bien pueden reformarse, no pueden alterarse,
suprimirse o destruirse”, tal como ya he citado anteriormente. El concepto
es, a mi juicio, no aceptable: su concepción atenta contra la soberanía
popular, que puede cambiar, modificar o anular, lo que considere de una Constitución. |
|
Pues
bien, a mi juicio los neoliberales, por su posición ideológica, han
convertido en “cláusulas pétreas” los artículos mencionados, y seguramente
algunos más. Nunca se ha debatido en medios de comunicación la Constitución
de 1993 o este Título II. |
9.- |
El dilema sobre neoliberalismo y/o
democracia es, a mi juicio, el más importante de las democracias modernas. A
mi juicio, el neoliberalismo contradice la democracia, o la limita, la
distorsiona y, en última instancia, la impide, trabando las instituciones
estatales, contribuyendo a que la lógica de la oferta y la demanda se
introduzca como criterio de asignación de recursos por parte del Estado,
sustituyendo el concepto y la práctica de servicio por la del lucro, y, a
la vez, a la mayor corrupción en las instituciones estatales en nombre de una
supuesta democracia. |
|
La
lógica excluyente del mercado se contradice con la lógica incluyente de la
democracia. La reducción del papel público en la economía, la disminución de
los gastos sociales, las privatizaciones, la reforma fiscal favorable al
capital, la desregulación del mercado laboral, el abandono de aspectos
fundamentales de la soberanía de los Estados, la supresión de los controles
de cambio, la desregulación de los intercambios comerciales para el
favorecimiento de las economía más fuertes, el impulso a las operaciones
bursátiles, y otras medidas que devienen en anticiudadanas y
antidemocráticas, configuran lo que Wendy Brown denuncia como un ordenamiento
que “más que sólo saturar el significado y el |
contenido de la democracia con valores del
mercado, el neoliberalismo ataca los principios, las prácticas, las culturas,
los sujetos y las instituciones de la democracia entendida como el gobierno del
pueblo”.[117]
El
neoliberalismo, de acuerdo a la misma autora, es considerado como “algo más que
un conjunto de políticas económicas, una ideología o una reconfiguración de la
relación entre el Estado y la economía. Más bien, como un orden normativo de la razón que, a lo largo de tres décadas, se
convirtió en una racionalidad rectora amplia y profundamente diseminada”.[118]Coincido totalmente
con ella.
10.-
En el presente trabajo se intenta mostrar algunos hilos conductores del
pensamiento liberal-económico de algunos precursores, como Mandeville, Gournay,
Quesnay, Turgot, Adam Smith, Locke, David Ricardo, Jean-Baptiste Say y
H.Spencer, con la instauración formal de la ideología neoliberal, en 1947, por
los teóricos y pensadores reunidos en Mont Pèlerin (Vevey, Suiza) creadores de
la Mont Pèlerin Society y del Grupo ORDO, como Walter Eucken, Alfred
Müller-Armack, Wilhem Röpke, Fritz Machlup, Ludwig Von Mises, Friedrich Von
Hayek, Karl Popper y Milton Friedman.
Ideas principales son que la búsqueda del
pleno empleo es incompatible con la economía de mercado, que aquella política
presupuestaria y monetaria que pretende conseguir la ocupación total produce
inflación, que la introducción de controles en la vida económica es nociva. Uno
de ellos, Friedrich von Hayek, sostiene que en un mercado puedan existir formas
monopolistas (Economía de mercado y
política económica). La idea central que subraya el inventor del concepto
“economía social de mercado”, Alfred Müller-Armack, en el sentido que es lo
mismo “economía de mercado” que “economía social de mercado”. Planteamientos de
Walter Eucken, son reconocer que la presencia del neoliberalismo implica no
garantizar derechos fundamentales y se pregunta, con pertinencia: “¿Cómo ha
modificado el ordenamiento jurídico “el derecho creado por la economía misma?”
Uno de los ideólogos fundacionales del
neoliberalismo, quizá el más ortodoxo, Ludwig von Mises, llegó a considerar al
mercado como lo único que podía conducir a mejorar la condición de vida de las
poblaciones. Por tanto, toda limitación o regulación del mercado era nociva. La
búsqueda del bien común o de la solidaridad como objetivos, las consideró
vallas para para mejorar el nivel de vida.
11.- Algunos fracasos de los primeros
intentos neoliberales en América Latina acicatearon al FMI, el BM y el
Departamento del Tesoro de Estados Unidos de Norteamérica, a coincidir en
Washington alrededor de un documento de John Wolfenson que se denominó el
Consenso de Washington (CW), consistente en diez recomendaciones de política
económica para América Latina. Es este el documento que en Washington le
entregaron y explicaron al presidente electo, Alberto Fujimori, para que lo aplique
en el Perú desde su asunción de mando, asunto que efectivamente hizo.
El
CW no es sino la búsqueda de la consolidación de un consistente rumbo
neoliberal. Todas las políticas económicas y sociales aplicadas desde antes de
la dación de la Constitución de 1993, así como el texto de dicha Constitución,
tendieron a la legitimación de la aplicación de nuevas direcciones económicas,
sociales, políticas y culturales, que fueron y siguen siendo inspiradas en el
CW y en sus antecedentes teóricos y políticos neoliberales.
La
continuación de la vigencia de dicha Constitución indica que la orientación de
las políticas de Estado hasta hoy, en el Gobierno de Vizcarra, es la misma. Lo
que quiero afirmar es que los Gobiernos de Toledo, García, Humala, Kuczynski y
Vizcarra no solamente han gobernado con dicha Constitución vigente, sino que
han aplicado sus mandatos. Esa es también la opción de varios movimientos
políticos en el Congreso o con la expectativa de gobernar a partir del 2021:
Fuerza Popular, Alianza para el Progreso, Peruanos por el Kambio, APRA, Acción
Popular, Partido Popular Cristiano, Todos por el Perú o Partido Morado,
dirigido por Julio Guzmán.
Están en desacuerdo con la Constitución
vigente las izquierdas parlamentarias como Frente Amplio y Nuevo Perú, así como
las no-parlamentarias, como Perú Libertario, Fuerza Social, Partido Comunista
Peruano, Partido Comunista del Perú (Patria Roja), Democracia Directa y otros
colectivos, así como algunas personalidades políticas, como Yonhy Lescano de
Acción Popular y agrupaciones no inscritas como la Democracia Cristiana.
La
Constitución de 1993 también ha sido, recientemente, objeto de análisis crítico
por la Escuela de Antropología de la
Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Percibo que el cuestionamiento
a la Constitución de 1993 es creciente. El reclamo de un sector significativo
del pueblo: “cierre del Congreso”, suele asociarse con la elaboración de una
nueva Constitución.
12.-
El neoliberalismo se ha expandido rápidamente en el mundo. Son los
países más desarrollados los que más capacidad tienen de imponerlo a otros,
pero, a la vez, de limitar su expansión interna mediante múltiples medidas
políticas y económicas, como barreras arancelarias, imposición de condiciones a
través de TLC, subvenciones a varios de sus rubros de producción, planificación
de sus recursos y políticas a mediano y largo plazo, etc. El neoliberalismo no
es un fenómeno “externo” a los Estados: los ha permeado convirtiéndolos en
herramientas de su lógica de expansión. En ese mismo sentido, ha permeado y
desfigurado la democracia y el ejercicio ciudadano. “La apropiación neoliberal
de la idea de democracia tiene que ver con expandir el mercado y llamarlo
Democracia”.
13.-
Los resultados económicos y sociales de la aplicación de políticas
neoliberales en América Latina son visibles: crecimiento económico esporádico
dependiente del precio de los commodities
y consolidación de una enorme desigualdad, que es la mayor del mundo. Un
informe conjunto de la CEPAL y el PNUD sobre el estado de la región en relación
con las metas del milenio destaca que “en todos los países de América Latina,
sin excepción, los coeficientes Gini
(que miden la desigualdad en la distribución de los ingresos) superan los
promedios internacionales y de la OCDE.
El Banco Mundial en su informe sobre
desigualdad plantea que “América Latina sufre de una enorme desigualdad (...). Se trata además de un fenómeno invasor que
caracteriza a cada aspecto de la vida, como el acceso a la educación, la salud
y los servicios públicos; el acceso a la tierra y a otros activos; el
financiamiento de los mercados de crédito y laborales formales y la
participación e influencia política”.[119]
14.-
En una visión de conjunto, las ideas liberal-económicas de los siglos
XVII-XIX fueron la base en la cual se fundamentaron varias de las propuestas
más organizadas y ambiciosas de los fundadores del neoliberalismo en 1947.
La
acción del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional así como la puesta
en operación del Consenso de Washington impulsaron la enorme y rápida
intensificación y extensión de las políticas de libre mercado con sus
subsecuentes consecuencias.
La
corriente neoliberal de pensamiento traza una línea de continuidad entre las
ideas que desde Friedrich von Hayek, pasando por Milton Friedman, llegan hasta
el denominado “Consenso de Washington”.
No
obstante, la pérdida de injerencia del Estado frente al mercado en la
regulación de los procesos sociales no ha cumplido la promesa de crear un
modelo de crecimiento económico exitoso, ni ha reducido la brecha entre ricos y
pobres por el llamado efecto “derrame”, que se suponía la acumulación de
riqueza iba a generar ni, a un nivel político, ha eliminado la corrupción y
fortalecido las democracias de la región. Más bien, el resultado de estas
políticas de liberalización parece indicar todo lo contrario, puesto que los
niveles de crecimiento registrados han sido iguales o inferiores en muchos casos
a la etapa histórica que precedió al neoliberalismo: la concentración de la
riqueza aumentó en una escala sin precedentes y la confianza en las
instituciones democráticas se vio seriamente afectada.
Pero sólo si consideramos que la “intención”
manifiesta de las políticas de ajuste fue la de promover el crecimiento y la
modernización de los países de la región podemos hablar de un “fracaso” Si
entendemos que su propósito consistió en buscar una salida rentable para la
especulación del capital financiero internacional, entonces no hubo ningún
“fracaso”, aquellas políticas obtuvieron un “éxito” indiscutible[120].
La
visión de conjunto que tiene Matías Cristobo nos induce a citarlo en su versión
sobre la mundialización del neoliberalismo:
Ante la
crisis de legitimidad sufrida por el Estado de Bienestar, la lógica mercantil
comienza a regir el conjunto de las relaciones sociales en un contexto signado
por el desplazamiento de los capitales desde el sector productivo hacia el
sector financiero. En cuanto a su alcance éste ha sido reducido, ya que sólo
fue implantado en los países anglosajones y América Latina, lo cual no impide que ideológicamente fuese hegemónico a nivel mundial
constituyéndose en el sentido común de la época.
Finalmente, en cuanto a sus efectos, el neoliberalismo
no sólo
no redujo
las desigualdades sociales, sino que aumentó las ya existentes al punto de
conformar una sociedad “dual” de integrados y excluidos[121].
15.
El Papa Francisco hace una crítica profunda al neoliberalismo. Desde la
perspectiva católica es una voz importante que, a mi juicio, ha sido silenciada
cuando se refiere a este tópico. Cuestiona la lógica de la competitividad como
un “juego” que conduce a la desigualdad creciente, a la opresión, a la explotación
y a la exclusión. Critica la falsa suposición de que el “derrame”(que también
suele denominarse “chorreo”) generado por el afán de crecimiento pueda lograr
equidad.
Hoy todo
entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el
poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes
masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin
horizontes, sin salida. Se considera al ser humano en sí mismo como un bien de
consumo, que se puede usar y luego tirar. Hemos dado inicio a la cultura del
“descarte” que, además, se promueve. Ya no se trata simplemente del fenómeno de
la explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión queda
afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues
ya no se está en ella abajo, en la periferia, o sin poder, sino que se está
fuera. Los excluidos no son “explotados” sino desechos, “sobrantes” (…). En este contexto, algunos todavía defienden
las teorías del “derrame”, que suponen
que todo crecimiento económico, favorecido por la libertad de mercado, logra
provocar por sí mismo mayor equidad e inclusión social en el mundo. Esta
opinión, que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza
burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en
los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.
Francisco denomina con acierto “ideología” a
las ideas neoliberales que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especula-
ción financiera y defiende el derecho de los
Estados a velar por el bien común: “Mientras las ganancias de unos pocos crecen
exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar
de esa minoría feliz. Este desequilibrio
proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los
Estados, encargados de velar por el bien común.
Se
instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma
unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas. Finalmente, considero
remarcable que Francisco vincule directamente este sistema con la destrucción
del medio ambiente: “En este sistema, que tiende a fagocitarlo todo en orden a
acrecentar beneficios, cualquier cosa que sea frágil, como el medio ambiente,
queda indefensa ante los intereses del mercado divinizado, convertidos en regla
absoluta”[122].
16.- En el marco de una crítica radical a
la actual “democracia liberal” no es posible soslayar la contradicción que se
da entre el modelo capitalista neoliberal y la democracia parlamentaria. Al
respecto Cristian Guille opina:
Uno de los
problemas ideológicos centrales que enfrenta el modelo capitalista neoliberal,
es el lograr legitimar la democracia parlamentaria en el marco de un proceso de
concentración creciente del poder económico y político. En la democracia
liberal, cuyos fines como la “libertad” y la “igualdad” se deprecian cada vez
más debido a una pobreza en aumento y a que las posibilidades de encontrar un
empleo estable se desvanecen. La igualdad de oportunidad económica se ha
convertido en un mito y la libertad de los que no cuentan con recursos resulta
ser una simple burla[123] (…) La
democracia representativa se ha convertido progresivamente en un simple
mecanismo de mercado: los votantes son los consumidores, y los políticos los
empresarios[124].
17.-
Un asunto fundamental para los que negamos el neoliberalismo como
alternativa política útil y democrática es el de poseer una correcta visión
frente al rol de un Estado alternativo al estado neoliberal. No se trata de
defender el estatismo. Se trata de postular un modelo de Estado basado en la
solidaridad y no en la subsidiariedad, como señala el artículo 60 de la
Constitución de 1993.
Debemos
comprender el significado del mercado y su relación con un Estado de nuevo
tipo; aunque, ciertamente, no con el modelo de Estado que los neoliberales nos
atribuyen. Frente al efecto negativo de estas políticas debemos plantearnos
varios problemas. En primer lugar, la cuestión misma del aparato estatal. Nosotros no defendemos un modelo de Estado
corrupto. Defendemos una concepción política en la cual, efectivamente, la
intervención estatal debe basarse en la solidaridad social. Es decir, en la
disminución de las desigualdades y no solamente en la mera eficacia económica.
Por otro lado, debemos preguntamos cuáles son los objetivos éticos de ese
Estado, cuál es el proyecto de sociedad que él implica. Creo que, frente al
desastre, enormemente. Sin embargo, los efectos de las políticas neoliberales
no concluyen ahí. Todavía más grave es que las desigualdades han crecido entre
los mismos pobres. Nos enfrentamos a un proceso nuevo: la pauperización de la
pobreza[125].
18.-
A los pretendidos “contenidos pétreos” que señalé en el acápite 8 del
presente resumen (artículos 58,60, 62 y 63), es preciso añadir artículos de la
Constitución de 1993 que se desarrollan “en sinto-
nía” con los mencionados. Son artículos que
aluden a cuestiones sociales. El artículo 11 dice:
El Estado garantiza el libre
acceso a prestaciones de salud y a pensiones, a través de entidades públicas,
privadas o mixtas. Supervisa asimismo su eficaz funcionamiento.
De
acuerdo a la lógica que se prescribe, cada ciudadano es “libre” de acercarse a
una clínica privada o a un hospital estatal. En la práctica, el Estado no cubre
las necesidades para los hospitales a su cargo: presupuestos insuficientes,
corrupción tolerada y generalizada; ausencia de planificación, de seguimiento,
de rendición pública de cuentas y de participación ciudadana; en fin, de una adecuada política de prevención
y atención de salud, generan carencias graves que se muestran en la ausencia de
infraestructura suficiente y conveniente, ausencia de producción y provisión de
medicamentos así como de personal adecuadamente pagado.
Todo ello explica las carencias graves que
derivan en una organización desacertada y, sobre todo, en la incapacidad de
atender fluidamente a la ciudadanía, la que se ve obligada a aceptar plazos muy
largos para recibir servicios de toda índole (sobrecarga de pacientes). Ello
atenta contra los Derechos Humanos de la población mayoritariamente pobre, y
obliga a una parte de esa población pobre a buscar atención en clínicas
privadas. El camino indicado por el
artículo 11 estimula la privatización de los servicios de salud y convierte
en “letra muerta” el inicio del artículo 7 de la misma Constitución: ”Todos
tienen derecho a la protección de su salud”.
Lo
mismo ocurre con la formulación del artículo 13, que en su segundo párrafo
señala: “El Estado reconoce y garantiza la libertad de enseñanza”. No dice que
garantiza la enseñanza o la educación, por último. Así que el ciudadano es
“libre” de buscar instituciones educativas privadas o públicas, solo que a las
públicas (sean estas escuelas, colegios, universidades o centros de educación
superior) no les otorga el presupuesto requerido y, por parecidas razones a las
señaladas en el caso de la salud pública, la educación pública ha decaído
ostensiblemente.
El
esfuerzo mal remunerado de profesores y catedráticos salva en algunos casos el
déficit pero es notoria la carencia de infraestructura adecuada, de materiales
educativos, de implementos para el desarrollo del arte, de la educación
deportiva, de laboratorios para la investigación, y también de facilidades para
la formación de profesores y catedráticos. Desde la dación de la Constitución
de 1993 han proliferado cadenas de colegios que pertenecen a capitales
transnacionales y más de 115 universidades privadas, que con sus filiales
(puesto que “la iniciativa privada es libre”) se acercan a 600 universidades
privadas en todo el Perú, de las cuales, solo una pequeña minoría cumple con
ciertos estándares educativos convenientes. También se ha desarrollado una
iniciativa perversa: la de los “colegios emblemáticos”, que gozan de ciertos
privilegios con respecto a los demás, lo cual es antidemocrático y demagógico.
En
términos generales, embebidos en el afán de educar a sus hijos, muchos
ciudadanos pobres se esfuerzan por colocar a sus hijos en los colegios o
universidades privadas, lo cual estimula la privatización de la educación. Las
universidades-empresa han resultado un negocio rentable que sirve para
catapultar muchos vicios, como los títulos profesionales productos de plagio o
la provisión de políticos que se encargan de mantener y desarrollar este
régimen nocivo.
19.-
El retiro del Estado en muchas de sus obligaciones anteriores y la baja
capacidad de solventar inversiones en rubros básicos como salud y educación
también se explican por la baja presión tributaria (cociente entre el PBI y la
masa tributaria). Las exoneraciones tributarias al gran capital, la evasión así
como la elusión tributaria, dan como resultado, este año 2018, una presión
tributaria de 13.9%. En América Latina, el promedio es 22.7%, en los 36
países que conforman la
OCDE es 34.3%, en la Unión Europea es 45% y en países como Noruega, Suecia y
Finlandia (donde la educación pública es gratuita y de calidad), que suelen
estar siempre entre los cinco primeros lugares del mundo en “índice de
desarrollo humano”, las cifras oscilan entre 53% y 55%.
|
Es
evidente que el Estado corrupto es, además, un Estado al servicio de los
grandes capitales. Eso le impide tener recursos mínimos. |
20.- |
El
“orden mundial liberal” que pedía Wilhelm Röpke -fundador del neoliberalismo
en 1947- en un artículo que escribió en 1952, se ha instalado. En el texto
hemos señalado la enorme cantidad de acuerdos multilaterales y bilaterales
elaborados en la lógica neoliberal. |
|
La Constitución de 1993 es
una pieza ortodoxa, extremista, en ese “orden”. El análisis de dicha Constitución nos ha
demostrado que también es muy importante para comprender lo que no dice: los
derechos ciudadanos que cercena, el rol del Estado que deriva de sí misma, un
Estado sumiso y herramienta del capital y el mercado, un ciudadano aislado y,
de esa manera, impotente de decidir, una democracia,por tanto, restringida,
tergiversada y anulada. |
21.- |
El
análisis económico-político del texto precedente nos conduce y compromete a
abordar la elaboración de un nuevo texto, que en la línea de lo expuesto,
plantee “elementos de base” para una nueva Constitución. |
|
No
tengo duda de que van a surgir varias iniciativas en ese sentido, que
merecerán un debate nacional. En el planteamiento, por supuesto, se deberán
incluir elementos de juicio relacionados con propuestas que le hacen a una
nueva estructura del Estado, asunto que esta vez estuvo ausente. |
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Noviembre 2018 Lima - Perú
[1] Castorina, Emilia,
“Neoliberalismo democrático: una nueva forma de poder”, en Revista Question, Vol. 1, Nº 53, Instituto de Altos Estudios
Sociales, Universidad San Martín, Universidad de Buenos Aires; Consejo Nacional
de Investigaciones Científicas y Técnicas. Buenos Aires, 2017, p. 21.
[2] Sostengo que la
Constitución del 1993 no es, como opinan algunos, un “copia” de la mayor parte
de la de 1979, sino que es una innovación en todo lo fundamental y una
anulación de lo principal de la Carta de 1979.
[3] Planas, Pedro; “La
Constitución peruana de 1993 ¿Es una Constitución de consenso?”; Anuario de Derecho Constitucional
Latinoamericano, 1999, Konrad-Adenauer-Stiftung, CIEDLA, Buenos Aires, p.
558.
[4] Fernández, Roberto;
Llatas, Soledad; & Benza Pflücker, Manuel; El Parlamento, Fondo Editorial de los Diputados, La Paz, 2001, p.
4.
[5] Planas, Pedro; op. cit.,
pp. 558 y 559.
[6] Bernales Ballesteros,
Enrique; La Constitución de 1993,
Análisis comparado; con la colaboración de Alberto Otárola Peñaranda,
Editora RAO, Quinta Edición, set. 1999, p. 65.
[7] Palomino Manchego, José;
“Problemas escogidos de la Constitución peruana de 1993”, en Constitucionalismo latinoamericano del Siglo
XXI; coordinadores: Valadés,
Diego, & Carbonell, Miguel; UNAM, p. 286. (El
resaltado es mío)
[8] Bernales Ballesteros,
Enrique; “El desarrollo de la Constitución de 1993 desde su pro-
[9]
Benza Pflücker, Manuel; Nueva estructura
del Estado peruano, Talleres Gráficos Precisa, Lima, 1993, p. 85.
[10]
Bidart Campos, Germán; Manual de la
Constitución perforada; Tomo I, Ediar, Buenos Aires, 2007, p. 489. Dice:
“Se habla, así, de tres «generaciones» de derechos por
[11] Bidart Campos, Germán;
op. cit., p. 879.
[12]
Müller-Armack, Alfred; Wirtschaftslenkung
und Marktwirtschaft (Conducción de la economía y economía de mercado),
Universität Münster, 1946, pp. 55 y 76.
[13] La apelación al “interés
general” o al “bienestar general” está presente en varias constituciones de
países democráticos. Se trata de tomar en cuenta dicho interés general como
fórmula que contradice el afán por el interés individual, propio del
pensamiento económico liberal clásico y del neoliberalismo actual, que
considera al interés individual como el núcleo fundamental que debe ser
garantizado por el Estado.
[14] Delgado Taboada, Bruno; La Constitución económica peruana de 1993
como cláusula pétrea: ¿constitucionalización del desarrollo o menoscabo de
la Democracia?; PUCP, Lima, 2008, p. 9.
[15] Benza Pflücker, Manuel;
op. cit., p. 85.
[16] García-Trevijano, Carmen,
“El reverso de la Utopía. Actualidad de «La Fábula de las abejas de Bernard de
Mandeville», Universidad Complutense, Revista
Psicología Política, 9, Madrid, 1974, p. 7.
[17] Mandeville, Bernard de;
citado por García-Trevijano, op. cit., p. 10.
[18] García-Trevijano, Carmen,
op. cit, p. 11.
[19] Escartín González,
Eduardo; Historia del pensamiento
económico, Universidad de Sevilla, 1999, p. 140.
[20] Escartín González,
Eduardo; op. cit., p. 135.
[21] Escartín González,
Eduardo; op. cit., p. 137.
[22] Turgot, Jacques; citado
por Escartín González, Eduardo, op. cit., p. 151.
[23] Smith, Adam; Investigación sobre la naturaleza y causas
de la riqueza de las naciones; Fondo de Cultura Económica, México, 1958, p.
620.
[24] Borón, Atilio; “La
sociedad civil después del diluvio neoliberal”, en La Trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social,
CLACSO, Buenos Aires, Eudeba, 2003, p. 60.
[25] Say, Jean-Baptiste; Tratado de Economía Política o Exposición
sencilla del modo con que se forman, se distribuyen y se consumen las riquezas,
Tomo primero, traducción por Juan Sánchez Rivera, imprenta de Fernando
Villalpando, Madrid, 1821, p. 252.
[26] Say, Jean-Baptiste; op.
cit, p. 252.
[27] Martín, Victoriano; La equivocada distinción entre liberalismo
político y liberalismo económico; Universidad Complutense, Madrid, 1999, p.
3.
[28] Montagut, Eduardo; “La
división de poderes de Locke y Montesquieu”; nuevatribuna.es, 7 de agosto de 2017.
[29]
Fuentes, Claudia; “Montesquieu: teoría de la distribución social del poder”,
Universidad Diego Portales, Revista de
Ciencia Política, vol. 31, 1, Santiago, 2011, p. 3.
[30] Fuentes, Claudia, op.
cit., p. 4.
[31] Brown, Wendy; op. cit.,
p. 1.
[32] Engels, Federico; Anti-Dühring, Editorial Hemisferio,
Buenos Aires, 1956, p. 107.
[33] Entre los miembros de los
altos cargos de la administración del Gobierno de EUA y grupos de expertos del
sector privado financiero cercanos a dicha administración, hay que mencionar,
por ejemplo, al secretario del Tesoro norteamericano de entonces, Robert Rubin,
proveniente de Wall Street, al igual que los anteriores secretarios, Roger C.
Altman y Nicholas Brady, bajo la Administración Bush. Todos estuvieron o están
trabajando en sociedades de inversión. Ernest Stern, antiguo presidente del
Banco Mundial, era en ese momento el director del banco de inversión J.P.
Morgan, al igual que el presidente actual de dicho banco James Wolfensohn, que
trabajó antes en un banco de inversión. No puedo asegurar que Pedro Pablo Kuczynski
peruano-norteamericano y luego presidente del Perú, haya participado en la
elaboración de este documento, pero lo menciono aquí, porque elaboró años
después el segundo Consenso de Washington con el autor principal del primero,
John Williamson. Varios de los datos expresados aquí los he tomado de Jagdish
Bhagwati, hindú-EUA, economista.
[34] Batista Polo, Johanna; El condicionamiento al capital externo como
instrumento para la implementación de reformas neoliberales en América Latina:
la aplicación del Consenso de Washington en Argentina, Universidad Colegio
Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Bogotá, 2009, p. 2.
[35] Batista Polo, Johanna,
op. it., p. 12.
[36] Stiglitz, Joseph;
“Knowledge for Development: economic science, economic policy and economic
advice”. The World Bank. Annual World
Bank Conference on Develop-
[37] Ocampo, José Antonio; Más allá del Consenso de Washington: una
agenda de desarrollo para América Latina, CEPAL, Naciones Unidas, México,
2005, p. 8.
[38] Martínez Rangel, Rubí y
Soto Reyes Garmendia, Ernesto; “El Consenso de Washington: la instauración de
políticas neoliberales en América Latina”, Política
y Cultura, México, 2012, p. 53.
[39] Ocampo, José Antonio; op.
cit., p. 11
[40] Williamson, John; “Visión
general. Una visión para relanzar el crecimiento y las reformas”, en Kuczynski,
Pedro Pablo y John Williamson, Después
del Consenso de Washington. Relanzando el crecimiento y las reformas en América
Latina, UPC, 2015, Lima, p. 26.
[41] Williamson, John; Una
visión para relanzar el crecimiento y las reformas, op. cit., p. 28.
[42] Martínez Rangel, Rubí y
Soto Reyes Garmendia, Ernesto; op. cit, p. 55.
[43] Ocampo, José Antonio; op.
cit., p. 14
[44]
Rubio, Marcial; Para conocer la
Constitución peruana, Mesa Redonda Editores, Lima, 1983, p. 7.
[45]
Héctor Cornejo Chávez, citado por Acosta Iparraguirre, Vicente; La Constitución económica del Perú en el
derecho comparado, UNMSM, Lima, 2003, p. 189.
[46] Valadés, Diego; El control del poder, UNAM, México D.F.,
1998, p. 180.
[47]
Betancourt, Carlos Emilio, Gramsci y el
concepto del Bloque Histórico, Universidad Nacional de Colombia, Bogotá,
1988, pp. 6 - 9.
[48] Rubio, Marcial; op. cit.,
p. 70.
[49] Castorina, Emilia; op.
cit., p. 3.
[50] Los Gobiernos regionales
y locales (municipios provinciales y distritales) son también receptores de
tributos del canon y regalías por parte de ciertas concesiones mineras y de
hidrocarburos, montos que dependen de las ganancias declaradas por dichas
empresas, todas ellas privadas.
[51] Martínez Rangel, Rubí y
Soto Reyes Garmendia, Ernesto; op. cit., p. 49.
[52] Von Mises, Ludwig; La acción humana, Unión Editorial,
Madrid, 1986, p. 1208.
[53] Von Mises, Ludwig, op.
cit., p. 1212.
[54] Tantaleán Odar,
Christian; “Análisis e interpretación del régimen económico de la Constitución
del Estado”, Revista Derecho y cambio
Social, Año 2, Nº 3, Lima, p. 1.
[55] La eliminación del
Artículo 2, inciso 20, sub-inciso L de la Carta de 1979, facilitó
posteriormente la instalación por el régimen de Fujimori y al amparo de la
carta de 1993, el juzgamiento por parte del Tribunal de Justicia Militar (TJM)
de civiles. Tal error fue observado por la Corte Interamericana de Derechos
Humanos (CIDH) lo que condujo a que se vuelva a juzgar a los sentenciados por el
TJM en tribunales civiles.
[56] Se destina a salud en el presente año, 2018, un
10% del presupuesto. Esto equivale a un 2.1% del PBI total. En Argentina es del 5.4 % y en Brasil
5.0%.
[57] Este artículo de la Carta
de 1979 (Art. 15) fue sustituido por el artículo 11 de la Carta de 1993, que,
al plantear que el Estado garantiza el libre acceso a prestaciones de salud y a
pensiones a través de entidades públicas, privadas o mixtas, genera las
condiciones a la creciente privatización de los servicios de salud. Ya no se
proclama el derecho a la protección de salud integral sino el “libre acceso” a
prestaciones, sean privadas o públicas. La experiencia demuestra que se han
reducido, relativamente, los presupuestos para salud pública y han proliferado
los negocios privados en salud. Se ha sustituido un derecho fundamental por el
criterio del lucro.
[58] La eliminación de este
articulado ha contribuido al caos de precios de productos farmacéuticos y a la
desaparición o menoscabo de los medicamentos genéricos. También a la
desaparición de las farmacias (y su sustitución por boticas sin farmacéuticos)
así como a la desaparición de farmacias de turno nocturno.
[59] Lo destinado a educación
en el presente año 2018 es del 17.5% del Presupuesto Nacional. Esto significa
el 3.6 % del Producto Bruto Interno, PBI, mientras Bolivia destina el 6.9% de
su PBI. El Acuerdo Nacional fija en 6% del PBI el mínimo de inversión que debe
hacerse en educación en el Perú.
[60] Obviamente, la estabilidad
en el trabajo, como la salvedad por la que el trabajador solo puede ser
despedido por causa justa, ha desaparecido. “La deconstrucción del derecho del
trabajo que no constituye sino en desactivar el andamiaje jurídico laboral
construido y sustentado en virtud, no solamente al influjo de la doctrina y
jurisprudencia laboral, sino de las conquistas laborales logradas a lo largo de
muchas décadas. Recientemente se ha difundido la sentencia del Tribunal
Constitucional emitida en la STC 01647-2013-PA/TC, según la cual la estabilidad
laboral absoluta no encuentra asidero en nuestro ordenamiento constitucional y,
por tanto, en ningún caso podrá utilizarse la vía del amparo para tutelar un
inexistente derecho a la estabilidad en el trabajo o reposición laboral”. Toledo
Toribio, Omar; “El Tribunal Constitucional y la deconstrucción del derecho a la
estabilidad en el trabajo”, Revista
Diálogo con la jurisprudencia, Lima, 2017, 227, p. 294.
[61] Participar en las
utilidades de la empresa más no en la gestión, fue reconocido por la
Constitución de 1993, artículo 29. La participación en la gestión, utilidades y
parte de la propiedad de la empresa fue llevada a la Constitución de 1979. El
Estado reconoció el derecho de los trabajadores a participar en la gestión y
utilidad de la empresa, y en la propiedad cuya naturaleza jurídica no lo impide
(las estatales, por ejemplo) derecho que había sido conquistado por las
comunidades industriales, pesqueras y mineras durante el Gobierno de Juan
Velasco Alvarado.
[62] “No hay, no existe y al
parecer no existirá por ahora un «ambiente constituyente» ni
«pre-constituyente» que permita la vuelta a la Constitución de 1979 o la
convocatoria a una constituyente. Siendo la política el arte de lo posible, y
la Constitución el fruto de una decisión política, es obvio que las cosas
seguirán así. Lo más sensato es, pues,
dejarlas como están”. García Belaunde, Domingo; “La Constitución peruana de
1993: sobreviviendo a todo pronóstico”, Tribunal Constitucional, Revista peruana de Derecho Constitucional,
Lima, 2013, p. 32.
[63] La búsqueda de la
formación de una Comunidad latinoamericana de Naciones ha sido abandonada. Los
lazos históricos, étnicos y sociales evidentes, han sido reemplazados por
acuerdos económicos entre los que aceptan los TLC. El número de países que no
aceptan la lógica de la globalización neoliberal está disminuyendo.
[64] En consecuencia con el
punto 2 del “Programa Máximo” del APRA, Por
la unidad política de América Latina, la Asamblea Constituyente de
1978-1979 incluyó este texto. Hoy ya no es postulado que defiendan desde las
posiciones neoliberales adoptadas por Alan García y sus seguidores.
[65] ”Es indispensable que el
plan sea compulsivo en todo lo esencial e indicativo o concertado en lo
accesorio o secundario”. Héctor Cornejo Chávez, líder de la Democracia
Cristiana peruana en el debate de la Constituyente de 1979, citado por Acosta
Iparraguirre, Vicente; op. cit., p. 189.
[66] La planificación “es una
herramienta que, bien utilizada, produce grandes beneficios al desarrollo,
especialmente, de los países subdesarrollados como el nuestro”; Rubio Correa,
Marcial; Para conocer la Constitución
peruana, op. cit., p. 104.
[67] “Otro de los puntos a
resaltar en la Constitución de 1993, no por su presencia sino por su ausencia,
es la planificación. Se suprime toda alusión a la misma, aún en el caso de la
del tipo indicativo, a contracorriente de un moderno constitucionalismo”(…) Lo
cierto es que dentro de la lógica de economía de mercado adoptada en la
Constitución de 1993, no se admite ningún asomo de planificación, (….), a
nuestro ver estamos frente a un modelo ortodoxamente liberal”; Acosta
Iparraguirre, Vicente, La Constitución
económica en el Perú y en el derecho comparado, op. cit., p. 201.
[68] Sánchez Albavera,
Fernando; Constitución política, Acuerdo
nacional y planeamiento estratégico en el Perú, CEPAL, Santiago, 2003, p.
2. ”La disolución del Sistema nacional de Planificación tuvo más una
connotación de carácter ideológico (...) se trataba de reducir el margen de
intervención del Estado (…) lo que quedó plasmado en la Constitución de 1993.
[69] Se constata fácilmente
que las empresas autogestionarias han desaparecido y que las comunales han
disminuido, además que muchas se han desvirtuado. Las empresas estatales que
quedan, como Petroperú, son agredidas. Petroperú no puede retomar su
integración vertical: explotación, refinación y comercialización, lo que
alentaría la competencia y beneficiaría al consumidor. Esta desventaja solo se
puede explicar por razones ideológicas: el neoliberalismo ortodoxo se aplica en
el Perú.
[70] La consideración de
bienes o servicios estratégicos, que por tal condición deben ser reservados al
Estado, ha desaparecido.
[71] Los Pasivos Ambientales
Mineros (PAM), según el MINEM, son más de 8,600 en 21 departamentos del Perú,
de los cuales más de la mitad son de alto riesgo.
[72] De acuerdo a informes de
diversas fuentes, la deforestación en nuestra selva se produce a un ritmo no
menor de 150,000 hectáreas al año. Entre sus principales causas están la
expansión de la minería aurífera y la gran explotación de la palma aceitera,
además de la pequeña y mediana explotación agrícola y ganadera.
[73] En la Carta de 1993 los derechos
de la naturaleza y, específicamente, la lucha contra la contaminación ambiental
y todo lo que ello implica, denominados por algunos autores como derechos de
tercera o cuarta generación, se sacrifican para otorgar validez a “cláusulas
pétreas” en los artículos 58 y 60, que consagran el libre mercado y el rol
subsidiario del Estado.
[74] Esta afirmación no se
puede dar en la Carta de 1993 por las mismas razones señaladas en el punto
anterior.
[75] Rubio Correa, Marcial;
“El modelo del Proyecto Constitucional del Congreso Constituyente y
Democrático”, en Revista del Foro,
Colegio de Abogados de Lima, LXXXI, 1, enero-junio 1993, p. 11, citado por
Fernández Segado, Francisco; “El nuevo ordenamiento constitucional del Perú:
aproximación a la Constitución de 1993”, Revista
de estudios políticos 84, Nueva Época, 1994, Madrid, pp. 37-38.
[76] Sánchez Albavera,
Fernando; op. cit., p. 4.
[77] Conscientes del error,
los congresistas han aprobado en los primeros días de octubre del 2018 la
bicameralidad, que debe ser sometida a referéndum el 9 de diciembre. 130
Diputados y 50 Senadores. Un error que, de ser enmendado, lo sería el año 2021,
28 años después de haber sido generado. Ad
portas de la realización del referéndum la pregunta sobre la bicameralidad
ha perdido aceptación por haber sido aprobada con la adición de restarle
capacidad al Poder Ejecutivo para disolver el Parlamento.
[78] En efecto, el concepto
“economía social de mercado” fue acordado por el APRA y el PPC. Mi hipótesis es
la siguiente: las fundaciones Friedrich Ebert Stiftung y la
Konrad-Adenauer-Stiftung, que apoyaron al APRA y al PPC, respectivamente, son
fundaciones alemanas que coinciden en postular dicho concepto.
[79] Fernández Segado, op.
cit., p. 3
[80]
Papa Francisco; Exhortación apostólica Evangelii
gaudium, Tipografía Vaticana, 2013, p. 43.
[81] Ibid, op. cit., pp.
46-47.
[82] Ibid, p. 48.
[83] Ibid, p. 53.
[84] Ibid, p. 56.
[85] Rossi, Cecilia Brenda;
“¿El descentramiento teórico del mundo del trabajo como forma de resistencia al
neoliberalismo?”, en Theomai, 23, Red
de Estudios sobre Sociedad, Naturaleza y Desarrollo, Proyecto “Modos de
acumulación y conflictos sociales”. Buenos Aires.
[86] Ortiz Gómez, María
Guadalupe; “El perfil del ciudadano neoliberal: la ciudadanía de la autogestión
neoliberal”, en Sociológica, año 29,
83, México, 2014, pp. 165-200
[87]
Röpke, Wilhelm; “Sistema económico y orden internacional”, En La Economía de Mercado, Tomo I, Sociedad de Estudios y
Publicaciones, 1963, Madrid, p. 207.
[88] Röpke, Wilhelm, op. cit.,
p. 192.
[89] Röpke, Wilhelm; Balance provisional de la integración
económica europea. Examen crítico, en La Economía de Mercado, Tomo II,
Sociedad de Estudios y Publicaciones, Madrid, 1963, p. 168.
[90] Ibid, p. 180.
[91] Anderson, Perry;
“Neoliberalismo: un balance provisorio”. En Emir Sader y Pablo Gentili
(compiladores), La trama del
neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social.
CLACSO, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 2003, p.
37.
[92] Von Hayek, Friedrich;
“Historia económica y pensamiento político”, en La Economía de Mercado, Tomo II, op. cit., p. 36.
[93] Sader, Emir; “La trama
del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social”, Capítulo VI. En Emir Sader y Pablo Gentili (compiladores), La trama del neoliberalismo. Mercado, crisis
y exclusión social. CLACSO, Editorial Universitaria de Buenos Aires op.
cit., p. 160.
[94] De Rivero, Oswaldo,
“Rebelión global de estudiantes de economía”, Diario Uno, Lima, 15 de mayo de 2014.
[95] De Rivero, Oswaldo; “Como
el crash del 2008 transformó al
mundo”, Diario Uno, Lima, 15 de mayo
de 2014.
[96] Von Hayek, Friedrich; op.
cit., p. 43
[97] Therborn, Göran; La trama del neoliberalismo, op. cit.,
p. 95.
[98] Sandoval, Irma, “Economía
política del neoliberalismo: ideas, intereses y reversibilidad”, en Revista Argumentos, Vol. 20, 54, UNAM, Instituto de Investigaciones
Sociales, México, 2007, p. 1.
[99] Sandoval, Irma, op. cit.,
p. 2 (Nota: Ahí donde dice “liberación” lo entendemos mejor como
”liberalización del capital”).
[100] Hall, Peter; The Political Power of Economic ideas:
Keynesianism across Nations, Princeton University Press, Princeton, 1989,
p. 19.
[101] Sandoval, Irma, op.
cit., p. 64.
[102] Stokes, Susan; Mandates and Democracy: Neoliberalism by
Surprise in Latin America, Cambridge University Press, Cambridge, p. 159.
[103] Castorina, Emilia, op.
cit., p. 30.
[104] Castorina, Emilia, op.
cit., p. 28.
[105] Castorina, Emilia, op.
cit., p. 32.
[106] Bourdieu, Pierre; Contrafuegos, reflexiones para servir a la
resistencia contra la invasión neoliberal, Editorial Anagrama, Barcelona,
2000, p. 13.
[107] Bourdieu, Pierre, op.
cit., p. 16.
[108] Bourdieu, Pierre, op.
cit., p. 40.
[109] De Rivero, Oswaldo, “El
cambio climático en carne propia”, 2018, Diario
Uno, Lima, 31 de octubre.
[110] Brown, Wendy; El pueblo sin atributos. La secreta
revolución del neoliberalismo, op.
cit., p.7.
[111] Brown, Wendy, op. cit.,
p. 8.
[112] Chomsky, Noam; Réquiem por el sueño americano, Los diez
principios de la concentración de la riqueza y el poder, Editorial sexto
piso, Madrid, 2017, pp. 55-56.
[113] Diario Gestión,
08.11.2018.
[114] Ortiz Gómez, María
Guadalupe, op. cit., p.19.
[115] Landa, César; “Los
decretos de urgencia en el Perú”, en Pensamiento
Constitucional, año IX, 9, Lima, 2003, p. 132.
[116] Landa, César, op. cit.,
p. 140.
[117] Brown, Wendy, Ibid.
[118] Brown, Wendy, Ibid.
[119] Kliksberg, Bernardo;
“América Latina: la región más desigual”, en Democracia/Estado/Ciudadanía: Hacia un Estado de y para la Democracia
en América Latina, 2007, Lima, PNUD, p. 60.
[120] Cristobo, Matías; “El
neoliberalismo en Argentina y la profundización de la exclusión y la pobreza”,
en Revista Margen, 55, Córdova, 2009,
p. 2.
[121] Cristobo, Matías, op.
cit., p. 5.
[122] Papa Francisco;
Exhortación Apostólica Evangelii gaudium,
Tipografía vaticana, 2013, pp. 44-51.
[123] Guillén, Cristian; Cómo superar el neoliberalismo, alternativa
emancipadora, Editorial Horizonte, Lima, 2006, p. 193.
[124] Guillén, Cristian, op.
cit., p.195.
[125] Salama, Pierre; “La
trama del neoliberalismo: mercado, crisis y exclusión social”, Capítulo IV. En
Emir Sader y Pablo Gentili (compiladores), La
trama del neoliberalismo. Mercado, crisis y exclusión social. Buenos Aires:
CLACSO, Editorial Universitaria de Buenos Aires, pp. 96-97.
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